Mensaje de Jesús a Marga del 18 de junio de 2008 (sigue)
Jesús:
Yo vendré. Bajaré del Cielo, y conmigo la Jerusalén Celeste.
Y vendré a establecer mi Morada entre vosotros, los que habéis
permanecido fieles. Con ellos construiré la Nueva Jerusalén.
Y no habrá ya más llanto y corrupción.
Volveré a establecerme en el Centro del Santuario. Y habrá Adoración Perpetua en todos los Templos.
La vida de los que en Mí creen será eminentemente eucarística.
En Ella, ya no sólo creeréis por la fe, sino por los sentidos
exteriores e interiores. Me comunicaré a todos en Efusión de Amor. Y me
haré visible a muchos.
Viviré íntimamente con el hombre sobre la tierra. En la que ha
venido ya una Nueva Creación. En la que Yo he derramado mi Espíritu y he
hecho nacer una Nueva Creación. Todas las cosas renovadas. Y el hombre
no vivirá ya más en pecado. Aunque pecado habrá, pero el hombre no vivirá más ya inmerso en él.
Imagínate los Templos visitados día y noche. Imagínate un mundo donde sólo se me busque a Mí.
Falta mucho para esto.
Pasad primero por la Gran Tribulación. Se os perseguirá, se os perseguirá. Pero permaneced fieles. Lo que os espera luego es dichoso, es tremendo, ¡grandioso!
Jesús, ¿qué tiene que ver esto con «La Verdadera Devoción al Corazón de Jesús»?
Estamos en el inicio del dictado. Ten paciencia. Amén.
Mi Amor se os ha ido revelando poco a poco. Desde el comienzo de los hombres, desde la Creación.
Yo os manifesté mi Amor desde la Creación, aunque existiera antes.
Todo lo hice para ti, alma mía. Y poco a poco se os ha ido mostrando más
apasionadamente. Se os ha manifestado más visiblemente. Hasta con
Promesas y con gracias especiales.
En esta Hora de la Historia, Yo me quiero manifestar todavía más, porque es una Hora en la que reina el pecado.
Diréis que la máxima manifestación del Amor de Dios está en enviar a su Hijo a redimiros. Y Yo os digo que la máxima manifestación del Amor de Dios está en la instauración de la Eucaristía. De instaurar ese Sacramento en medio de vosotros. Este es el máximo exponente de mi Amor.
Para adorarme verdaderamente en este Sacramento de Amor, Yo he manifestado la Devoción a mi Sacratísimo Corazón.
La cumbre es la Eucaristía. Toda la Revelación de esta Devoción es eminentemente eucarística, y culmina en Ella.
Dios se ha hecho Hombre por Amor. Pero Dios ha recogido su
Humanidad en un pedazo de Pan, por tu Amor. Para que tú, tú y tú, hombre
de todos los tiempos, pudieras llegar a una íntima Comunión con El,
superior a aquella que tuvieron los Apóstoles conmigo en mis tres años
de vida pública. O la que tenían la Virgen, María Magdalena y San Juan
al pie de la Cruz. Dios quiere haceros depositarios a cada uno de
vosotros de la unión que tuvo con sus discípulos predilectos.
Es más, por medio de la unión con la Eucaristía, llegáis a ser mi Madre para Mí.
Vuestro corazón tiene el poder de convertirse en el Corazón de María
por la unión Eucarística. Albergadme en vuestro corazón como me albergó
María. Haced la prueba. Sólo haced la prueba. Abrid esa Puerta. Esa
Puerta de los Tesoros Eucarísticos de Comunión destinados para mis
elegidos, ¡y para todos los hombres! Vivid esa vida eucarística con
María.
Estad en Gracia. En permanente estado de Gracia, para que Yo
pueda habitar en vosotros. Para que me dejéis libertad plena para
actuar en vosotros.
Por eso te digo: Toda mi Revelación de mi Corazón culmina en esta
Hora en el Corazón Eucarístico de Cristo, Corazón de Hombre, Corazón de
Dios.
Aunque todo mi Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad se encuentran
contenidos en un solo pedacito de Eucaristía, lo que es especialmente,
es mi Corazón. Lo que tenéis todos los días en el Sacrificio del Altar es mi Corazón.
Si se hiciera carne la materia de la Hostia, sería un Corazón. (1) Juan
vio, al reclinarse sobre mi Pecho, que lo que yo les daba era mi
Corazón.
Ese Corazón, alimenta a la persona y hace, si su vida es pulcra,
que lata ya no su corazón, sino el Corazón de Cristo en ella misma.
«Arrancaré tu corazón de piedra y te daré un Corazón de Carne». El Corazón de Jesús hecho Eucaristía.
Nota (1) A título de «dato interesante», podemos recordar que en
el siglo VIII, en la ciudad adriática de Lanciano (Italia), durante su
Misa, un monje dudó de la presencia real de Cristo bajo las sagradas
especies. En ese momento el sacerdote vio cómo la sagrada Hostia se
transformaba en carne humana y el vino en sangre, que posteriormente se
coaguló. En la catedral se custodian estas reliquias. En 1970, por
iniciativa del arzobispo de Lanciano, monseñor Pacifico Perantoni, y del
Ministro provincial de los Conventuales de Abruzzo, contando con la
autorización de Roma, los Franciscanos de Lanciano decidieron someter a
examen científico las reliquias. El resultado de los análisis mostró:
«La Carne es verdadera Carne. La Sangre es verdadera Sangre. Ambas
pertenecen a la especie humana. La Carne está constituida por el tejido
muscular del corazón. En la Carne están presentes, en secciones, el
miocardio, el endocardio, el nervio vago y, por el relevante espesor del
miocardio, el ventrículo cardiaco izquierdo. La Carne es un corazón
completo en su estructura esencial.» En 1973, el consejo superior de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) nombró una comisión científica
para verificar dichas conclusiones. Los trabajos se prolongaron 15 meses
con medio millar de exámenes. Las conclusiones de todas las
investigaciones confirmaron lo que había sido declarado y publicado
anteriormente.
Ecos de Garabandal
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