Jesús al sacerdote Ottavio Michelini


¿Cómo ejerzo Yo mi presencia en mi Cuerpo Místico?
Primero con el don de mi palabra.
Yo he confiado a la Iglesia el patrimonio, el depósito espiritual de mi Palabra que es palabra de vida y de verdad: he tutelado este tesoro con la asistencia del Espíritu Santo. 
Yo soy la Verdad, el Camino que mi Iglesia puede indicar con seguridad a todas las almas sin sombra de equivocación.
Los atentados contra Mí, Palabra de Dios, en el curso de los siglos han sido continuos y feroces. Herejes, pseudo - maestros y mentirosos instigados sin tregua por el Maligno, han hecho de todo para borrar de la faz de la tierra a Mí, Camino, Verdad, Vida, a Mí, Palabra de Dios. Pero inútilmente. 
Este siglo en fin, materialista, no desperdicia medio ninguno, ninguna tentativa para destruirme: sectas, partidos ateos, corrientes envenenadas de filosofías perversas y demoledoras de todos los más sublimes valores espirituales, valores de verdadera civilización.
Pero ¿es posible que los hombres sean tan cortos de memoria para no recordar ya  la trágica historia de este siglo, que es vuestra historia?
Lo que es extremadamente penoso es el hecho de que muchos de mis sacerdotes, antes que confiarse humildemente al Magisterio infalible de Mi Iglesia, erigiéndose con presunción en maestros, se han  coaligado con los enemigos de la verdad,  se han vuelto responsables de la difusión de no pocas herejías con gran daño para las almas
¿Porqué tantos sacerdotes míos se hacen promotores con Satanás de tanto daño para las almas? La soberbia ciega, sí verdaderamente ciega.


La Eucaristía

Hijo, estoy además presente en la Iglesia en el misterio del Amor y de la Fe, quiero decir en el Misterio de la Eucaristía. 
Estoy verdaderamente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Esta presencia mía,  si fuera creída, sentida y vivida en toda la sublime maravillosa realidad divina, por todos mis sacerdotes, se transformaría en tal fermento de purificación y vida sobrenatural, que se podría transformar aun  por sólo mis sacerdotes, el rostro de la Iglesia y  arrancar de mi Corazón misericordioso gracias y hasta milagros insospechados. 
pero por desgracia no son muchos los que creen firmemente. 
La mayoría cree débilmente; no faltan los que en realidad no creen en mi presencia eucarística.