*Amparo Cuevas, un alma víctima y el Escorial

OPINIÓN DE LAURENTÍN EN 1985 EN EL LIBRO “APARICIONES ACTUALES DE LA VIRGEN MARÍA” Desde el 13 de noviembre de 1980, la Virgen se aparece a Amparo Cuevas, nacida el 13 de marzo de 1931, mujer pobre, madre de siete hijos, en El Escorial (ciudad del real monasterio, a 50 kilómetros de Madrid). Acuden multitudes. No me voy a detener ahora en el documento que el arzobispo de Madrid publicó el 12 de abril de 1985, en el que se afirma que no consta el carácter sobrenatural de las presuntas apariciones y revelaciones. Lo positivo de esa declaración es que tampoco dice que conste su carácter no sobrenatural. Por lógica prudencia, ha pedido a los sacerdotes que se abstengan de participar en estas manifestaciones religiosas (medida clásica en verdad, aunque no exenta del riesgo que supone dejar el hecho fuera de toda orientación y control pastoral). 
No conozco los mensajes de El Escorial -que se han seguido dando todos estos años ante una multitud que acude sin traba alguna al lugar de la aparición- más que por reproducciones Magnetofónicas. El Rosario -desde luego- se reza alli con calma y recogimiento. Lo que me ha impresionado ha sido la calidad humana y espiritual de la vidente, sometida desde la infancia a desgracias y calamidades suficientes para haberla trastornado y hasta destruido. La conocí en El Escorial, en 1985, en la casa de la familia a la que sirve como doméstica para ganarse el pan, porque su marido no trabajaba y ella tenía que hacer lo imposible para sacar adelante a sus hijos. Es una mujer sencilla, sosegada, natural, que no se apasiona, ni tiene pretensiones, ni se mueve por sentimentalismo. Su atavío es modesto, limpio, cuidado, pese a su pobreza. No se muestra azorada ante preguntas difíciles y responde brevemente a la principal cuestión planteada. Amparo Cuevas no conoció a su madre, fallecida cuando ella tenía seis meses. Su madrastra la enviaba a hacer ventas ambulantes con orden de no volver hasta haberlo vendido todo. La niña dormía a menudo bajo un árbol sin haber comido, también en invierno y con nieve. Un día tuvieron que reanimarla. Tenía nueve años. En casa no tenía cama y dormía en un pequeño armario donde ni siquiera podía estirar las piernas. A los diez años, por haber ido a la capital a buscar comida, la encerraron en un cuartucho durante varios meses, adonde le llevaban agua y un poco de harina como único alimento. 

Amaba mucho a la Santísima Virgen, a quien confesaba ingenuamente su deseo de morir: «Madrecita del cielo, yo quisiera ver ya a mi madre de la tierra. ¡Llévame a donde esté!». Tenía la convicción de que la Virgen la escuchaba. Su infancia desgraciada se prolongó en un matrimonio igualmente infortunado que le deparó nuevos sufrimientos y estrecheces. Después de tantas desdichas, es sorprendente que Amparo haya conservado esta serenidad, esta sencillez, esta dignidad, esta mesura que traduce toda su persona. Es un testimonio al que se debe rendir homenaje y que hace desear que estos casos de santidad sean reconocidos con más presteza. Desde un punto de vista evangélico, no cabe duda que estas personas ejemplares no deben ser enjuiciadas desde la suficiencia, sino desde la humildad. Yo, al menos, he tenido la sensación de contemplarla gigante desde mi pequeñez. «La Virgen» ha pedido que se edifique allí una capilla, pero, sobre todo, ha hecho una llamada a la conversión, a la oración, al rezo diario del rosario. El mundo estaría, según los mensajes, al borde de un abismo: desempleo, miseria, guerras, con señales en los astros. 

Estamos en disposición de complementar la información del autor con algunos datos y precisiones que pueden ayudar a mejor conocer el hecho: las apariciones de la Virgen no empezaron el 13 de noviembre de 1980, sino meses después; la primera de ellas, en el fresno de Prado Nuevo el día 14 de junio de 1981. Anteriormente, y no el día 13, sino el 12 de noviembre de 1980 y por la noche, entre 9 y 9,15, regresando a la casa donde prestaba sus servicios, detectó la vidente que la seguía un «SEÑOR», caminando tras de ella, a distancia como de diez pasos, sin causarle molestia alguna. Ocurrieron luego sucesos inexplicables para la vidente, como la percepción de locuciones («Reza por la paz del mundo y la conversión de los pecadores») que aumentan su perplejidad y le hacen sufrir, pensando en la posibilidad de perder el trabajo que tanto necesitaba. Estos hechos extraordinarios comenzaron a aclararse para la vidente y a perturbar su entorno familiar, laboral y social, a partir del sábado 15 de noviembre de 1980, sobre las 10 de la mañana, cuando Cristo Crucificado se le aparece para explicar a la vidente, según su versión, el sentido de sus estigmas que acababa de recibir por primera vez. Asustada y confundida al ver en ella los sangrantes estigmas, dice: -¿Qué es esto? -Esto es la Pasión de Cristo, y tú tienes que pasarla entera. A partir de entonces tuvieron lugar todos los sucesos que configuran la manifestación de El Escorial. OPINIÓN DE LAURENTÍN EN EL AÑO 2006 PUBLICADA EN CHRÉTIENS MAGAZINE, (Nº 191, 15-junio-2006, págs. 10-13) Las Apariciones a Amparo Cuevas, mujer pobre, en la real Villa de El Escorial comenzaron diez días antes de las de Medjugorje (24 de junio 1981) y cinco meses antes de las de Kibeho (28 de noviembre 1981). 

Eran más bien desconocidas cuando yo me encontré con Amparo en 1985. Percibí entonces la transparencia de esta mujer, pobre entre los pobres, y me sorprendieron después las increíbles pruebas pasadas por ella y su misión. La Iglesia, prudente, se mostró reticente por largo tiempo. La Alcaldía y el cura de la Parroquia dirigieron un combate contra ella y la peregrinación. El acceso al fresno de Prado Nuevo (lugar de las apariciones) fue prohibido a los peregrinos, y las multas llovían sobre los innumerables autobuses y los coches. Me sorprendió mucho que el Cielo levantara a Luz Amparo cuando menos se esperaba: el Municipio agresivo cayó en el ridículo y perdió las elecciones. El cura de la Parroquia pidió perdón a Amparo y a sus seguidores; durante su agonía, confesó haber sido el origen de numerosas molestias. Al poco tiempo, el cardenal arzobispo de Madrid visitó a Amparo un día entero, antes de jubilarse, y reconoció oficialmente sus fundaciones. 

Todo acabó bien en el Escorial en el plan institucional, civil y religioso, pero sobre todo en el plan espiritual, en este lugar de oración y conversión, gracias a la vida profunda de Amparo, alma víctima desde su niñez hasta su vida conyugal en la miseria, pasadas las persecuciones y oposiciones ahora cuando no se esperaba. El 14 de junio de 1981 comenzaron las denominadas «apariciones de El Escorial»; por lo cual, está a punto de cumplirse el ¡25 aniversario!; fecha, pues, muy significativa. Con las siguientes palabras se manifestaba, entonces, la Madre de Dios: «Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Esta agua curará. Todo el que venga a rezar aquí diariamente el santo Rosario, será bendecido por mí. Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia. Haced oración». 

Desde aquel mensaje inicial en Prado Nuevo, se sucedieron decenas de mensajes, con una periodicidad mensual desde 1985, que tuvieron su culminación el 4 de mayo de 2002 (las manifestaciones prosiguen el primer sábado de cada mes, pero sin mensaje). Este elevado número de mensajes ha causado extrañeza a algunos. Sin lugar a dudas, si comparamos esta proliferación de mensajes con la brevedad de Lourdes o Fátima, la diferencia es notable. Pero, ¿existe algún criterio absoluto en el estudio de las manifestaciones marianas que nos autorice a poner límite a esta libérrima intervención del Cielo? Ciertamente, no. La misma Virgen ofrece respuesta a tan frecuente objeción en sus mensajes de El Escorial: «Yo me aparezco, hija mía, donde quiero y cuando quiero. Todo aquél que diga que no puede ser, ¿quién es él para decirme a mí cuándo y dónde tengo que manifestarme? Os aviso, hijos míos, como una madre avisa a su hijo cuando corre un gran peligro» (20-mayo-1984).