Una madre que supiese que dos de sus
hijos se odiaban a muerte y que uno pensara quitarle la vida al otro, ¿qué no
haría para conseguir reconciliarlos por todos los medios? Así, dice el santo,
María es madre de Jesús y madre del hombre. Cuando ve a un pecador enemistado
con Jesucristo no puede sufrir verlos odiándose y no descansa hasta ponerlos en
paz. "Oh bienaventurada María, tú eres madre del reo y madre del juez;
siendo madre de entrambos hijos, no puedes soportar que haya discordias entre
los dos". La benignísima Señora no quiere otra cosa del pecador sino que
se encomiende a ella con intención de enmendarse.
Cuando María ve a sus pies a
un pecador que viene a pedirle misericordia, no mira los pecados que tiene,
sino la intención con que viene. Si viene con buena intención, aunque haya
cometido todos los pecados del mundo, lo abraza y la benignísima madre no se
desdeña de curarle todas las llagas de su alma. Es que no sólo la llamamos
madre de la misericordia, sino que lo es verdaderamente como lo muestra con el
amor y ternura en socorrer. Todo esto le expresó la Virgen a santa Brígida,
diciendo: "Por muy grande que sea un pecador, estoy preparada para
recibirlo al punto si a mí viene; ni me fijo en cuánto ha pecado, sino en la
intención con que viene; y no me desdeño en ungir sus llagas y curárselas,
porque me llamo y soy de verdad la madre de la misericordia".
de Las Glorias de María
S Alfonso Mª Ligorio