Gozosa
y gloriosa el alma liberada, pasa de las penas del Purgatorio a las
delicias del Paraíso, rodeada de luces, cargada de Celestiales dones.
Cuando se pide la liberación de las almas purgantes se mueve todo el
Cielo hacia Mí y, si ve que Yo quiero liberar alguna, se une a la
oración que se hace en la Tierra en apoyo y complemento de la misma
oración. Y es necesario ese apoyo, porque con mucha frecuencia los
motivos que mueven a los viadores (Jesús usa en este texto esta palabra,
que significa: criatura que está en esta vida y aspira y camina a la
eternidad) a pedirme la liberación de las almas purgantes, son de orden
puramente humano o insuficientemente sobrenaturales.
Por eso, mientras recibo peticiones de la Tierra, recibo también
peticiones del Cielo en favor de las almas del Purgatorio; pero los
Bienaventurados nunca piden sin ser escuchados, por lo cual, si no ven
que Yo quiero conceder la liberación, no piden nada.
De ahí se signe que la acogida favorable está condicionada para todos a
Mi Querer, en el cual luego se genera el movimiento de oración ya sea en
ustedes, ya en Mis Bienaventurados. Si se sienten movidos a orar es
porque Yo quiero dar liberación y gloria a algún alma, pero en el tiempo
y con el modo por Mí establecidos.
¿Quién piensa que Yo Soy el primero en querer el gozo de aquellas almas salvadas pero sufrientes?
¿Quién reflexiona en que sin Mi querer no Me pedirían ni por una ni por otra alma del Purgatorio?
La criatura que está en la Tierra cree que hace todo por sí misma,
mientras que nada puede sin Mí. ¡Nada! ¿Quién de ustedes comprende la
nada? ¡Más bien, muchos piensan que acumulando oraciones y oraciones se
logra moverme, como si Yo fuese duro de Corazón y tuviese necesidad de
Mi criatura para socorrer!
Oren, oren siempre y pidan, les digo Yo: Pidan, pero con espíritu
humilde, sencillo, reconociendo que es Mi bondad la que puede obrar el
milagro de la liberación. Y sobre todo, oren por el motivo que Yo
quiero, porque ninguna razón humana puede igualar a Mi Voluntad que
dispone todo en ustedes para la acogida de la oración que Me hacen.
Para convencerlos de que es así, los invito a considerar que las almas
en pena experimentan gran refrigerio por el hecho de que al orar por
ellas, lo hacen en Mi Voluntad.Consideren que son contrarias a ciertas
oraciones de ustedes pidiendo inmediata liberación.
Ellas no quieren liberación sino cuando Yo la quiero. Consideren también
qué suma de sacrificios Me He impuesto por amor de ellas y cuán feliz
soy de haberlas llevado a salvo. Por eso, reflexionen bien en que Yo Soy
la rueda motriz de sus oraciones; que no las hacen por casualidad o por
idea suya, sino por Mi Voluntad.
¿De esto sigue que tal vez debo escucharlos en poco tiempo o después de
mucho tiempo? No es cuestión de tiempo, sino de cumplimiento de Mis
condiciones particulares que pongo respecto del alma que ha de ser
liberada o de la persona o personas que Me imploran.
No hay regla en cuanto a que, fuera de Mi liberalidad (caridad,
disposición), la salvación del alma purgante depende del cumplimiento de
las condiciones puestas por Mí. Y no es la última de estas condiciones
la obtención, de parte del que Me implora, de un cierto grado de amor
Divino que varía de persona a persona.
Todo está armoniosamente fusionado y Mi obra de salvación tiene
admirable corona en la liberación de las penas agudísimas del
Purgatorio.
Ciertamente, el poder sobre aquellas almas es absoluta prerrogativa Mía.
Y la Iglesia en la tierra está plenamente en la verdad, incluso en esta
materia como en todas las otras que son propias de los viadores. ¡Ah,
si se comprendiera qué materno afán mueve a Mi Iglesia a orar por los
difuntos y, sobre todo, si se comprendiera al menos un poco de aquella
conclusión de las oraciones que pone la Iglesia cuando implora acogida
por Mis méritos, o bien, por el honor Mío.
En cambio, podría continuar mucho camino. Más bien Me limito a decirles
que las almas del Purgatorio, liberadas por Mí con sus oraciones y con
los ofrecimientos que Me hacen, los consideran como queridísimos
hermanos a los cuales deben su felicidad en plano subordinado.
Por eso, no pueden ustedes imaginar qué gratitud les tienen y cómo Me piden por ustedes...
Ustedes las sacan de las penas más fuertes que pueden existir en un alma
buena y, ¿cómo no van a estarles agradecidas por ello? Ven Mi bondad,
pero ven también su ayuda y saben corresponder por el don que se les
hace, con un amor muy ardiente.
¡Oren por ellas, oren! Yo los escucharé y ellas les ayudarán a evitar el
purgatorio. Lo que hacen por ellas, recuerden, Yo lo considero como
hecho a Mí.