Scola carga contra Amoris Laetitia


El explosivo acto acusatorio contra el Papa Francisco del ex nuncio en los Estados Unidos, Carlo Maria Viganò, ha oscurecido los otros puntos polémicos de este pontificado. En particular el de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar.
Francisco no ha respondido nunca a los "dubia" que cuatro acreditados cardenales le plantearon, a este propósito, en 2016. Y ni siquiera ha querido nunca recibirlos. Mientras tanto, aprobaba que las interpretaciones "liberales" de su exhortación postsinodal "Amoris laetitia" se pusieran en práctica.
Pero en las últimas semanas, otro cardenal de primerísimo plano ha intervenido confirmando el no a la comunión de los divorciados que se han vuelto a casar: Angelo Scola, 77 años, el más votado –según se susurra– en el primer escrutinio del cónclave de 2013, que eligió a Jorge Mario Bergoglio.
Scola ha sido arzobispo de Milán de 2011 a 2017; anteriormente había sido patriarca di Venezia y, antes, obispo de Grosseto, rector de la Pontificia Universidad Lateranense y docente de teología en Friburgo, siguiendo las huellas del gran Hans Urs von Balthasar; también ha sido cofundador junto a Joseph Ratzinger de la revista teológica internacional "Communio" y, en su juventud, amigo de don Luigi Giussani, el fundador de Comunión y Liberación.
La oposición de Scola a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar viene de lejos. La argumentó en 2014 y en 2015 en dos largos artículos en la revista "Il Regno". La confirmó después de la salida de "Amoris laetitia" en su diócesis de Milán. Y hoy escribe que también "he hablado de ello con el Santo Padre durante una audiencia privada".
Esta confidencia, junto a muchas otras, se encuentra en el libro entrevista autobiográfico que Scola ha publicado a mitad de agosto:
Escribe el cardenal para motivar su "no" a la comunión de los divorciados que se han vuelto a casar:
"Quisiera partir de lo que considero el núcleo del problema, es decir, el vínculo sustancial entre matrimonio y Eucaristía, en cuanto sacramento del amor nupcial entre Cristo y la Iglesia".
Normalmente –continúa Scola– se dice que la relación entre Cristo esposo y la Iglesia esposa "es un modelo para la recíproca donación de los esposos. Al contrario, es mucho más: es el fundamento mismo del matrimonio".
Efectivamente, ¿quién puede garantizar el sí definitivo al que los dos se comprometen ante la comunidad?, se pregunta el cardenal. Y responde: "Seguramente no [lo garantizan] las arenas movedizas de su libertad. Una mujer y un hombre pueden comprometerse en una relación indisoluble sólo por la fuerza del vínculo matrimonial entre Cristo y la Iglesia, explícita o implícitamente reconocido. La referencia a la Eucaristía no es, pues, algo extrínseco al matrimonio, sino que tiene para él un carácter fundante".
Scola no da citas, pero este argumento suyo es el mismo que sustancia la crítica más aguda a "Amoris laetitia" que se haya formulado hasta ahora, la del teólogo benedictino Giulio Meiattini, en el libro "Amoris laetitia. I sacramenti ridotti a morale", del que ya ha hablado Settimo Cielo.
Y, por este argumento, el cardenal no teme descargar el golpe precisamente contra "Amoris laetitia" y el sínodo que la ha precedido, donde –dice– "la relación fundamental entre Eucaristía y matrimonio no es evidente, y esta es, en mi opinión, una ausencia que pesa". Porque "esta ausencia ha permitido que se abriese el vasto campo de las correrías interpretativas sobre 'Amoris laetitia'".
"Me explico", prosigue Scola:
"La no admisibilidad de los divorciados que se han vuelto a casar a la Eucaristía no es un castigo que puede ser quitado o reducido, sino que es innata al carácter mismo del matrimonio cristiano que, como he dicho, vive del fundamento del don eucarístico de Cristo esposo a la Iglesia esposa. De esto se deduce que quien se ha autoexcluido de la Eucaristía realizando una nueva unión, puede volver a acceder al sacramento eucarístico sólo viviendo la castidad perfecta, como afirma la exhortación apostólica de Juan Pablo II 'Familiaris consortio'. Pero de esto no existe ninguna alusión en 'Amoris laetitia'. No se dice que aquella indicación ya no es válida, pero tampoco se dice que todavía es válida. Sencillamente se la ignora. Al mismo tiempo se recuerda que la Eucaristía, como dice San Ambrosio, 'no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles'. Sí, es verdad que la Eucaristía tiene también una función de curación, pero esta afirmación no se puede usar fuera de cuanto dice la constitución conciliar 'Lumen gentium' en el número 11, sobre la naturaleza eclesial de los sacramentos".
Respecto al cardenal Carlo Caffarra, uno de los cuatro cardenales de los "dubia", Scola subraya "que siempre he sentido un afecto sincero por él, y nos unía una gran amistad", habiendo trabajado con él "en total sintonía durante muchos años en el Instituto para los estudios sobre el matrimonio y la familia; su repentino fallecimiento me impactó dolorosamente".
Y añade:
"Creo que nadie puede poner objeciones a su competencia teológica y canónica, así como negar su franqueza y lealtad al Papa".
Pero Scola quiere precisar que "mi crítica a 'Amoris laetitia' es de otra naturaleza respecto a la de los 'dubia', que revelan un planteamiento intelectual, donde la teología y la moral se conciben en términos deductivos. Además, los 'dubia', en mi opinión, no resaltan suficientemente la naturaleza esponsal de la Eucaristía como fundamento del matrimonio, que se encuentra en el origen de su relevancia eclesial".
Más adelante, en su libro-entrevista autobiográfico, Scola recuerda la visita de Benedicto XVI a Milán con ocasión del encuentro mundial de las familias, en junio de 2012.
Y dice:
"Me impresionó, de manera particular, su bellísima respuesta improvisada a una pregunta sobre los divorciados que se han vuelto a casar. Dijo que no basta que la Iglesia ame a estas personas, sino que 'estas deben ver y sentir este amor'. Y añadió que 'su sufrimiento, si real e interiormente aceptado, es un don para la Iglesia'. Palabras conmovedoras que documentan una atención y una sensibilidad a un problema que no ha surgido repentinamente con 'Amoris laetitia', como desearía una vulgata superficial y grosera".

Sandro Magister