Es el bisabuelo de la famosa Paris Hilton: el fundador de los hoteles Hilton lleva gastados más de 60
millones de dólares para monjas católicas
Justo Amado / ReL 15 octubre 2013
Conrad Nicholson Hilton es como se llamaba el bisabuelo de
la famosa Paris Hilton. Fundador de la cadena de Hoteles Hilton, Conrad fue la
enésima encarnación del sueño americano, del hombre que se hace a sí mismo y
crea un imperio.
Conrad empezó con su padre en un pequeño hotel de Nuevo
México y, gracias a su trabajo y destreza en los negocios, logró que su
apellido no sólo se asociara a su cadena de hoteles sino que fuera sinónimo de
excelencia y lujo.
Cuando falleció en 1979, estableció a través de su
testamento una Fundación con su nombre para financiar diversas causas. La más
importante de ellas el Fondo Conrad Hilton para Religiosas. Sentía una especial
veneración por la labor de las religiosas católicas.
Por eso, en el testamento, al crear el fondo escribía:
“Estad atentos a la oportunidad de cubrir a los niños con el paraguas de
vuestra caridad; sed generosos con sus escuelas (las de los niños), con sus
hospitales y sus lugares de culto. Ayudad a sus protectoras y defensoras, las
Hermanas, que dedican su amor y la labor de su vida al bien de la humanidad,
que me interpelan especialmente a serviles de ayuda desde la Fundación”.
Así que si alguien va a solicitar dinero – algo que a muchos
molestará en estos nuestros tiempos “aconfesionales” – debe saber que no se lo
concederán si no es una monja católica. Sólo pueden solicitar ayudas los
miembros de congregaciones religiosas femeninas de la Iglesia católica que
hayan pronunciado sus votos.
Durante los últimos 20 años, estas “mujeres especiales” han
recibido unos 60 millones de dólares para financiar sus proyectos, la mayor
parte de ellos en territorios de misión. Mucho dinero y muchos proyectos si se
tiene en cuenta que nunca se conceden sumas superiores a los 15.000 dólares.
“Hay una ley natural, una ley divina – escribía Conrad en su
testamento - que nos obliga a ti y a mí a aliviar el sufrimiento, la angustia y
la miseria. La caridad es la virtud suprema y el canal a través del que se
transmite la misericordia de Dios a la humanidad”.
Y estaba convencido que el principal canal de esta caridad
eran las religiosas. Mujeres que tenían, según él que sabía mucho de negocios,
una habilidad increíble para estirar al máximo un dólar, por lo que las
favoreció por encima de lo que él llamaba “instituciones de caridad,
organizadas y profesionales con ejecutivos bien pagados y una gran lista de
gastos”.
Tres mujeres y cuatro hijos
Muchos conociendo las andanzas de su biznieta Paris pueden
llegar a pesar que Conrad Hilton era un santo varón… y, añadir después, cómo ha
degenerado la familia. La verdad es que Conrad no era un santo. Pero, en fin,
cualquiera que rece ante Dios todos los días sabe que el primer pecador lo
tiene uno por las mañanas ante el espejo…
Así que Conrad vivió una vida ajetreada. Se casó tres veces,
una de ellas con la en su momento famosa actriz Zsa Zsa Gabor. Y tuvo cuatro
hijos. Y además fue un gran filántropo, una persona a la que no le eran ajenos
los sufrimientos de los demás.
Reza, es la mejor inversión que puedas hacer jamás
Stephen White, uno de sus biógrafos, recuerda lo importante
que fue para este hombre su fe, recibida de su madre una devota católica.
“Algunos se tiran por la ventana, algunos se rinden”, le decía su madre durante
la Gran Depresión. “Otros van a la Iglesia. Reza, Connie. Es la mejor inversión
que puedas hacer jamás”.
En los momentos más oscuros, recuerda White, en los más
difíciles de su vida, Hilton siempre encontró fortaleza y consuelo en su fe.
En plena guerra de Corea, el 4 de julio de 1952, el día de
la fiesta nacional norteamericana, Conrad Hilton publicó en revistas de todo el
país una humilde oración por la paz y el perdón en un mundo sombrío, titulada
“América de rodillas”. Una actuación que tuvo una respuesta increíble de la
sociedad estadounidense.
Un año más tarde un hotel Hilton acogió el Primer Desayuno
Nacional de Oración. Desde los años ochenta el desayuno que tiene lugar el
primer jueves de febrero se celebra en el hotel Hilton de Washington. Y es un
honor acompañar al presidente de Estados Unidos a este desayuno. Por lo menos
lo fue para nuestro anterior presidente José Luis Rodríguez Zapatero.