La virginidad: Vocación al amor

                       
La virginidad cristiana es vocación al amor: hace que el corazón esté más libre para amar a Dios y realizar así mejor el servicio a su Reino. 

La razón de esta virginidad es por el reino de los cielos. «La búsqueda de Dios, una vida de comunión y el servicio a los demás son las tres características principales de la vida consagrada» 

Presupone una llamada de Dios. Dios irrumpe en nuestra vida con su amor y cambia nuestros planes, haciéndonos sus testigos ante el mundo. «Tú, sígueme» (Jn 21,22), nos dice Jesús. 
La reacción ante esta llamada está expresada en Jer 20,7: «Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir». 

Supone una invitación divina y la aceptación de la plena entrega para toda la vida que exige esa petición, que también se apoya en la gracia de Dios.

Iluminada por la fe  «la persona consagrada se siente capaz de un amor radical y universal, que le da la fuerza del autodominio y de la disciplina necesarios para no caer en la esclavitud de los sentidos y de los instintos. La castidad consagrada aparece de este modo como una experiencia de alegría y libertad» (Exhortación de Juan Pablo II, Vita consecrata 88). Sólo si uno la vive y acepta como un don divino, puede sentir su fascinación.

Fuera de este contexto de amor y enamoramiento hacia Dios basado en la fe y en la oración, no tiene sentido. El sacerdote y la persona consagrada deben ser personas de oración, maduros en su elección de vida por Dios, que saben que sólo en la fe se puede vivir la castidad consagrada y que se apoyan en los medios de perseverancia, como el sacramento de la confesión, la devoción a la Santísima Virgen, la mortificación, la entrega apasionada a su misión pastoral y eclesial, la alegría y el sentido del humor.

La virginidad es expresión de un modo de amar y por ello debe ser vivida con alegría porque es la condición más feliz para un cristiano (1 Cor 7,40), tanto más cuanto que entre los frutos del Espíritu están la fe, el amor, la alegría y la paz (Gál 5,22). Es, ciertamente, una manera muy válida de realizar la propia personalidad, nuestra afectividad, como lo muestran tantos grandes hombres y mujeres que han vivido la virginidad consagrada y han tenido o tienen una vida muy fecunda, pues los consejos evangélicos son un camino totalmente adecuado para la plena realización personal.

«Los padres por ello deben alegrarse si ven en alguno de sus hijos los signos de la llamada de Dios a la más alta vocación de la virginidad o del celibato por amor del Reino de los cielos» (Sexualidad humana: verdad y significado)

Sin embargo, Pablo no la recomienda sino con suma discreción, ya que es un carisma, un don particular de Dios y también en el orden sobrenatural puede suceder que lo mejor sea enemigo de lo bueno.

La razón primaria de la virginidad está en la donación y entrega de sí mismo, en el amor, y porque es donación se suele confirmar a través del voto. La virginidad hay que vivirla en una entrega total de amor.
                           
Pedro Trevijano, sacerdote