La renuncia de un Papa no es algo normal. No es algo que debe
alegrarnos, o que trae consigo solo una sorpresa y nada más. La renuncia
de un Papa es una tragedia. Es algo serio. Es algo doloroso. Y es algo
horroroso.
Al Papa Benedicto XVI le han crucificado durante los casi 8 años que ha
estado gobernando a la Iglesia y lo hemos visto, ha sido una
crucifixión, un martirio a los ojos de todos. Hemos sufrido -por lo
menos yo y otros- viendo cómo iban por él, cómo le agobiaban los
enemigos de fuera con colaboración de algunos enemigos que están dentro,
con la basura de dentro, aireada, promocionada durante años por esos
enemigos de fuera. Esto es lo que ha sucedido. Un pueblo de Dios que ve
como matan a su pastor y que no se da cuenta, es terrible. El Papa es un
mártir… Fue crucificado a la vista de todos. Y ya no pudo más. El Papa
no renunció para tomarse unas vacaciones, ni para disfrutar sus últimos
años de vida. Renunció porque ya no podía más, porque le hemos dejado
solo, como él mismo lo dijo ante la situación de la revocatoria de la
excomunión a los obispos lefebvrianos en el 2009.
El mundo que vive la dictadura del relativismo, no tolera el bien ni el
mal objetivo, no tolera la verdad, y Benedicto molestaba. Si hacemos
recorrido el mundo lo juró como enemigo. Y ahora aplaude a su sucesor.
El Santo Padre Benedicto XVI dio su vida por la Iglesia, puede gustarle o
no a la gente un Papa, pero esto no es una opción para un católico
auténtico, que debe amarle y rezar por él, escucharlo y dejarse guiar
por el Papa, discerniendo para su vida lo qué Dios quiere mostrarnos. Y
muchos hermanos le siguen martirizando cuando someten a los Papas a
tediosas comparaciones que jamás son felices en sí mismas. Ya que ambos y
todos son don de Dios para la Iglesia. Y crucificamos al Señor
nuevamente con las frases: "ahora sí..." "este sí..."
Debemos hacer un examen de conciencia muy profundo y preguntarnos: ¿He
dejado sólo al Papa? ¿Qué he hecho yo para acompañarle? ¿Me he informado
para defenderle? ¿Lo he criticado?
Y no sólo un examen, también pedir PERDÓN a DIOS.
Que nuestra alegría por la elección del Papa Francisco no sea la del
mundo, que ahora lo alardea, pero cuando el Papa exponga a Cristo lo
crucificará. Ya que el mundo no soporta la Verdad. Y es raro pensar que
el mundo aclame un Papa, pero el demonio está sacando más tajada de esto
ya que continúa martirizando a los predecesores e instala en la Iglesia
la comparación y las falsa esperanza de un cambio, que difiere mucho a
lo que el auténtico Francisco realizó en la Iglesia por el llamado del
Señor: "REPARA, RESTAURA mi Iglesia" y no un REFORMA mi Iglesia, y esta
falsa esperanza, lejos de Cristo, nos disgrega y debilita la Fe.
Nuestra alegría es superior. Nuestra alegría es que Cristo permanece con
nosotros. Sea Argentino, Chino o Francés: El Papa es de todos. Tengamos
alegría, pero HAGAMOS, RECEMOS, COMPROMETAMOS nuestra vida por el Santo
Padre Francisco, si le dejamos solo ya sabemos como termina la
historia. Que el mundo aplauda... nosotros recemos y construyamos la
Iglesia como él mismo nos exhortó en su primera homilía. Es hora de
REZAR POR EL PAPA. MUCHO. MUCHO.
Y tengamos amor profundo al Papa Emérito Benedicto XVI, que por amor a
la Iglesia no se bajó de la Cruz y continua en ella orando por cada
uno.
Oremos por el Santo Padre, El Señor lo conserve, lo fortalezca, lo haga
feliz en la tierra, y no permita que caiga en manos de sus enemigos".
Padre Javier Carbone