*Confusión en el vestuario



Pero los transexuales –o transgender, como ahora prefieren llamarse– van haciéndose más visibles. En California el gobernador Jerry Brown, demócrata,  ha firmado a mediados de agosto la ley que permite a los estudiantes que se consideran transexuales utilizar los vestuarios, las instalaciones y participar en los equipos del género con el que se identifican, independientemente de cuál sea su sexo biológico.

Esta ley es un caso típico de cómo la ideología de género impone su yugo a la naturaleza, y un aviso para los que aún creen que no vale la pena oponerse a sus pretensiones ya que no afectan a las libertades de los demás. De entrada, la gran mayoría de los estudiantes de California que no se identifican como transexuales ven infringido su derecho a la intimidad, por el que podrían esperar no verse forzados a compartir los vestuarios, las duchas y dormitorios con miembros del sexo opuesto.

Si el respeto a la intimidad ya no cuenta, tampoco parece fair play que un equipo de baloncesto femenino tenga que competir con otro donde el pivot transexual les saca veinte centímetros de estatura y tiene una fuerza muy superior. Es curioso que, precisamente en una época tan preocupada por que ningún deportista saque ventajas por el dopaje, se considere un progreso esta especie de dopaje genético que se autoriza a los transexuales en California. Pues por mucho que ellos se sientan del otro  sexo su cuerpo no ha cambiado.

Con una seguridad que podría parecer ingenua, el portavoz del gobernador ha justificado la medida como “una oportunidad para que todos los estudiantes puedan participar plenamente y tener éxito en la escuela”. Pero cualquiera que haya visto cómo los chicos hacen los equipos de fútbol, puede estar seguro de que alguien que tiene las condiciones físicas de una chica va a tener pocas oportunidades en un equipo masculino. Es más probable que los chicos que quieren tener una ventaja competitiva se unan a equipos femeninos, pero esto tampoco significa que vayan a ser bien vistos por sus compañeras. Así que cabe poner en duda que los estudiantes con problemas de género se sientan mejor acogidos a partir de ahora.

Pero la ortodoxia de género queda a salvo, aunque el derecho a la intimidad y el deporte salgan perdiendo.

Ignacio Aréchaga para Aceprensa