*Dios habla a un judío en su habitación


Testimonio de Benjamín Berger, Medjugorje, junio 2005


”Provengo de un ambiente judío religioso, no ultra ortodoxo, pero sí ortodoxo. Mis padres, mi padre de origen alemán y mi madre austríaca, ambos supervivientes de los campos de concentración nazis, habían logrado emigrar a los Estados Unidos. Una gran parte de mi familia fue exterminada en Auswitch. Tanto mi hermano Rubén como yo, sus únicos hijos, fuimos por tanto educados como judíos ortodoxos. Durante la primera parte de mi vida, fui muy religioso, pero a medida que pasaban los años, comenzaron a surgir muchas dudas en mi corazón, particularmente con respecto a la historia del pueblo judío y lo que le había acaecido. Me preguntaba cómo Dios había podido permitir algo tan terrible. Luego, siendo estudiante universitario, decidí que debía abandonarlo todo y volverme… no diría exactamente ateo, pero casi ateo. Pensaba: “No puedo creer que Dios exista verdaderamente y que haya permitido algo así”, y por otra parte nunca había hecho verdaderamente la experiencia de Dios. Entonces decidí tirar todo por la borda y me volví completamente secular.


Al cabo de cierto tiempo, vine a Europa por motivos de trabajo, primero a Dinamarca donde trabajé en un estudio de arquitectura. Pero en el fondo de mí, experimentaba un gran vacío. Me faltaba algo y nada podía colmar ese vacío. Me interesaba mucho al arte y a la arquitectura, esto me apasionaba, pero no era suficiente. Entonces llegué a resignarme, diciéndome en mi fuero íntimo: “¡No sé si alguna vez encontraré la respuesta a lo que busco!” No sabía lo que buscaba, pero sabía que tenía que ver con la verdad. Permanecí así durante largo tiempo.

En 1967, un día de primavera creo, volví a casa luego de mi trabajo. Era un día como cualquier otro. Estaba sentado leyendo el diario como solía hacerlo al volver del trabajo. Y nuevamente me puse a pensar en muchas cosas. Pensé en la fe y me dije: “Y bien, he llegado a un punto en mi vida en que no creo en nada. ¡Esto no es normal, tengo que creer en algo! Aquello me inquietaba mucho y pensé: “Si debo creer en algo, ¡quiero creer en algo que sea verdadero! ¡Porque uno puede creer en cualquier clase de cosas!, pero no sabía qué podía serlo.

Estando ocupado en esas cavilaciones, de repente sentí que había alguien más en la habitación. Sin embargo, no veía a nadie. Y esto me causó cierto temor, porque nunca había tenido esa clase de experiencias, ni había participado en ningún tipo de culto de ninguna especie. Era una persona muy racional, algo en cierta manera típicamente judío. Lo que podía ver y tocar, ¡eso era lo que podía creer! No creía en lo que no podía ver.
No obstante había una presencia en la habitación, y esa presencia se hacía cada vez más intensa. Tenía mucho miedo, aunque se trataba de una presencia de una pureza nunca antes experimentada. ¡Había algo tan puro que emanaba de aquella presencia! ¡Era absolutamente inmaculada! (No era una cosa, era una persona, pero al principio yo decía “una cosa” porque no podía de manera alguna identificar lo que era). ‘Esto’ llenaba la habitación. Experimentaba como una sensación de la Santidad de Dios en el cuarto. Por supuesto, para alguien que no estaba en absoluto acostumbrado a pensar en esos términos, no sabía de qué se trataba. Luego, fue como si alguien viniera muy cerca de mí, con una llave en la mano, luego introdujo esa llave en mi corazón, la hizo girar y la puerta se abrió. Era una puerta extremadamente maciza, semejante a la puerta de un banco, de aquellas donde se guarda el dinero, como la puerta de una caja de seguridad. ¡A eso se asemejaba la puerta de mi corazón! Cuando la puerta se abrió, y fue como si ese amor hubiera entrado e inundaba totalmente mi corazón. No comprendía qué era lo que estaba ocurriendo pero comencé a llorar. Y permanecí allí, sentado, llorando por un buen rato. Fue entonces cuando Dios me habló, y cuando lo hizo, era como si Su voz llenase el universo entero. Me dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob y soy Tu Dios. Tu vida es como un libro abierto ante mí. Conozco todo de ti”.
Era muy reconfortante, en cierta manera, saber que Dios existía y que me hablaba, pero también era aterrador. Era maravilloso saber que Dios era un Dios personal, que acudía a mí de esa forma. ¿Pero, por qué me estaba ocurriendo eso precisamente a mí? ¡No tenía la menor idea! Estaba en la búsqueda de la verdad, pero vivía mi vida a mi manera.


Fue entonces que me aconteció algo más increíble aún. Desde lo alto del Cielo cayó un nombre hebreo, Yeshua, el nombre de Jesús en hebreo. No había leído nunca el Nuevo Testamento, no tenía ningún amigo cristiano y nunca había verdaderamente oído hablar de los Evangelios. Lo único que sabía sobre Jesús, lo había oído decir aquí y en la tele, en el momento de Navidad, o en films como “La Túnica” (de Henry Koster, con Richard Burton, 1953, NDT), sin haberlo nunca comprendido verdaderamente. Los cristianos siempre me habían desconcertado porque hablaban de Sión, de cosas que, siendo judío, me eran familiares, pero no llegaba a comprender cuál era el nexo entre ellos y nosotros. Había crecido en un entorno en el cual no teníamos vínculo alguno con Jesús. El estaba allí muy lejos, verdaderamente muy lejos de nosotros. 


Pero en el preciso momento en que recibí Su nombre, en ese preciso instante, supe que era el Mesías, que él era el Dios de Israel. Era una revelación, por cierto, ya que esto no provenía de mi espíritu. Supe que Él era la respuesta a mi pregunta, a todos mis cuestionamientos. Sabía que en Él iba a encontrar respuesta a todas mis preguntas.
Luego, tuve una experiencia difícil de poner en palabras, pensé: “Si alguien como él viniera al mundo, ¿qué sería de él?” Sabía que el mundo lo rechazaría y lo crucificaría porque era completamente lo opuesto a lo que hay en el mundo. He aquí como esto comenzó…”
(……)
Benjamín me cuenta luego más de veinte años de su vida con Jesús, en especial su encuentro con una comunidad italiana muy relacionada con Medjugorje.
La entrevista prosigue de esta manera:


”Hemos conocido esta comunidad en 1996 y Dios nos ha unido de manera muy profunda en nuestros corazones, estamos profundamente unidos. Fueron un modelo de vida para nosotros y esto nos ha ayudado mucho. Desde entonces hemos permanecido muy próximos, manteniendo contacto, y si Dios quiere, vendrán a Israel en octubre próximo. Veremos qué sale de todo esto. Es por cierto la primera vez que una comunidad mesiánica y una comunidad católica viven una tal comunión, una real comunión. No creo que esto haya ya sucedido anteriormente. Pienso que es un signo, un signo profético de lo que Dios desea (…)


Luego, mi venida a Medjugorje… Siempre me interesé por Medjugorje porque había oído muchos comentarios sobre este lugar. Sabía que muchas personas se convertían aquí a Jesús y esto me conmovía profundamente. El hecho de que tanta gente se encontrase con el Señor, ¡no podía ser obra de Satanás! Y finalmente en ocasión de una conferencia en el sur de Italia, el otro dia, el hermano Luis (quien me acompañó en coche) propuso traerme a Medjugorje. ¡Y es así como vinimos de inmediato!”

Durante estos últimos días, me acerqué porque escuché los testimonios de los videntes y son muy auténticos. No hay duda alguna al respecto. No hay nada de raro en sus testimonios, son todos muy auténticos. Los mensajes que he recibido son los mensajes fundamentales que deben ser compartidos con el mundo: conversión, oración, una vida de santidad, de pureza, de consagración al Señor. Estoy muy conmovido por lo que he escuchado. También esta mañana, tuve un encuentro con Vicka y ella irradiaba el amor de Dios en su simplicidad extrema. Creo que estas cosas son de Dios, todavía me falta comprender lo que todo esto significa, pero estoy en el buen camino”.