La Virgen María y el bandido




En los días de antaño, cuando los viajes debían realizarse a pie o a caballo, muchos eran los peligros que se encuentran a lo largo de las carreteras. Los bandidos acosaban a los viajeros y se ganaban la vida privando a los demás de sus bienes y, a menudo, de sus vidas.


Una mujer joven en los Estados Pontificios, que era muy devota de María, se encontró en cierto lugar con un jefe de bandidos. Temiendo la violencia, ella le imploró, por amor a la Santísima Virgen, que la dejara ir


"No temas", respondió, "porque me has orado en nombre de la madre de Dios, y solo te pido que me encomiendes a Ella". Movido por la mención de la Virgen de la mujer, el bandido la acompañó por el camino hacia un lugar seguro.

A la noche siguiente, María Virgen se le apareció en un sueño al bandido. Ella le agradeció el acto de bondad que había realizado por amor a ella. La Virgen continuó diciendo que ella lo recordaría y algún día lo recompensaría.

El ladrón, finalmente, fue arrestado y condenado a muerte. Pero he aquí, la noche anterior a su ejecución, la bendita Virgen lo visitó nuevamente en un sueño, y primero le preguntó: "¿Sabes quién soy?"

Él respondió: "Me parece que te he visto antes".

"Soy la Virgen María", continuó, "y he venido a recompensarte por lo que has hecho por mí. Morirás mañana, pero morirás con tanta contrición que vendrás al paraíso".

El convicto se despertó y sintió tanta contrición por sus pecados que comenzó a llorar amargamente, todo el tiempo dando gracias en voz alta a nuestra Bendita Señora. Preguntó inmediatamente por un sacerdote, a quien confesó con muchas lágrimas, relatando la visión que había visto. Finalmente, le pidió al sacerdote que hiciera pública esta gracia que le había sido otorgada por María.

Fue feliz a su ejecución, después de lo cual, como se relata, su semblante era tan pacífico y tan feliz que todos los que lo vieron creyeron que la promesa de la Madre celestial se había cumplido.


De las Glorias de María, por San Alfonso María de Ligorio.