Otro grave delito de Bergoglio: el caso Ricca

Ricca
         Bergoglio nombró al sodomita Ricca como prelado del IOR  

Sandro Magister
"Lo he leído y no diré una palabra. Léanlo ustedes [los periodistas] y formen su propio juicio. Cuando haya pasado un poco de tiempo y ustedes hayan extraído conclusiones, quizás hablaré".
Es de este modo que el papa Francisco – en la tarde del 26 de agosto, en el avión de regreso desde Dublín – respondió a quien le preguntó sobre el documento acusatorio que en esa misma mañana le había dirigido Carlo Maria Viganò, el ex nuncio en Estados Unidos.
Fue una respuesta muy elusiva. Al igual que otras reacciones anteriores suyas, cada vez que ha visto atacado. Como en el caso de los "dubia" referidos a la corrección doctrinal planteados en el 2016 por cuatro autorizados cardenales, que nunca quiso ni recibir ni dignarse a brindar una aclaración.
Pero esta vez no es objeto de acusación una controversia doctrinal "ad intra", de bajo impacto en la opinión pública laica, sino una cuestión de sexo, más aún, de homosexualidad practicada durante décadas, con decenas de partner, por un eclesiástico estadounidense de primera magnitud, que llegó a ser arzobispo de Washington y cardenal: Theodore McCarrick.
En esencia, Viganò acusa al papa Francisco de haber sido informado por él de las fechorías de McCarrick desde el 23 de junio del 2013, pero de no haber actuado después en forma consecuente, más aún, de haber tenido al réprobo cerca de sí como su primer consejero en los nombramientos que están rediseñando la jerarquía católica en Estados Unidos, promoviendo a sus protegidos. Solo este año, a continuación de la denuncia de un abuso suyo también contra un menor de edad, el Papa habría decidido sancionar a McCarrick y despojarlo del cardenalato.
La acusación es de una gravedad inaudita y difícilmente refutable en lo esencial, también por los roles claves desempeñados en el pasado por Viganò en la curia y en el ámbito diplomático. Pero, justamente por ello, el papa Francisco eligió no reaccionar también en este caso. Dejo a los profesionales de los medios de comunicación la tarea de juzgar. Seguro que muchos se pronuncian en defensa suya, como ya aconteció con los "dubia", en los que, efectivamente, la posterior batalla se ha resuelto de hecho a su favor.
Pero que la victoria le sonría también esta vez está por verse.
El caso McCarrick no es el único, en su género, en poner en dificultades a Jorge Mario Bergoglio.
Hay otro que se asemeja como un [hermano] gemelo. Remite a monseñor Battista Ricca (en la foto), director de la Casa de Santa Marta, elegida por Francisco como su residencia y promovido por él el 15 de junio de 2013, al comienzo del pontificado, como prelado del IOR, es decir, referente del Papa en la “banca” vaticana, con facultad de presencia en todas las reuniones de la junta y de acceso a toda la documentación.
En la segunda mitad de ese mes de junio del 2013 concurrieron a Roma desde todo el mundo los embajadores de la Santa Sede. Y es en esa ocasión que Viganò, en esa época nuncio en Washington, encontró a Francisco y le informó de las fechorías de McCarrick.
Pero también el nombramiento de Ricca como prelado del IOR, llevado a cabo pocos días antes, había provocado un fuerte desconcierto en buen número de nuncios, quienes lo habían conocido como consejero diplomático en Argelia, en Colombia, en Suiza y después en Uruguay, en todos esos lugares con una conducta de ninguna manera casta en ningún lugar, especialmente en su último destino.
En Montevideo, entre 1999 y el 2001, Ricca convivió con el propio amante, ex capitán del ejército suizo Patrick Haari, quien lo había seguido hasta allí desde Berna. Y muchas veces frecuentó lugares de citas con jóvenes del mismo sexo, sufriendo una vez una paliza y otra vez terminando atascado en un ascensor, en el interior de la nunciatura, con un joven de dieciocho años ya conocido por la policía uruguaya.
A consecuencia de ello, Ricca fue retirado del servicio diplomático en el campo y llamado a Roma, pero donde, milagrosamente, su carrera recomenzó con éxito, llegando a convertirse en consejero diplomático de primera clase en el organigrama de la Secretaría de Estado y, sobre todo, director de las tres residencias vaticanas para los cardenales y obispos que visitan Roma, entre ellas la de Santa Marta, con la posibilidad de tejer excelentes relaciones, también de amistad, con eclesiásticos de medio mundo, entre ellos Bergoglio, que apenas fue electo lo admitió en su círculo más íntimo, del cual todavía sigue formando parte.
Ahora bien, entre los nuncios congregados en Roma en ese mes de junio del 2013 estaban también los que conocían los antecedentes escandalosos de Ricca y consideraban que el papa Francisco no estaba al tanto, vista su promoción del personaje llevada a cabo pocos días antes, incluso como prelado del IOR.
Hubo entonces quien, en esos días, quiso poner en guardia a Francisco, informándolo de las aventuras de Ricca.
No sólo eso. Entre los numerosos testigos de la escandalosa conducta de Ricca en Montevideo hubo también obispos uruguayos, uno de los cuales, después del nombramiento del mismo Ricca como prelado del IOR, consideró que era su obligación escribirle una carta desesperada en la que le rogaba que renunciara, “por amor al Papa y a la Iglesia".
Y en efecto Francisco quiso ver claro en la documentación las aventuras de Ricca que se encontraba en la nunciatura de Montevideo. Se la hizo trasladar a Roma a través de sus canales personales, sin pasar por la Secretaría de Estado.
En el ínterin, fue publicado en L'Espresso un servicio muy detallado sobre Ricca, quien no reaccionó públicamente de ninguna manera, pero mientras tanto en privado liquidaba como “chismes” todos esos hechos informados contra él, y tuvo que hacer saber que también el Papa, reunido con él, los consideraba “chismes” carentes de fundamento.
Interpelado en julio del 2013 por la prensa uruguaya y argentina sobre la suerte del prelado, el entonces nuncio en Montevideo, Guido Anselmo Pecorari, se limitó a pronunciar esta declaración lacónica: "Considero que la cuestión está en las manos de la Santa Sede. Y seguramente el Santo Padre, en su sabiduría, sabrá qué hacer".
Es un hecho que a finales del mes de julio, en la conferencia de prensa en el vuelo de regreso a Roma desde Río de Janeiro, donde había ido para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, el papa Francisco fue interrogado efectivamente por una periodista brasileña sobre el caso y sobre el llamado “lobby homosexual”. Ésta fue la respuesta textual, así transcrita en el boletín oficial de la Santa Sede:
"Lo de Mons. Ricca: He hecho lo que el Derecho Canónico manda hacer, que es la investigatio previa. Y en esta investigación no hay nada de lo que le acusan, no hemos encontrado nada de eso. Ésa es la respuesta. Pero quisiera añadir otra cosa sobre esto: Yo veo que muchas veces en la Iglesia, independientemente de este caso, pero también en este caso, se van a buscar 'pecados de juventud', por ejemplo, y se publican. No los delitos, ¡eh!, los delitos son otra cosa: el abuso de menores es un delito. No, los pecados. Pero si una persona, laica o sacerdote o religiosa, ha cometido un pecado y después se convierte, el Señor perdona, y cuando el Señor perdona, el Señor olvida y esto para nuestra vida es importante. Cuando vamos a confesarnos y decimos de verdad: 'He pecado en esto', el Señor olvida y nosotros no tenemos derecho a no olvidar, porque corremos el riesgo de que el Señor no se olvide de nuestros pecados. Es un peligro éste. Esto es importante: una teología del pecado. Muchas veces pienso en san Pedro: cometió uno de los peores pecados, renegar de Cristo, y con este pecado lo hicieron Papa. Tenemos que pensarlo bien. Pero, volviendo a su pregunta más concreta, en este caso, he realizado la investigatio previa y no hemos encontrado. Ésta es la primera pregunta. Además, usted hablaba del lobby gay. Bien, se escribe mucho del lobby gay. Todavía no he encontrado quién me enseñe un carnet de identidad que diga 'gay' en el Vaticano. Dicen que los hay. Creo que cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir el hecho de ser una persona gay, del hecho de hacer un lobby, porque ningún lobby es bueno. Son malos. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica esto de una manera muy hermosa; dice... Un momento, cómo se dice… y dice: 'No se debe marginar a estas personas por eso, deben ser integradas en la sociedad'. El problema no es tener esta tendencia; no, debemos ser hermanos, porque éste es uno, pero si hay otro, otro. El problema es hacer el lobby de esta tendencia: lobby de avaros, lobby de políticos, lobby de los masones, tantos lobby. Éste es el problema más grave para mí. Y le agradezco mucho la pregunta".
Tres anotaciones y propósito de cuanto dijo aquí el papa Francisco.
1. Al sostener que “no se había encontrado nada” de reprobable en la "investigación" previa al nombramiento de Ricca como prelado del IOR, Francisco confirmó que el dossier personal conservado sobre él en la Secretaría de Estado fue cuidadosamente limpiado de sus aventuras escandalosas. Pero Francisco había tenido a disposición en las semanas anteriores también la documentación acusatoria conservada en la nunciatura de Montevideo, documentación irrefutable, dado que sobre la base de ésta la Secretaría de Estado había retirado a Ricca del servicio diplomático en el campo. También la ignoró.
2. Francisco aplicó a Ricca la tipología de quien ha cometido "pecados de juventud" y después se arrepintió. Pero no es ésta la imagen que Ricca jamás dio de sí mismo, sino más bien la de quien siempre ha rechazado como “chismes” sin fundamento las acusaciones contra su conducta.
3. Y es refiriéndose precisamente a Ricca que Francisco pronunció la famosa frase que se convirtió en la marca de su pontificado: "Si una persona es homosexual y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?". Con esta frase Bergoglio volcó a favor suyo en la opinión pública mundial una cuestión que de otra manera habría podido minar seriamente su credibilidad.
Ésta es la empresa que el papa Francisco está reintentando hoy, después que la cuestión de McCarrick ha sido puesta al descubierto por el testimonio del ex nuncio Viganò.
También esta vez Bergoglio (en el caso McCarrick) se abstuvo de juzgar. Ha relanzado el juego al campo de los medios de comunicación, ámbito en el que no se admite la pedofilia, pero sí las relaciones homosexuales. No importa si son llevadas a cabo por hombres de Iglesia que practicándolas violan en su totalidad el compromiso de castidad que han asumido públicamente con el sacramento del Orden.