Como explicaba recientemente Damian Thompson en el Telegraph,
el último movimiento anglicano ha consistido en eliminar la tradicional
referencia a “rechazar al Diablo” en el rito del bautismo, que se
sustituye por una vaga referencia al mal en todas sus formas, eso sí,
sin que aparezca otra de las modernas palabras tabú: pecado.
Como
escribe Thompson, "gracias
a la sensible diplomacia de los liturgistas de la Iglesia de
Inglaterra, siempre ansiosos por no estigmatizar a personajes
impopulares, el Demonio ya no será humillado en los bautizos".
En un estilo que recuerda al de C. S. Lewis, Thompson acaba su artículo señalando que «fuentes
cercanas al infierno han declarado que el Demonio ha acogido con agrado
la noticia de que ya no es mencionado por su nombre. "Acepta que es una
figura controvertida, pero el ser señalado singularmente era hiriente",
ha comentado».
No es de extrañar que el número de anglicanos
practicantes, ya muy bajo, esté en caída libre. Se cumple una vez más
aquello de que cuanto más uno intenta ser relevante (a los ojos del
mundo), más irrelevante acaba siendo.