*Sobre el juicio temerario

El juicio temerario es un pecado contra la justicia, y muchas veces contra la caridad.

Es un pecado contra la justicia, porque el hombre tiene el derecho a que no se le juzgue malo sin causa o sin motivo suficiente.

Y muchas veces es un pecado contra la caridad, cuando el juicio temerario conlleva cierto desprecio del prójimo.

SE DAN GRADOS en el juicio temerario:

  • DUDA TEMERARIA
  • OPINIÓN TEMERARIA
  • SOSPECHA TEMERARIA
  • JUICIO TEMERARIO

EJEMPLO: Supongamos que en lugar, hay mujer aparentemente piadosa.
Por la manera en que se comporta en la capilla, por el modo de hacer la genuflexión, de rezar, etc., podemos darnos cuenta de su aparente piedad.
Por otra parte, supongamos que una persona temeraria ve algunas cosas del comportamiento de esa mujer fuera de la capilla, que no son concordes con su aparente piedad y devoción; y comienza entonces a pensar si ella será hipócrita. Los hechos y motivos que conoce de esa mujer son insuficientes para determinar algo sobre ella, pero si aún así, procede a juzgarla, estos serían los grados por los que podría subir:

DUDA TEMERARIA (el temerario se dice interiormente: “No sé si esa mujer es hipócrita, tengo duda”; es decir, él pone las dos posibilidades, pero no se inclina por ninguna de ellas (pensar así ya es pecado).

OPINIÓN TEMERARIA (el temerario se dice: “quizá esa mujer es hipócrita”; ya se inclinó a pensar así, aunque no descarta que se puede equivocar, el pecado se agrava).

SOSPECHA TEMERARIA (después se dice: “sospecho que esa mujer es hipócrita”, o sea, ya se inclinó más fuertemente por pensarlo; el pecado aumenta)

JUICIO TEMERARIO (finalmente juzga: “¡sí esa mujer es hipócrita!”, y así consuma el pecado de juicio temerario). 


La materia grave, en el juicio temerario, es solamente cuando la cualidad es gravemente perjudicial al honor: (juzgar temerariamente que alguien es un ladrón, fornicador, adúltero, homosexual, incestuoso, etc.)

Ello no implica extender una confianza ilimitada a todos, ni la ingenuidad del que se deja engañar; sino analizar sólo lo externo y no juzgar las cosas ocultas. Únicamente
Dios es el merecedor de una confianza absoluta; 
del hombre se puede desconfiar,

pero sin hacer juicios temerarios.

¡Desechemos ya los juicios temerarios, veneno de todo los días! ¡No juzguemos al prójimo, no lo hundamos con nuestros pensamientos y desprecios! ¡Y menos al sacerdote!, pues dijo Dios: “No toquéis a mis Ungidos” (Salm.104,15). Nunca olvidemos las palabras de Nuestro Señor: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mt. 7,1).

Y por último, no confundamos el buen discernimiento que se basa en datos reales y objetivos para realizar un concienzudo y equilibrado ejercicio que nos permita analizar la realidad con lo que sí es un juicio temerario, que se hace sin los suficientes elementos y con ligereza. No se trata de renunciar al ejercicio de la inteligencia sino de emplear ésta con objetividad, justicia y caridad.

Hemos ya comentado el caso del cura rockero. Cuando se trata de un personaje, sacerdote o no, que exhibe públicamente sus pecados o sus herejías contra la fe católica como si fueran principios válidos de comportamiento , incluso los propaga ampliamente en la prensa, en videos y en internet ante el desconcierto y escándalo ajeno, se debe alertar a los fieles que ese comportamiento es propio de un lobo que descarría a las ovejas de Cristo. Cristo nos advirtió que estuviésemos alertas contra estos falsos pastores. No, en estos casos no se trata ni de prejuzgar, ni hacer juicios temerarios, ni de juzgar pecados personales ni nada que esté oculto, mucho menos de juicios ligeros y sin fundamento, pues él/ellos mismo se presenta como si su vida y testimonio fuera correctos.


Extracto de un artículo aparecido en Catolicidad