*Lo que falta en muchos de mis sacerdotes es...



"Una de las cosas que faltan en muchos de mis sacerdotes es el Espíritu de mortificación,
clamor a la cruz, el conocimiento de las riquezas que encierra el dolor. 
"Muchos predican la Cruz y no la practican; aconsejan la abnegación y el propio
renunciamiento y ni sueñan para sí mismos esas virtudes tan necesarias en los
sacerdotes, porque el sacrificio es uno de los puntos culminantes y como el cimiento para la transformación en Mí que fui Víctima desde el instante de mi Encarnación hasta mi
muerte. 
"Una víctima para ser acepta a mi Padre debe ser pura y sacrificada. Mi vida entera se
redujo a esta hermosa palabra que sintetiza el ser de cristiano y más el de sacerdote:
¡inmolación! Fui inmolado voluntariamente en la tierra y continuó esa vida de inmolación en los altares. 
"Yo vine al mundo a santificar el dolor y a quitarle su amargura: vine para hacer amar la Cruz, y la transformación más perfecta en Mí tiene que operarse por el dolor amoroso, por el amor doloroso. 
"Por tanto, un sacerdote que quiera asimilarse a Mí, como es su deber, debe ser amante
del sacrificio, debe tender a la voluntaria inmolación abnegándose, negándose a sí mismo
y sacrificándose constantemente en favor de las almas. 
"Sacerdote quiere decir que se ofrece y que ofrece; que se inmola e inmola.
"Los sacerdotes deben amar la cruz y enamorarse de Mí crucificado. Soy su modelo"

Esta vida de inmolación es la vida que exige el ministerio, el servicio de las almas. El
sacerdote es como Jesús el Buen Pastor que debe dar su vida por sus ovejas.
"El amor que tengo a mis sacerdotes es infinito, pido correspondencia y si su vocación en mi Iglesia es para salvar almas, deben amarme, deben poseer mi Espíritu, impregnarse de mi Espíritu, vivir de mi Espíritu que es vivir de amor. 
"Pero amarme no consiste sólo en hacer actos de amor sino en entregarse al amor, sin condiciones, para todas las inmolaciones que exige el amor de Dios y el amor a las almas. 
"Yo no engaño. La transformación implica dolor, vencimiento, sacrificio, muerte. Pero el amor es más fuerte que la muerte, que esa muerte que da la vida. El Espíritu Santo me
inclinó a la Cruz y desde que la abracé voluntariamente, la Cruz se convirtió en amor"

"El Espíritu Santo me inspiró la muerte de cruz que fue obra de infinito amor hacia mi
Padre y hacia las almas, pero con el noble fin de asociar muy especialmente a mi cruz, a
una vida de sacrificio, a todos mis sacerdotes futuros que siendo otros Yo, unos en Mí
perpetuaran mi sacrificio en sí mismos y en los altares y todo para honrar a mi Padre

ofreciéndome y ofreciéndose transformados en Mí como una sola víctima santa y pura que
lo glorificara" 

La transformación en Cristo exige ser con El al mismo tiempo sacerdote y víctima. La
grandeza del sacerdote es por esencia una grandeza eucarística.

Una oración, del Misal Romano expresa admirablemente esta espiritualidad:
"Recibe Señor estos dones que te ofrecemos y al mirar a tu Cristo, Sacerdote y Víctima,
concédeme a mí que participo de su sacerdocio la gracia de ofrecerme cada día como
víctima agradable en tu presencia" (Oración sobre las ofrendas por el propio sacerdote B). 


CONCHITA
Diario Espiritual
de una
Madre de Familia
Marie-Michel Philipon, O.P