Redención por mediación de la Virgen | |||||||||||||||||||||||||||||
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Lideraba revueltas en el Reino Unido de un grupo nacionalista radical, era también masón y director de una revista que incitaba al odio racial. | |||||||||||||||||||||||||||||
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Joseph Pearce afirma que el diablo se mostró diligente con él desde su temprana y “arrogante adolescencia”. Mientras crecía en un barrio pobre del este londinense, vio cómo el lugar se llenaba de inmigrantes de distintas etnias, provocando radicales cambios sociales y culturales. “La afluencia de numerosos indios y paquistaníes estaba cambiando literalmente la cara de Inglaterra, sumando complejidad a la vida inglesa. Quizás de modo inevitable, la llegada de estos inmigrantes causó bastante resentimiento entre la población autóctona. Había mucha tensión racial, y la violencia entre jóvenes blancos y asiáticos empezó a hacerse cada vez más común. Fue entonces cuando coincidieron la tensión del ambiente y mis primeros años de una adolescencia enfadada con el mundo”.
Violencia, Nacionalismo racista y masones
A los quince años
su enfado de adolescente irreverente –continúa narrando en el libro
“Conversos 12 testimonios recientes” (D. Steichen)-, encontró eco en las
ideas racistas del Frente Nacional, partido que “pedía la repatriación
obligatoria de todos los inmigrantes de color”. Allí dio rienda suelta
a esta fuerza agresiva irracional que lo habitaba, en violentas
manifestaciones callejeras. Comenzaba a ser atrapado en las redes de un
particular experto de toda violencia… “Llené mi cabeza, que estaba
vacía, y enardecí mi corazón apasionado, con una ideología racista y una
filosofía elitista. Fue en esta época cuando hice lo que ahora
considero mi pacto faustiano, mi pacto con el diablo. Recuerdo haber
pedido se cumpliera mi «deseo», por dedicar todo mi tiempo a trabajar
para el Frente Nacional”.
El deseo, dice Joseph, le fue concedido meses más tarde cuando abandonó la educación para dedicarse en cuerpo y alma
a ser “un revolucionario racial”, como él mismos se define. “Nunca
volví la vista atrás; a los dieciséis años me hice editor del Bulldog,
periódico del Frente Nacional Juvenil, y tres años más tarde estaba
editando el Nationalism Today, un diario ideológico de élite. A los
dieciocho era ya el miembro más joven del gobierno del partido. Creyera
en él o no, lo cierto es que el diablo se había tomado muy en serio la
respuesta a mi deseo”.
Hijo de una cultura, señala, que
consideraba al catolicismo una religión extranjera, desarrolló un
potente prejuicio hacia esta fe. “Además, algunos terroristas del
Ejército Republicano Irlandés (IRA) profesaban esta religión y en aquél
período de conflictos, mi anti catolicismo se revelaría con toda
crudeza. La campaña de bombardeos del IRA estaba en auge en los años
setenta, y mi odio hacia el terrorismo de la República
me llevó a implicarme en la volátil política. Me uní a la Orden de
Orange, una sociedad secreta pseudo masónica cuyo propósito era la
oposición al papado, esto es, al catolicismo”.
La cárcel, Chesterton y el encuentro con Dios
La adhesión a este hermético grupo masónico anti católico fue un nuevo impulso
para las expresiones violentas que la ideología del Frente Nacional
alentaba en el alma de Joseph. Protagonista de verdaderas batallas
campales contra los inmigrantes
terminó finalmente en prisión. Sometido en celda de aislamiento, sólo
algunos libros que le permitían tener, le hacían volar más allá de los
mínimos metros cuadrados de la celda; y entonces en la oscura soledad
del lugar, que reflejaba también su propia realidad espiritual, leyendo a
C.S. Lewis, J.R.R. Tolkien, Gilbert Keith Chesterton y Hilaire Belloc
–clásicos de la epopeya, viajes y lo fantástico- otra realidad, comenzó a
brillar, aunque débilmente.
Al salir de la cárcel intentó retornar
al “fervor casi religioso del nacionalismo racial y sentimientos anti
católicos”, recuerda Joseph, pero le resultaba cuesta arriba… “Durante el día
escribía propaganda llena de odio, y por las noches leía las páginas
llenas de amor de Chesterton y Lewis”. Vivía una particular crisis
existencial y poco a poco su conciencia se expandía. “En este tiempo me
sentía perdido en el bosque oscuro de Dante, quizá ya casi me había
desviado al infierno, pensaba. Es una subida larga y ardua salir desde
allí hasta los pies del Monte del Perdón, pero estaba bien acompañado;
si Dante tenía a Virgilio, yo tenía a Chesterton”.
La Madre de Dios aplasta la cabeza de Satanás
Dos realidades luchaban en su interior,
pero sólo la violenta se expresaba y en diciembre de 1985 volvió caer
en prisión. La cárcel de Wormwood Scrub sería el Cenáculo donde
renacería. Continuó apegado a sus lecturas sabiendo “que Tolkien,
Chesterton, Belloc y Newman eran católicos”, recuerda, porque la belleza
espiritual que en las obras descubría le resultaba irresistible. Y más
belleza aún gustaría, pues la Madre de Dios vendría a dar el golpe de gracia al enemigo que encadenaba el alma de Joseph…
“Otro de los hitos que tuvo lugar
durante esta segunda estancia en prisión fue mi primer y torpe intento
de oración. “No recuerdo haber rezado nunca antes de llegar a la
prisión, al menos si exceptuamos las oraciones que repetíamos como loros
en el colegio, a un Dios al que ni conocíamos ni buscábamos, ahora, en
la desolación de mi celda, mis manos recorrían con torpeza las cuentas
de un rosario que alguien me había enviado. No tenía ni idea de cómo
rezarlo. No sabía el Ave María ni el Gloria, y ya no me acordaba del
Padrenuestro. No obstante, cuenta por cuenta iba musitando a mi manera
oraciones que yo mismo inventaba, suplicando la fe, la esperanza y la
caridad que mi corazón ansiaba desde lo más hondo del tremendo aprieto
por el que estaba pasando. Era un comienzo pequeño, pero significativo”.
Cristo le daría la salvación
Pero aquel inicio sellaría el proceso de
su liberación que continuaría expresándose en su abandono de todo
vínculo con el extremismo político y masónico, cuando meses después, en
1986, fuese puesto en libertad.
“A mis quince
años deseaba dar mi vida por la causa; ahora, con veinte y tantos, sólo
deseaba entregar mi vida a Cristo. Si el diablo se había llevado mi
deseo anterior y lo había recibido en el infierno, Cristo se haría cargo
de ese deseo recién descubierto y le daría eternidad”.
Habiendo pasado la mayor parte de los años 80 siendo él mismo campo de batalla
de una lucha espiritual “donde el corazón y la cabeza se debatían entre
el infierno de mi propio odio y la fuente de amor que Cristo prometió y
que manaba de Él mismo”, Joseph, sano y liberado, abrazó la fe el día
de San José de 1989.
Su testimonio de vida completo puedes conocerlo en el libro de su autoría: “Mi carrera con el diablo”
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