*Las catástrofes se deberán a Mis ministros



Te dije hijo, que en su casi totalidad mis ministros ignoran culpablemente este rango suyo en el más alto Misterio de la fe y de la religión.
De este modo se privan a sí mismos y al pueblo que representan de innumerables gracias, mutilando y mortificando, en cuanto está en ellos, el designio de amor infinito de la Trinidad Divina, mortificando de nuevo la unidad y trinidad de amor del Calvario, al ser su presencia puramente material. Viene prácticamente a faltar, aun estando materialmente presente, la participación del pueblo al que el sacerdote representa.

De aquí debes deducir la gravedad de la inconsciente presencia de muchos sacerdotes míos en el Santo Sacrificio de la Misa. 

Debes comprender el daño inmenso causado al pueblo de Dios, defraudado de tantos dones a él destinados a través del sacerdote, mediador y depositario de la Redención.
El sacerdote, (y son tantos, ¡hijo!) de canal a través del que debe correr mi gracia, se convierte en dique que se levanta entre mi Corazón abierto y el pueblo que él representa.

Piensa todavía en la vergüenza y el sonrojo que pasarán algunos sacerdotes en el Juicio final, viendo su grandeza, la dignidad real y la potencia que nunca por su culpa quisieron comprender, y a la que abdicaron en favor de otras cosas sin importancia, y que ahora llenan su vida de humo más bien que de luz.

Estoy afligido

Hijo, grítalo fuerte, grítalo a todos aquellos sacerdotes, que están fuera del plano de la salvación, que no son instrumentos de redención sino fuegos fatuos.

¡Mis sacerdotes no encuentran cinco minutos para prepararse a la Santa Misa, no encuentran cinco minutos para un poco de agradecimiento!... Y es lógico que sea así ¿De qué cosa podrían agradecerme si de la Santa Misa no han sacado ningún fruto? Luego pasan toda su jornada y parte de la noche, en cosas infecundas, inútiles y no pocas veces pecaminosas. 

De esta pavorosa realidad ¿cómo no se iba a aprovechar Satanás?

Dilo a todos, sin reticencias, que las consecuencias catastróficas se deben en gran parte a mis ministros. ¿Qué maravilla si mañana su sangre tiñe de rojo la tierra?...

Te lo he dicho: bien distinta sería la situación de mi Iglesia si mis sacerdotes hubieran cultivado en sí la vida interior de sus almas.

Estoy afligido.

No a Mí se deberán imputar los grandes sufrimientos de la hora que se avecina.
Te bendigo, y contigo bendigo a los que te son queridos.

Jesús a Ottavio Michelini, sacerdote
Italia 1975