*Para ser feliz, hay que saber perder


HacerFamilia. 8 agosto 2013
Si has tenido varios fracasos amorosos y crees que jamás encontrarás el amor, no te rindas. Si crees que muchas cosas están saliendo mal en la educación de tus hijos, no te rindas. Si parece que la tristeza se ha estacionado en tu vida… ¡No te rindas! Ese es el mensaje del psiquiatra español Enrique Rojas en su último libro. Lo entrevistamos para preguntarle: ¿qué hay que  hacer para no rendirse?
Para ser feliz, hay que saber perder. Una persona que ha perdido algo importante en su vida, que ha sido derrotada en algo que le importaba mucho y sin embargo es capaz de pararse y empezar de nuevo, está en el camino correcto a la felicidad”, señala el doctor Enrique Rojas. “Son las derrotas lo que te hacen crecer como persona, si sabes asumirlas y darles la vuelta; la derrota enseña lo que el éxito oculta”.


NO TE RINDAS ANTE EL MAL DE AMORES
El libro “No te rindas”, a diferencia de otros suyos sobre temas específicos, aborda una serie de problemas con que las personas nos vamos encontrando a lo largo de la vida. ¿Es una especie de recapitulación de todos sus demás libros?

Sí, efectivamente este libro es un archipiélago de temas diversos, más ligero que otros, con un test de auto conocimiento y autogestión al final de cada capítulo. Abordo el amor, el desamor, los hijos, la envida… El éxito que ha tenido, se debe a que las personas necesitan que se las ayude a ponerse de pie, cuando están a un pique de derrumbarse.

A pesar de todos los problemas que existen en el mundo, usted inicia el libro llamando a los lectores a no derrumbarse cuando no encuentran el amor. ¿Por qué?
Primero, porque siempre digo que soy como el  Marqués de Bradomín, un personaje de Valle-Inclán, uno de los mayores poetas de comienzo del sigo XX: feo, católico y sentimental. Siempre parto por el mundo de los sentimientos, que me interesa mucho, y siempre parto por el amor.  Pero además, porque hoy la primera pandemia mundial de occidente son las rupturas  de pareja: ya no es la droga, no es el estrés…, es el desamor. En el amor muchas cumbres son borrascosas. Yo no creo que el amor sea eterno, creo que el amor se trabaja día a día y puede volverse eterno en esa tarea.

Usted en su libro no sólo aborda el caso de las rupturas, sino el de las personas que deseando amar, no encuentran a la persona adecuada. ¿Es habitual hoy en día?
Sí. Seguimos soñando con pasar nuestra vida al lado de alguien que nos entienda. Alguien con quien compartir proyectos, visiones, emociones, un compañero de vida para recorrer juntos, con complicidad, las aventuras de la existencia. Pero muchas personas tienen una visión fantasiosa del amor. Persiguen fantasmas y mitos creados por su propia fantasía, dejando pasar a personas muy valiosas que podrían ser grandes compañeros de vida. Mi consejo siempre es buscar un amor saludable, con una actitud respetuosa hacia uno mismo, desestimando parejas que no aportan estabilidad.  Cultivar la autoestima, evitar a las personas inmaduras,  enamorarse con cabeza, evitar los amores líquidos que fluyen sin profundidad y evitar el zapping amoroso. Y después de una o varias relaciones rotas, concederse una pausa pare entender qué ha fallado y escuchar nuestras verdaderas necesidades.


Luego, usted analiza el caso de los hijos. Muchos padres sienten, sobre todo en la adolescencia y juventud de los hijos, que éstos se rebelan y eligen caminos muy diferentes a los que hubieran querido para ellos.
Los padres no podemos pretender que los hijos hagan cosas que nosotros no practicamos. Educar es seducir con lo valioso. Educar es convertir alguien en persona. Por eso, un buen padre vale más que cien maestros. Hoy existen muchas familias con el padre ausente, sin presencia psicológica ni educativa.

¿Qué consejos daría usted a los padres?
Primero, hay que educar con paciencia, sin buscar resultados inmediatos. Y luego, estar prevenido contra dos grandes impostores que hoy confunden a las personas, pero particularmente a los padres. Ellos son el éxito y el fracaso. Lo que te hace crecer como persona son las derrotas. Y que nada tiene tanta importancia en la vida como la capacidad de levantarse. Cito un ejemplo personal: Yo soy catedrático y saqué la oposición al cuarto intento. En tres ocasiones me han suspendido y volví a mi casa reprobado. Tuve que esperar dos años para volver a presentarme. Eso es muy duro de entrada, pero muy educativo de salida.

Usted dedica un capítulo entero a la amistad, como una categoría sin la cual es imposible ser feliz.
La amistad es el plato fuerte del banquete de la vida. Es un salvavidas que nos ayuda a soportar los reveses. Es una sinfonía con tres grandes notas: afinidad, donación, intimidad, que a su vez forman una pirámide en el tiempo. La mayoría de las amistades se quedan en la banda baja o media de la pirámide. Sancho Panza dice en El Quijote: “Amigo que no da y cuchillo que no corta, aunque se pierda no importa”.  Si no hay intimidad y confidencia, es sólo amiguete.

ESPERAR MENOS Y TRABAJAR MÁS
No rendirse ante el propio estado de ánimo, es otro de los temas a los que usted dedica un capítulo. ¿Qué aconseja usted a las personas que tienden a estacionarse en la desesperanza?

Uno de los errores que uno ve mucho en la consulta es equivocarse en las expectativas de la vida, esperar demasiado, incluso del amor, sin considerar que hay que luchar por ello. Algo muy sano y muy equilibrado es esperar del amor lo que nos puede dar, y en vez de simplemente esperar, trabajar más por ello. En la vida profesional lo mismo: poner esfuerzo, estar al día, cuidar los detalles profesionales al máximo.

Y frente a cuadros más severos, que golpean a las personas.
En la vida existen micro traumas, pequeños impactos negativos, cosas que no salen, menudencias que tuercen en el día a día, que complican las cosas. Y macro traumas, impactos que le sacan a uno del camino, que dejan huella. Yo digo que para no rendirse hay que saber perder, ser buen perdedor, saber asumir las pérdidas.

¿Cómo saber perder ante temas más dolorosos, como la muerte de un hijo?
Ahí aparece la trascendencia: transcender es una palabra latina que significa atravesar subiendo. La trascendencia es convertir cualquier cosa que ocurre en pirueta vertical.