El Papa Francisco ha hablado en una de sus homilías diarias de la Confesión:
“El confesionario no es una lavandería: es un encuentro con
Jesús, pero con este Jesús que nos espera, que nos espera como somos.
‘Pero Señor, mira yo soy así…’, me da vergüenza decir la verdad: ‘He
hecho esto, he pensado esto’. Pero la vergüenza es una verdadera virtud
cristiana y también humana… la capacidad de avergonzarse: No sé si en
italiano se dice así, pero en nuestra tierra a aquellos que no pueden
avergonzarse se les llama ‘sin vergüenza’, porque no tienen la capacidad
de avergonzarse y avergonzarse es una virtud del humilde, de aquel
hombre y de aquella mujer que es humilde”.
Alguna persona se escandalizará al oír que la vergüenza es una
virtud cristiana. A mi también me extrañó al leer los titulares. Quizás
haya que definir mejor las palabras del Santo Padre para diferenciar el
sentimiento de temor a confesar nuestros errores, del sentimiento de
arrepentimiento. A veces llamamos a ambos sentimientos con el mismo
nombre y no son lo mismo. Esta confusión se debe a que confundimos ambas
sensaciones, ya que se suelen dar al mismo tiempo.
Una persona incapaz de sentir culpa y arrepentirse, es un
sinvergüenza. Una persona que se arrepiente profundamente y que no tiene
miedo de aceptarlo ante los demás y ante Dios, tiene andado un camino
hacia la santidad. El primero será incapaz de pedir perdón a Dios y a
sus hermanos. El segundo vive la humildad de no sentirse más que las
demás personas que le rodean.
Creo que la confusión de estos dos enfoques de la vergüenza, nos
ha traído más de un problema con el sacramento de la confesión. El Papa
Francisco concreta un poco más el tema:
“Es necesario tener confianza porque cuando pecamos tenemos un
defensor ante el Padre: Jesucristo, el justo. Y Él nos sostiene ante el
Padre y nos defiende frente a nuestras debilidades. Pero es necesario
ponerse frente al Señor con nuestra verdad de pecadores, con confianza,
también con gozo, sin maquillarnos… ¡No debemos jamás maquillarnos
delante de Dios!. Y la vergüenza es una virtud: bendita vergüenza. Esta
es la virtud que Jesús nos pide: la humildad y la docilidad”
La vergüenza que el Papa Francisco nos propone es “humildad y
docilidad” ante el Señor. Nunca miedo al Señor y a nuestros hermanos.
Dejemos el miedo. Tenemos que cultivar la contrición de corazón y alejar
el miedo de manifestar ante Dios y nuestros hermanos que somos
falibles, infieles y soberbios. Tenemos que alejar de nosotros el miedo a
confesar nuestros pecados y pedir sincero perdón al Señor. Entonces
empezaremos a darnos cuenta de la maravilla que se esconde tras el
sacramento de la confesión.