*Dios, un sacerdote y un suicida



 
Sentí una llamada

La tarde de un domingo estaba en el despacho parroquial, pasando una partida de bautismo al libro correspondiente. De pronto sentí como una llamada: «Vete a la iglesia, porque allí alguien te necesita». Dejé el trabajo que estaba haciendo y me dirigí al templo. Pude haber ido por el patio, que es el camino más corto. Si lo hubiese hecho no hubiera tenido el encuentro que luego aconteció. Sin embargo hice el recorrido más largo.

Me acerqué a la sacristía y entré en la iglesia por la puerta delantera. Hice genuflexión al Santísimo Sacramento y caminé hacia la parte de atrás, donde tenía mi confesionario.

Un muchacho que acababa de entrar en el templo me vio pasar, se levantó y, acercándose a mí me dijo: «Padre, había pensado en suicidarme. Vi la iglesia abierta y entré. Vi un sacerdote joven que me podía escuchar y aquí estoy, para que me ayude».

Se me llenaron los ojos de lágrimas ante aquel encuentro para el que el Señor me había impulsado a recorrer el camino más largo
. Le dije que Dios le había traído hasta allí para recibir la fuerza de la fe. Que Dios le quería y que la vida era muy importante como para perderla en un momento de obcecación.

Salió confortado y agradecido. Yo experimenté la gracia de la acogida y la escucha a la que Dios directamente me llamaba para atender a aquel joven en un momento de crisis. Este ha sido uno de los momentos más importantes de mi vida sacerdotal, un verdadero regalo de la misericordia de Dios para con sus hijos necesitados.


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