(...) Sor Lucía me decía también:
Padre, el
demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen; y como sabe
qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará
ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas
consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las
almas desamparado, y (el demonio) más fácilmente se apodera de ellas.»
«Dígales
también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron
porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus
apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que
notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de
los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma; y no
sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios
para hacer oración y sacrificio (...).
Lo segundo
que santificó a los niños fue la visión del infierno (...). Por esto,
Padre, no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que
ciertamente vendrán sobre la tierra si el mundo antes no hace oración y
penitencia. No. Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en
que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al
pecado.»
«Padre —me
decía Sor Lucía—, no esperemos que venga de Roma una llamada a la
penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo; ni esperemos
tampoco que venga de parte de los señores Obispos cada uno en su
diócesis; ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas.
No; ya Nuestro Señor usó muchas veces estos medios, y el mundo no le ha
hecho caso.
Por eso,
ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma
espiritual; que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas
las almas que Dios ha puesto en su camino... Padre, la Santísima Virgen
no me dijo que nos encontramos en los ULTIMOS TIEMPOS del mundo, pero me
lo dió a demostrar por tres motivos:
El primero,
porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la
Virgen y una batalla decisiva, es una batalla final en donde se va a
saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así
que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.
Lo segundo,
porque me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos
remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al
Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere
decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.
Y tercero,
porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a
castigar al mundo, agota antes todos los demás medios; y cuando ha visto
que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si
dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierto
temor el último medio de salvación, su Santísima Madre.
Si
despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del
cielo; porque hemos cometido un pecado, que en el Evangelio suele
llamarse pecado contra el Espíritu Santo; que consiste en rechazar
abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se
presenta en las manos.
Y también
porque Nuestro Señor es muy buen hijo... y no permite que ofendamos y
despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la
historia de varios siglos de la Iglesia que, con ejemplos terribles, nos
indica cómo Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su
Santísima Madre.»
«Dos son los
medios para salvar al mundo, me decía Sor Lucía de Jesús: la oración y
el sacrificio (...) Y luego, el Santo Rosario. Mire Padre, la Santísima
Virgen, en estos ULTIMOS TIEMPOS en que estamos viviendo, ha dado una
nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay
problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo
espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o
a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades
Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones.
No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario.
LA ÚLTIMA ENTREVISTA PÚBLICA DE SOR LUCÍA
Por el Padre Joaquín María Alonso, C. M. F. - Archivero oficial de Fátima.