*Un Testigo de Jehová en mi puerta

¿Qué hago? El primer criterio de actuación para un católico es la caridad. La inmensa mayoría de los testigos de Jehová con la mejor intención querrán apartarnos de este “inicuo sistema de cosas” –como llaman al mundo apartado de “su” percepción de la revelación de Dios– y ofrecernos la salvación. Pensemos siempre que han sido engañados y que se les ha adoctrinado en una tergiversación de la genuina fe. Una correcta actitud cristiana, por tanto, es la hospitalidad y el respeto. Desde ahí, caben dos opciones que cada uno tendrá que valorar. Si el que se encuentra con ellos no tiene una sólida formación doctrinal y una fuerte experiencia de fe, es mejor que rechace con cortesía el ofrecimiento de material escrito o de conversación. Y aquí se acaban las recomendaciones. 

Ahora bien, si el católico interpelado tiene claras las cosas y puede dar razón de su fe y tiene tiempo y paciencia para entablar un diálogo, puede continuar. Siendo consciente de que está siendo el blanco de una cuidada ofensiva proselitista. ¿Exagero al decirlo así? Nada de eso, ya que los testigos de Jehová son minuciosamente formados para este acercamiento, e incluso se “entrenan” en sus reuniones semanales para saber a qué personas acercarse, qué temas sacar, qué respuestas dar, qué dudas sembrar y qué publicaciones ofrecer. Por lo tanto, ellos no conciben el encuentro interpersonal como un verdadero diálogo, ya que éste exige la receptividad a lo que pueda decirme el otro, e incluye la posibilidad de que yo aprenda algo.

Un cristiano sabe que Jesús se presentó como Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre, y fundó su Iglesia Católica; entendió su muerte como una entrega voluntaria para reconciliar a toda la humanidad pecadora con Dios, dejando su presencia real, de forma sacramental, en el pan y el vino. Cosas en las que no creen los Testigos de J. siguiendo los dictados de la corporación empresarial que dirige la secta, la Watchtower Bible and Tract Society, y de su interpretación de la Biblia: la revista La Atalaya
Rechazan la doctrina de la Santísima Trinidad y, la divinidad de Cristo, que no sería el Verbo encarnado, sino la primera y más excelsa criatura de Dios, a quien llaman obsesivamente Jehová, en un error de transliteración del nombre hebreo de Dios, Yhwh. Es decir, que sería hijo de Dios, pero no “Dios de Dios, luz de luz” como afirmamos en el símbolo de la fe. 

Ellos utilizan la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, y que de traducción no tiene nada. En sus páginas han manipulado y deformado una considerable cantidad de versículos para adaptarlos a sus doctrinas, en todo lo relativo a la divinidad de Jesús, la identidad personal del Espíritu Santo, la presencia de Cristo en la eucaristía (su identificación con el pan y el vino de la última cena), la doctrina sobre el más allá de la muerte, etc.

Si el católico que se encuentra con ellos tiene, además, algunas nociones de griego y hebreo, las lenguas originales de los libros de la Sagrada Escritura, puede ayudarles a entender que Jesús no dijo “esto significa mi cuerpo” en el cenáculo, y que Juan nunca escribió en su prólogo que “la palabra era un dios”… que una cosa es traducir, y otra falsificar.

Y para terminar, aunque creo que es, en el fondo, lo más importante: ¿cómo tenemos que responder los católicos a los testigos de Jehová? ¿Con elaboradas técnicas y planes pastorales y apologéticos? ¿Con un ejército de creyentes formados que vayan de puerta en puerta ofreciendo la verdad de Jesucristo? Algunos movimientos eclesiales ya lo hacen, y habrá quienes se sientan llamados por Dios a un ministerio particular de predicación de la Palabra, y bienvenidos sean.
Para la Iglesia entera, para unos y otros, una cosa es necesaria y urgente: la nueva evangelización. Hacer que la gente se encuentre con Cristo –y los evangelizadores tienen que ser los primeros en haber tenido esta experiencia radical de transformación a la luz del evangelio–, mostrarles que, como nos recordó Benedicto XVI, la puerta de la fe está siempre abierta. Así habrá mucha menos gente que encuentre en los testigos de Jehová la respuesta –embaucadora siempre– a sus demandas espirituales y sus necesidades de trascendencia.




Luis Santamaría del Río