La asombrosa conversión del padre Adrien Mamadou Sawadogo
Era un joven musulmán y devoto, pero se le apareció «Alguien
de blanco brillante» y hoy es sacerdote
Recepción del padre Adrián -a la derecha- en su misión en
Zambia, en la diócesis de Chipata
Actualizado 15 abril 2014
P. J. Ginés/ReL
Era un niño musulmán,
soñó con Jesús, se hizo cura católico y casi lo fusilan los islamistas
Era musulmán, conoció
a Cristo en la Biblia, se bautizó y hoy es doctor en teología católica
Un millonario
musulmán se convierte al catolicismo tras ver la Pietá y leer a Orígenes
Omar era un
paracaidista musulmán al que hablaron de Santa Bakhita: hoy se plantea ser cura
Adrien Mamadou Sawadogo fue musulmán hasta los 22 años.
Desde 2006, es misionero católico, religioso de los Padres Blancos, y
posteriormente sacerdote en esta congregación, misionero en Zambia, muy lejos
de su Burkina Faso natal.
Su conversión al catolicismo le trajo dificultades. Pero él
tiene claro que parte de su vocación es ser puente entre tres mundos: el
cristianismo, el Islam y África. Y que su llamado, su vocación, viene del mismo
Cristo, algo que vivió clarísimamente.
Una familia musulmana y piadosa
“Soy el hijo mayor de un musulmán de Burkina Fasso. Mi
padre, El Hadj Sawadogo, es muy respetado en la comunidad musulmana, por su
profunda fe en Dios, su práctica religiosa, la vida de la caridad hacia los más
pobres de la sociedad, su discreción y su constante búsqueda de la justicia y
la reconciliación. Él me educó en la fe musulmana que recibió a su vez. Yo era
musulmán ya desde el vientre de mi madre, cuando recibí la ceremonia del nombre
y me llamaron Mamadou, el mismo nombre que Mahoma”.
El hoy Padre Adrien recuerda que en su juventud y
adolescencia musulmana realizaba disciplinadamente sus 5 oraciones al día y
ponía la ayuda a los más pobres en el centro de su actividad, siempre atento a
las familias más necesitadas de su comunidad y su escuela.
En las oraciones y predicaciones de su mezquita los viernes
aprendió cosas que a él aún le sirven: que sólo la fe en Dios da sentido a la
vida del hombre y que Dios está en la compasión y la misericordia.
En el colegio, en la adolescencia, tenía compañeros de clase
cristianos, que se reían de él por realizar sus 5 momentos de oración al día.
Pero el joven Mamadou no se sentía especialmente ofendido: ¿cómo iban a
entender la importancia de la oración, si no eran musulmanes?, pensaba. ¡Claro
que eran ignorantes y estaban equivocados!
El padre Adrien con una de las religiosas de su misión en
Zambia
Una experiencia mística radical
Mamadou no se hizo cristiano porque pensase que el Islam que
él conocía estuviese equivocado o fuese dañino: no era esa su vivencia ni la de
su familia ni su comunidad.
Mamadou se hizo cristiano porque tuvo un encuentro con
Jesucristo.
“Una noche, después de mis ejercicios de taekwondo, me fui a
casa en bicicleta. De repente, una voz me llamó por mi nombre, justo por encima
de mi cabeza. Escuché: "¡Mamadou!" Levanté instintivamente los ojos.
Vi como un ser humano, que vestía algo de color blanco brillante, un brillo
similar a una luz brillante sobre una ropa de lino blanco. Había algo en los
ojos en esta persona. Yo no era consciente de nada: sólo de mí y de ella. No me
di cuenta de mi movimiento en bicicleta o cualquier otro movimiento a mi
alrededor. Había pasado a unos cinco kilómetros de mi casa, y cuando
desapareció de mi vista, vi que mi bicicleta estaba en su lugar habitual en el
garaje”.
“¿Quién será, qué significa esto?”, se preguntó Mamadou.
“Inmediatamente, traté de negar lo que acababa de experimentar. No lo hablé con
nadie. Me dirían que estaba loco. Pero la evidencia era irrefutable. Porque
durante dos semanas esa experiencia regresó a mí: de día y de noche. Por la
noche, la presencia de esta persona era tan real, como la primera vez, que le pregunté
directamente: ¿Quién eres? ¿Y qué es lo que quieres?” Pero no hubo respuesta.
Instrucciones muy claras
Un día, iba por la calle junto a un compañero de clase que
era cristiano, cuando de nuevo escuchó la voz que le llamaba como la primera
vez: “¡Mamadou!” Le pareció que venía de una lateral, miró hacia allí, y vio
que en un patio había un hombre que acariciaba tiernamente un mendigo, aunque
no era él el que había hablado. “No puedo explicar la belleza que emanaba de
esa caricia”, recuerda.
- ¿Quién es ese? –preguntó a su amigo cristiano
- Es el padre Gilles.
- ¿Por qué es tan hermoso ese gesto?
- Hace lo que Jesús le envió a hacer.
- ¿Quién
es Jesús?
- ¡Haces demasiadas preguntas!
“De repente, inesperadamente, en respuesta a mi pregunta, la
persona que me había llamado vino a mi mente de modo tan real que volví a vivir
nuestro primer encuentro. Y su presencia me sumió en un profundo silencio. Una
vez más, no existía nada más que su presencia y la mía. En medio de este
silencio la voz dijo: "Serás como él." Me senté en silencio,
preguntándose qué significaba. Viendo que yo estaba parado allí, mi amigo se
volvió, preguntándose qué estaba haciendo en medio de la carretera. Yo repetí
lo que había oído”.
- Tengo que ser como él- dijo Mamadou señalando al padre
Gilles.
- No puedes ser como él –dijo entre risas su amigo. –Ellos
son cristianos y tú eres musulmán.
- Pues entonces seré cristiano para ser como él. ¿Cómo se
hace uno cristiano? – respondió Mamadou.
Se acercaron al padre Gilles, hablaron un rato con él, y
cuando se fue el amigo, se quedó Mamadou con el sacerdote con más y más
preguntas.
“Cuando hablamos de Jesús Resucitado, entendí que era la
persona que me había llamado. Lo reconocí de la lectura de los Evangelios y de
las explicaciones que me daba el padre Gilles”.
Una crisis en la familia
“Desde ese día, empecé a seguir en secreto la catequesis.
Dada mi reputación y la de mi padre y mi familia en la comunidad musulmana, mi
conversión a la fe cristiana se vería como una locura inconcebible y severa.
Para mí y para mi familia, sería una confusión total. Para mi padre era vital
que el primogénito mantuviera la fe que hay que transmitir a los más jóvenes.
Muchos de ellos llegaron a la conclusión de que me estaba volviendo loco:
incluso me llamaban “crazy”.
Llegó el momento en 1992 que se supo que Mamadou, con 22
años, se preparaba para ser cristiano. Su padre le miró a los ojos, llorando.
El joven tenía que elegir entre su familia o la fe cristiana. “Eso fue lo que
más me dolió; mi madre me suplicaba y luchaba para mantener unida la familia.
Todos sabían que mi madre era mi punto débil, que la quiero mucho. Además, yo
entendía que si uno de mis hermanos o hermanas hubiera estado en mi lugar, yo
habría reaccionado exactamente como mi padre y mi comunidad estaban haciendo”.
Durante casi 15 años, su familia le repudió.
Mamadou, ya religioso de los Padres Blancos, visitó en 2005
a su padre y su familia empezó a reconciliarse con él
Aceptaron su cristianismo sólo en 2005, cuando fue ordenado
diácono en los Padres Blancos. De alguna manera entendían que seguía siendo un
hombre de Dios. Y tres años después, pudiendo ya hablar con serenidad con su
padre, Mamadou (ahora “Padre Adrien”), le contó su experiencia mística del
llamado de Cristo.
- ¡Ah! Así que te encontraste con el profeta Isá [Jesús]…
-asimiló entonces su padre.
Esa noche, pudieron comer por primera vez juntos, del mismo
plato, como hacían siempre antes del conflicto. Después Mamadou Sawadogo, el
padre Adrien, iría a la lejana Zambia como misionero con los Padres Blancos.