Los Papas conciliares y el Gobierno Mundial




Ya he abordado el asunto del mundialismo y el modo en que Francisco lo propicia a toda costa, en particular por su «prédica ecológica» y su cruzada contra el supuesto « calentamiento climático ». Esta unidad del mundo que deja de lado a Cristo y a su Iglesia, concebida para un contexto laico y naturalista, ha sido evocada por Francisco en múltiples oportunidades. He aquí dos de ellas, tomadas de su panfleto socialo-ecologista Laudato Si’:


« Desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos. Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países. La interdependencia nos obliga a pensar en mundo único, en un proyecto común. » § 164

Concebir el planeta como « patria », pensar en un « mundo único », crear un « sistema normativo » con « límites infranqueables »: ¿es necesario precisar que lo que Francisco preconiza no es sino la instauración de un gobierno mundial dotado de un poder político
efectivo, que no se funda en los Mandamientos sino en los Derechos Humanos masónicos y en el falso Evangelio Ecológico expuesto en Laudato Si’? 

Digámoslo claramente: para que el proyecto cosmopolita y apátrida onusino (ONU) se vuelva coercitivo y pueda concretarse en una República Universal, so capa de « cuidado » de nuestra « casa común » amenazada por el « calentamiento global », hace falta establecer una autoridad planetaria capaz de imponer esta utopía totalitaria a los refractarios. Este objetivo es aun más explícito en el siguiente pasaje de la encíclica, en el que Francisco cita a Benedicto XVI, quien a su vez invoca a Juan XXIII, lo que demuestra, por si alguna duda cupiese, la continuidad del proyecto masónico de los predecesores de Francisco desde el CVII:

« [...] se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar. Como afirmaba Benedicto XVI [...]: ‘‘para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan XXIII’’ (Caritas in Veritate n° 67). » § 175142

Este párrafo número 67 de la encíclica Caritas in Veritate, de Benedicto XVI, constituye un auténtico manifiesto ideológico del Nuevo Orden Mundial a ser instaurado bajo los auspicios de la ONU y propone todo un programa de acción. Por tanto es conveniente referirlo íntegramente, no obstante su extensión. Las palabras subrayadas se encuentran en cursiva en el texto original:

« Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se
142 Bernard Dumont s’expresa claramente sobre el asunto en el artículo Convergencias mundialistas, en el número 132 de la excelente revista Catholica: « Es así como, por etapas sucesivas, hemos arribado a la situación actual, en la cual se opera una simbiósis entre la adhesión explícita a la idea de organización política mundial y los numerosos signos, las pequeñas frases y los gestos simbólicos que prueban su autenticidad a través de una praxis cargada de ejemplaridad. Particularmente, el muy extenso texto de Laudato Si’ no consagra más que un párrafo a cuestión de la autoridad mundial, contentándose esencialmente con citar el pasaje de Caritas in Veritate que acabamos de leer. 

Pero el resto del documento aborda muchos asuntos puestos a la orden del día por grupos de presión que obran a la sombra de la ONU y de otras instancias transnacionales, a fin de legitimar sus enfoques, alejados del contenido habitual de las encíclicas pero omnipresentes como soporte de una propaganda mundialista muy acentuada. El hecho de que la presentación del documento haya sido confiada a personajes de primer plano en la aplicación de esta propaganda y en las acciones que ella promueve constituye en sí mismo un gesto muy significativo. No se trata de un hecho aislado, al contrario, forma parte de un conjunto que transmite un mensaje efectivo y sin ambages. No hace falta hacer resaltar hasta qué punto la incesante y multiforme invitación a abrir incondicionalmente las puertas a los ‘‘inmigrantes’’ participa de la misma praxis, junto a otros símbolos, como ser la escenografía vagamente panteísta realizada el 8 de diciembre de 2015 en la Plaza San Pedro, al mismo tiempo que la Conferencia de París sobre el clima. » http://www.catholica.presse.fr/2016/08/10/3914/
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(...) Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas143. »144
143
144 Dos años después, el 24 de octubre de 2011, el Consejo Pontificio Justicia y Paz publicó un extenso documento desarrollando el proyecto ratzingeriano de instaurar un gobierno mundial, del cual he aquí un breve extracto: «Sin embargo permanece aún un largo camino por recorrer antes de llegar a la constitución de una tal Autoridad pública con competencia universal. La lógica desearía que el proceso de reforma se desarrollase teniendo como punto de referencia la Organización de las Naciones Unidas, en razón de la amplitud mundial de sus responsabilidades, de su capacidad de reunir las Naciones de la tierra, y de la diversidad de sus propias tareas y de las de sus Agencias especializadas. El fruto de tales reformas debería ser una mayor capacidad de adopción de políticas y opciones vinculantes, por estar orientadas a la realización del bien común a nivel local, regional y mundial. [...] Existen, pues, las condiciones para la superación definitiva de un orden internacional «westfaliano», en el que los Estados perciben la exigencia de la cooperación, pero no asumen la oportunidad de una integración de las respectivas soberanías para el bien común de los pueblos. Es tarea de las generaciones presentes reconocer y aceptar conscientemente esta nueva dinámica mundial hacia la realización de un bien común universal. Ciertamente, esta transformación se realizará al precio de una transferencia gradual y equilibrada de una parte de las competencias nacionales a una Autoridad mundial y a las Autoridades regionales, pero esto es necesario en un momento en el cual el dinamismo de la sociedad humana y de la economía, y el progreso de la tecnología trascienden las fronteras, que en el mundo globalizado, de hecho están ya erosionadas. La concepción de una nueva sociedad, la construcción de nuevas instituciones con vocación y competencia universales, son una prerrogativa y un deber de todos, sin distinción alguna. Está en juego el bien
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http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in- veritate.html
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He aquí un breve extracto de la encíclica de Juan XXIII Pacem in Terris, publicada el 11 de abril de 1963, documento que hizo oficial la adhesión del Vaticano al mundialismo masónico de la ONU:
« No se nos oculta que ciertos capítulos de esta Declaración [Universal de los Derechos Humanos] han suscitado algunas objeciones fundadas. Juzgamos, sin embargo, que esta Declaración debe considerarse un primer paso introductorio para el establecimiento de una constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo. En dicha Declaración se reconoce solemnemente a todos los hombres sin excepción la dignidad de la persona humana y se afirman todos los derechos que todo hombre tiene a buscar libremente la verdad, respetar las normas morales, cumplir los deberes de la justicia, observar una vida decorosa y otros derechos íntimamente vinculados con éstos. Deseamos, pues, vehementemente que la Organización de las Naciones Unidas pueda ir acomodando cada vez mejor sus estructuras y medios a la amplitud y nobleza de sus objetivos. ¡Ojalá llegue pronto el tiempo en que esta Organización pueda garantizar con eficacia los derechos del hombre!, derechos que, por brotar inmediatamente de la dignidad de la persona humana, son universales, inviolables e inmutables145. »

Esta política será seguida escrupulosamente por todos los papas conciliares, comprometidos enteramente con la promoción del mundialismo laico y naturalista que hace del hombre y de su « caracter sagrado » la piedra angular de la vida social y de los principios jurídicos que regulan las relaciones internacionales. Esta misma línea de sostén incondicional del proyecto globalista onusino fue la adoptada por Pablo VI en su discurso del 4 de octubre de 1965:

« Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas como hacia la última esperanza de concordia y paz; [...] Estaríamos tentados de decir que vuestra característica refleja en cierta medida en el orden temporal lo que nuestra Iglesia Católica quiere ser en el orden espiritual: única y universal. No se puede concebir nada más elevado, en el plano natural, para la construcción ideológica de la humanidad. [...] Lo que vosotros proclamáis aquí son los derechos y los deberes fundamentales del hombre, su dignidad y libertad y, ante todo, la libertad religiosa. Sentimos que sois los intérpretes de lo que la sabiduría humana tiene de más elevado, diríamos casi su carácter sagrado. Porque se trata, ante todo, de la vida del hombre y la vida humana es sagrada146. »
¡Poco faltó para que Pablo VI equiparara las Naciones Unidas, por su casi « caracter sagrado » (que entre otras cosas promueve el aborto y la aceptación de la homosexualidad), a la Santa Iglesia Católica!

Para concluir la demostración, leamos las declaraciones panegíricas que Juan Pablo II hizo de la ONU el 2 de octubre de 1979:
común de la humanidad, y el futuro mismo. » https://es.zenit.org/articles/por-una-reforma-del-sistema- financiero-y-monetario-internacional-en-la-perspectiva-de-una-autoridad/
145 http://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem.html
146 https://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651004_united- nations.html
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« Permítanme desear que la Organización de las Naciones Unidas, por su carácter universal, no deje de ser el foro, la alta tribuna, desde la que se valoran, en la verdad y en la justicia, todos los problemas del hombre. [...] El conjunto de los derechos del hombre corresponde a la sustancia de la dignidad del ser humano, entendido integralmente, y no reducido a una sola dimensión; se refieren a la satisfacción de las necesidades esenciales del hombre, al ejercicio de sus libertades, a sus relaciones con otras personas; pero se refieren también, siempre y dondequiera que sea, al hombre, a su plena dimensión humana147. »

Está todo dicho. La ONU es de ahora en más la instancia moral suprema de la humanidad, la Declaración de los Derechos Humanos es el nuevo Evangelio y los papas conciliares son sus portavoces y su garante espiritual ante la opinión pública mundial. La época de la Cristiandad y de la unidad católica ha quedado atrás, dando lugar al Nuevo Orden Mundial judeomasónico, apadrinado por cierta jerarquía apóstata del Vaticano y por su religión adulterada, totalmente entregada al servicio de las potencias maléficas y bregando sin tregua por el advenimiento del reino universal del Anticristo... 



Miles Christi