Dios Padre a Javier Viesca. México, abril 2014
No debéis desperdiciar nada de vuestro tiempo sobre la Tierra. Cinco segundos, diez segundos, en ése tiempo, Mis pequeños, podéis interceder por un alma que veáis que está en pecado.
Hijitos Míos, Yo os he dado a Mi Hijo por entero para vuestra salvación pero también para vuestro crecimiento espiritual. Toda Su Vida sobre la Tierra es una continua Enseñanza, desde el momento de Su Nacimiento, hasta el último momento de Su Vida en la Cruz.
No debéis desperdiciar nada de vuestro tiempo sobre la Tierra. Cinco segundos, diez segundos, en ése tiempo, Mis pequeños, podéis interceder por un alma que veáis que está en pecado.
Hijitos Míos, Yo os he dado a Mi Hijo por entero para vuestra salvación pero también para vuestro crecimiento espiritual. Toda Su Vida sobre la Tierra es una continua Enseñanza, desde el momento de Su Nacimiento, hasta el último momento de Su Vida en la Cruz.
Mi Hijo es como un libro abierto, de Él podéis aprender infinidad de cosas para vuestra santificación. Es vuestro Dios, es el Santo de los Santos, es la Palabra, es la Vida, Yo estoy en Él y Él está en Mí.
Me he dado a través de Él, para que
el Mundo, estando en tinieblas, pudiera conocer la Luz, pero la Luz
Verdadera del Reino de los Cielos. Satanás había engañado ya a todos
los pueblos de la Tierra y antes de la llegada de Mi Hijo, todo era
tinieblas. Yo, como Padre vuestro, voy protegiendo a Mis hijos y Yo no
podía dejar que el mundo quedara en tinieblas y que muchas almas de Mis
hijos se condenaran y, para eso, os mandé a Mi Hijo, para que os diera
una Enseñanza perfecta que vosotros debíais y debéis aprender para
poder entrar al Reino de los Cielos.
Vosotros, os he dicho infinidad de
veces, estáis invitados a regresar al Reino de los Cielos, a donde
vosotros y, cada uno de vosotros, pertenecéis.
Las Enseñanzas de Mi Hijo os ayudan,
en totalidad, para que regreséis al Reino de los Cielos, pero para que,
también, deis fruto durante vuestra vida sobre la Tierra.
También os he dicho infinidad de veces, que vosotros sois corredentores con Mi Hijo, ésa es la herencia Divina que os dejó Mi Hijo al entregaros a Su Madre, y ahora vuestra Madre, a todo el género humano y de todos los tiempos,
una Gracia inmensa para cada uno de vosotros.
Cuando os entrega a Mi
Hija, la Siempre Virgen María, Ella, también se vuelve Madre vuestra,
Ella es Corredentora y vosotros, en consecuencia, también sois
corredentores por ser hermanos de Mi Hijo Jesucristo y por las
Enseñanzas que os dieron para que vosotros os salvarais y salvarais a
infinidad de almas, a través de vuestra oración, a través de los
sufrimientos que tenéis día a día por vuestra cruz, a través del amor
que cada uno de vosotros debéis ir cultivando en vuestro ser y que se
va acrecentando al transmitirlo a vuestros hermanos.
¡Con cuánto Amor os he tratado, Mis
pequeños! ¡Con cuánto Amor os he consentido para que os mantengáis cerca
de Mi Corazón! Se os ha dado todo, todo lo necesario para que vosotros
pudierais crecer espiritualmente y que vuestros pequeños o
grandes sufrimientos y, también, vuestras alegrías fueran unidos a los
Méritos de Mi Hijo, para que pudierais salvar a muchas almas.
Mis pequeños, al ser llamados a ser corredentores, os debéis dar plena cuenta de que no debéis perder un solo segundo de vuestra vida,
porque hay infinidad de almas que necesitan de vuestra oración, de
vuestra intercesión, de la donación de vuestros actos, sufrimientos,
alegrías que, llegando a Mí a través de la unión con los Méritos de Mi Hijo, Yo pueda salvar a ésas almas de vuestros hermanos que tanto lo necesitan.
Mis pequeños, no debéis desperdiciar
nada de vuestro tiempo sobre la Tierra. Cinco segundos, diez segundos,
en ése tiempo, Mis pequeños, podéis interceder por un alma que veáis
que está en pecado, que está dando mal ejemplo en la Tierra a vuestros
hermanos o que va a tener un accidente mortal. Con vuestra palabra, con vuestros deseos, pidiéndoMe por su salvación, quizá dos segundos basten
para que vuestro corazón, al moverse en compasión por un hermano
vuestro, Yo le pueda conceder la vida eterna en el Reino de los Cielos.
Vuestro tiempo sobre la Tierra es
importantísimo y, especialmente vosotros, los que habéis sido preparados
para entender la problemática de éstos momentos de la historia. Hay
tantos hermanos vuestros, distraídos en el mundo, que no se dan plena
cuenta de lo que está sucediendo a su alrededor y de lo que ya estáis
viviendo como purificación de pueblos y naciones.
Debéis, pues, poner más atención en vuestra vida, en lo que hacéis, en lo que pensáis, en lo que decís pero, sobre todo, en lo que observáis a vuestro alrededor
que, observando la vida de vuestros hermanos, podéis interceder por
ellos, para que dejen de pecar gravemente y se puedan salvar. Os he
dicho que os debéis poner en el lugar de ésos hermanos
vuestros que, prácticamente, están condenados por su mala vida, sus
malas acciones.
¿Qué, acaso, no os gustaría que alguien
intercediera por vosotros y os pudieras salvar? Poneos en el lugar de
ésos hermanos vuestros que, ciertamente, no se dan cuenta o no les
interesa darse cuenta, cuál va a ser su futuro eterno, pero vosotros,
que habéis ya sido preparados y habéis aprendido mucho más que una gran
mayoría de vuestros hermanos, tenéis ésa obligación de amor de
ayudarles en su salvación eterna y, ciertamente, que os gustaría que
una o muchas almas os estuvieran apoyando con su intercesión para
vuestro arrepentimiento, cambio de vida y salvación de vuestra alma.
Así que os pido, Mis pequeños, sigáis
intercediendo, que seáis verdaderos hermanos de Mi Hijo Jesucristo,
para que cumpláis vuestra misión, como Mi Hijo cumplió la Suya y, con
ello, vosotros podáis entregarMe a infinidad de almas, salvadas por
vuestra intercesión, cuando regreséis ante Mi Presencia y seáis
Juzgados.
Ciertamente, tendréis grandes premios
de parte Mía, de Mi Santísima Trinidad, cuando regreséis a Mí, seáis
Juzgados, pero Me presentéis todas las almas que vosotros salvasteis
por vuestro amor hacia Mí y hacia vuestros hermanos.
Mi Amor queda con vosotros, Mis
pequeños y os pido que os sigáis perfeccionando para que cumpláis con
vuestra misión, como Mi Hijo la cumplió.
Gracias, Mis pequeños.
Gracias, Mis pequeños.