Una aventura en los Apeninos
Un grupo de sacerdotes fueron convocados a Roma para tratar un asunto de
gravedad. Eran portadores de importantes documentos, y una gran suma de
dinero les fue confiada para el santo Padre. Atentos al hecho que los
Apeninos, los cuales habían de cruzar, estaban infestados de foragidos,
eligieron un guia de confianza. No habia por aquel entonces tuneles ni
trenes para cruzar las montañas.
Se encomendaron a la protección de las Animas Benditas del Purgatorio, y decidieron recitar el De Profundis cada hora por ellas.
Cuando llegaron al corazón de las montañas, el que iba mas adelante de
todos dio la voz de alarma a la vez que espoleaba a los caballos a todo
galope. Mirando alrededor, los sacerdotes vieron a ambos lados del
sendero fieras bandas de forajidos fuertemente armados y apuntándoles.
Se vieron en una emboscada y estaban a la completa merced de los
delincuentes.
Después de una hora de temerario avance, el guia paró y mirando a los
sacerdotes, dijo:" No puedo entender cómo escaparon. Esta gente nunca
perdona a nadie".
Los padres estaban convencidos que debían su seguridad a las Santas
Almas, como luego se confirmaría con un hecho que disiparía toda duda.
Cuando concluyeron su misión en Roma, uno de ellos fue destinado a la
Ciudad Eterna, com capellán de una prisión. No mucho después, uno de los
más feroces bandidos en Italia fue capturado, y condenado a muerte por
una larga serie de asesinatos y esperaba la ejecución en su celda.
Ansioso de ganar su confianza, el capellán le contó sus aventuras, entre
ellas las de los Apeninos. El criminal manifestó gran interés en la
historia. Cuando terminó el curita su relato, el asesino exclamó:
"YO FUI el lider de esa banda! Estabamos seguros de que ustedes portaban
dinero y estabamos decididos a matarlos y saquearlos. Pero una fuerza
invisible nos impidió disparar, pues queríamos hacerlo pero no
podíamos".
El capellán luego le contó al delincuente cómo se habían encomendado a
la protección de las Almas del Purgatorio, y que ellos atribuían su
liberación a su protección.
El bandido no tuvo dificultad en creer. De hecho, hizo su conversión mucho más fácil. Murió con arrepentimiento.