Vencido el diablo y derrocado su hijo el Anticristo, se habrá cumplido la salvación y ya no habrá que temerle, pues habrá sido enviado a la condenación eterna. "Así se acaba la guerra del Hijo de la Perdición que no reaparecerá jamás [..] Tras la caída del Anticristo, la gloria del Hijo de Dios será aún más grande" (OD, 3ª 5ª,37).
Por su parte, el Scivias dice: "Tras la muerte del
Anticristo, el lugar donde cayó se llenará de hedor y de niebla [...]
para que los hombres seducidos por el Impío se aparten de su error y
vuelvan a la verdad". Al ver la muerte del Anticristo, "los pueblos se
sobrecogerán, presa del más horrible espanto, derramarán sollozantes
lamentos y lúgubres clamores, y dirán amargamente que se engañaron" (SC,
3,11, 39).
"Caído el Hijo de la Perdición muchos de los que cayeron en el error volverán a la verdad" (SC, 3, 11, 40). No obstante, es de suponer que el Anticristo seguirá teniendo seguidores hasta el final del tiempo, pues la Luz Viva exhorta a hacer frente "a cuantos precedan y sigan al Hijo de la Perdición, al que llamáis Anticristo" (SC,3,11,19).
"Caído el Hijo de la Perdición muchos de los que cayeron en el error volverán a la verdad" (SC, 3, 11, 40). No obstante, es de suponer que el Anticristo seguirá teniendo seguidores hasta el final del tiempo, pues la Luz Viva exhorta a hacer frente "a cuantos precedan y sigan al Hijo de la Perdición, al que llamáis Anticristo" (SC,3,11,19).
La Luz también anuncia a la Iglesia una época
de esplendor y de conversiones, lo que obliga un tiempo de duración
desconocida para que los seres humanos pueden rectificar y convertirse,
antes del Juicio Final colectivo en el que quedarán cristalizadas,
valoradas y retribuidas para toda la Eternidad nuestras conductas. De
hecho, la Luz Viva anuncia para esta época la conversión del pueblo
judío (OD, 3ª, 2ª,8).
"Revelado el testimonio de los Dos Testigos y
vencido el Hijo de la Perdición, el Hijo del Hombre brillará claro y
hermoso en la fe católica hasta que llegue el fin del mundo" (SC, 3, 11,
11). Todo lo que Jesús instituyó persistirá no sólo entonces sino
también después: "Todo lo que he fundado maravillosamente persiste y
persistirá a lo largo de los ciclos de este número pleno y allende el
fin de los tiempos, bien afianzado por mi mano" (SC, 3,11,17).