¡Cuánto valen los sufrimientos soportados con paciencia! ¡Salvan más almas que
la oración! Por eso, no hay que ver el sufrimiento como un castigo, pues puede
ser un tesoro, si lo ofrecemos con amor por la salvación de los demás. Solamente
en el cielo, podremos saber todo lo que hemos obtenido con nuestros
sufrimientos, soportados con paciencia en unión con los sufrimientos de Cristo.
El sufrimiento es un gran don que nos acerca a Dios y a los demás.
Hasta aquel momento no había entendido que se trataba de un alma del purgatorio. Seguramente, durante su vida, no quiso ayudar a alguien que tenía necesidad de comida y alojamiento, y debía esperar que alguien le ofreciese lo que ella había rechazado a otros.
Otro día se me apareció el alma de un joven y me dijo:
Por no haber observado las leyes de tráfico, tuve un accidente de motocicleta y morí en Viena. Yo le pregunté: ¿Estabas listo para entrar en la eternidad? No estaba listo, respondió, pero Dios da dos o tres minutos para poder arrepentirse y sólo el que lo rechaza se condena. Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen que era su hora. Eso es cierto, cuando uno no tiene la culpa. Pero yo tuve la culpa; porque, según los designios de Dios, yo debería haber vivido todavía treinta años. Por eso, el hombre no tiene derecho a exponer su vida a un peligro de muerte sin necesidad.
También es muy importante, a la hora de la muerte, abandonarse y aceptar la voluntad de Dios. Una madre de cuatro hijos iba a morir y le dijo a Dios: Señor, si es tu voluntad, acepto mi muerte, pero te confió a mi esposo y a mis cuatro hijos. Por este acto de confianza y abandono total, fue directamente al cielo. Vale la pena abandonarse sin condiciones en las manos de nuestro Padre Dios y confiar en Él hasta el fin.