*Las pruebas os purifican como a ángeles



Acercaos a la gran ciencia de la cruz

Mayo 28/08Agustín del Divino Corazón


María Santísima dice:

Acercaos a la gran ciencia de la cruz. En ella encontraréis los medios para que seáis fuertes en las pruebas; pruebas que, aceptadas con amor, os van purificando como a ángeles.

En la cruz está el misterio de Jesucristo; misterio que es derrota al imperio de satanás y triunfo para el cielo.

Todas las almas llevan sobre sus hombros la cruz.

Cruces pesadas o livianas, según sea la capacidad del alma para sobrellevarla.

Si supierais las grandes riquezas que encierra este misterio de amor, cargarían con extremo amor la cruz de cada día, la desearían más que la tierra reseca al agua. La desearían más que el bebé a su madre.


La desearían más que el pájaro, su libertad para emprender el vuelo.

Porque en la cruz es donde mostráis si verdaderamente amáis de corazón a Cristo Crucificado.


En la cruz iréis siendo acrisolados y purificados.

En la cruz menguáis un poco el sufrimiento de mi Hijo.

En la cruz os hacéis semejantes a Él, que soportó con amor vejámenes y atropellos.

En la cruz masacráis vuestro instinto carnal.

En la cruz morirá vuestro ser terrenal.

En la cruz toda partícula de mundo se hará trizas.

En la cruz lo opaco de vuestro corazón se tornará lúcido.

En la cruz ansiaréis el cielo, cielo que os espera para daros vuestro premio por haber hecho de vuestra vida oblación y redención.


El Corazón adorable de Jesús es herido cuando el alma rehuye a la cruz o cuando reniega al sufrimiento.

Es mejor, mis pequeños, sufrir en la tierra y recibir la recompensa en el cielo, que disfrutar en el mundo y después lamentarse por toda la eternidad.


Por amor a la cruz me desprendí de Jesús, siendo el tesoro más grande de mi Inmaculado Corazón.

Dios me lo dio, a Él debía devolvérselo.

Por amor a la cruz guardé en mi Corazón la profecía del anciano Simeón. No caminé en contravía a la Voluntad de Dios, esperé en la paz a que llegase aquel momento.


Por amor a la cruz guardaba silencio cuando Jesús era atacado por los judíos y Sumos Sacerdotes.

Por amor a la cruz huí a Egipto, debía defender al indefenso Hijo de Dios.

Por amor a la cruz acepté ser la Madre del Salvador. Por amor a la cruz soporté el sufrimiento Corredentor de su Sagrada Pasión.


Por amor a la cruz permanecí a su lado hasta su último suspiro.

Por amor a la cruz lo sostuve entre mis brazos y limpié sus heridas con mis lágrimas.

Por amor a la cruz esperé pacientemente su Gloriosa Resurrección.


Por amor a la cruz sabía que un día sería llevada en cuerpo y alma al cielo

Por amor a la cruz ayunaba y me mortificaba para permanecer en entera obediencia a su Fiat Divino. Fiat que me costó llanto y terrible sufrimiento a mi frágil Corazón, pero la gran misericordia de Dios me mantuvo fortalecida y animada para caminar por la calle de la amargura; calle que es el sendero angosto y pedregoso que nos lleva al cielo.


Si sentís, en vuestro corazón, ansias de padecer por amor a Jesús, deseos vehementes por cargar su Cruz, os enseño la siguiente oración, oración que mi amado Jesús dio a la

pequeña hija de la Divina Voluntad, Luisa Picarreta:


“Yo me presento al Trono de la Santísima Trinidad y

como bañado en la Sangre de Jesucristo, me atrevo a

postrarme en señal de profunda adoración y suplicarle

que por los méritos de las preclarísimas virtudes y de su

Divinidad, se digne concederme la gracia de ser siempre

crucificado”.