Lennon y Crowley

El disco más vendido de Los Beatles, The White Album, marcó el principio del fin de la banda, y ya cumplió 40 años.

John Lennon había afirmado, en algún momento y en algún lugar, dado el rapto frenético que era su vida, que no quería morir a los 40. Parece que su asesino le tomó la palabra: falleció a los 40 años y dos meses. Había originado una gran polémica al asegurar que Los Beatles eran más populares que Jesucristo y en Imagine hacía de su deseo una apología de un mundo sin religión.

Su amistad con Crowley, satanista para más datos, incluido en la portada del Stg. Peppers junto a otros iconos admirados, da qué pensar. Crowley inspiró el movimiento hippie: amor libre y LSD fueron consagrados por el gran ídolo de la juventud de finales de los 60 y principios de los 70: John Lennon.

Se impulsó así un credo de pacotilla, de amor y de paz etéreos, de flores y símbolos, cuyo influjo, casi universal, quedó enfrentado a la doctrina de Jesucristo. La leyenda favorita de Crowley: "Haz lo que tú quieras será toda Ley", sostuvo la liberación sexual de la época.

 El matrimonio, y en general todo compromiso, quedaron heridos de muerte en la configuración vital de la juventud: el hedonismo era el nuevo código a estrenar y nadie comprometido con la revolución cultural debía ignorarlo.

El pacifismo de alpargata aún colea: se oyen mil voces contra la guerra mientras se empuja a la conflagración de las conciencias. El 'Haz lo que quieras' promueve todo tipo de delitos y abusos contra Dios y contra el prójimo.

Sin Dios no hay paz, porque Dios es la paz aun en tiempos de guerra. La paz que comunica Cristo se mantiene en la persecución y en la violencia, pues es Él mismo quien toma posesión del alma amante de su Ley: amor, paz y felicidad son inseparables y un signo de que se ha aprendido a amar.

A Lennon le habría compensado hacer un elogio de la religión. Su asesino habría recordado que un quinto mandamiento prohibía quitar la vida a persona alguna, fuera o dentro de nuestras leyes humanas que transigen sin pudor con la pena de muerte y el aborto.

María Ferraz