Ella lo cuenta en su libro. Se encontraba en el coche, camino del aeropuerto de Berlín para volar a Frankfurt cuando le llamó la Canciller Angela Merkel y le preguntó si estaba dispuesta a ser Ministra de la Familia.
Después de aceptar el cargo, Kristina Schröder estaba agotada de dar continuamente explicaciones tanto a las feministas empedernidas como a las que ella llama “conservadoras estructurales”.
En un país que sufre como toda Europa del “invierno demográfico”, se debate abiertamente cuál debe ser el comportamiento adecuado como padres y educadores. Mientras que las “feministas oficiales” y también algunos empresarios hacen presión para que muchas mujeres empleen su talento en el mundo laboral, otras acusan de ser “madres cuervo” a aquellas que aparentemente se desentienden de sus hijos al meterlos en una guardería a los tres meses.Kristina Schröder es partidaria de una paternidad y de una responsabilidad compartida por parte del padre y de la madre. Para ella un posible ideal en el siglo XXI consiste en que tanto el padre como la madre trabajen a jornada partida y así les sea posible a los dos compartir las responsabilidades del hogar y de la educación.
Es un modelo que me parece interesante y que he experimentado trabajando en una empresa sueca (Ericsson) durante doce años. He visto a muchos gerentes de todos los niveles abandonar una temporada su trabajo, para dedicarse más a los hijos.
Mientras que el siglo XX fue el siglo de la entrada masiva de la mujer en el mundo laboral, el siglo XXI debería ser el siglo del varón: del hombre que comparte la tarea educativa (y que no se mueve como un extraño en su propia casa) y del empresario que respeta los horarios de aquellos empleados que son padres y madres de familia y no convoca reuniones a horas intempestivas o durante los fines de semana.Schröder ha acusado públicamente como enemigos de la familia a aquellos directivos que convocan este tipo de reuniones de trabajo. Suelen ser personas para los que las relaciones de trabajo se convierten en sucedáneos de la vida familiar y no sorprende, por tanto, que un mundo laboral agresivo sea culpable de la ruptura de muchos matrimonios.
No olvidaré lo que me contaron de un gerente que asistió a un programa de una escuela de negocios, que al final de la clase comentó a la profesora: “He descubierto que no sólo soy responsable de mi divorcio, sino también del divorcio de muchos de mis empleados”.
Fuente: The family watch, José Pons