*El pecado original en las visiones de Ana C Emmerich

  He visto cómo Adán y Eva recorrían por primera vez el Paraíso terrenal. Los animales les salían al encuentro y les servían y acompañaban. He visto que tenían más relación con Eva que con Adán. Me parecía que Eva tenía más que hacer con la tierra y con las criaturas de la naturaleza; ella miraba más hacia abajo y en torno suyo y se manifestaba más curiosa e investigadora. Adán era más silencioso y más dirigido hacia Dios, su Creador, que hacia las criaturas. Entre todas las criaturas había una que, más que las otras, se había aficionado a Eva. Era un animalito indeciblemente agradable, amistoso y halagador. 

No conozco otro animal en la naturaleza que pueda ser comparado con él. Era completamente liso, delgado de cuerpo, parecía no tener huesos; sus patitas traseras eran cortas y corría levantado sobre ellas3. Tenía cola terminada en punta, que llegaba y arrastraba por el suelo, y arriba, cerca de la cabeza, tenía además dos pequeñas patitas muy cortas. La cabeza era redonda y de mirar prudente y mostraba a veces una lengüita muy movible. 

El color del vientre, del pecho y del cuello era blanco amarillento, y por encima, la parte superior, más oscuro, casi como una anguila. Su estatura, cuando estaba levantado, era como la de un niño de diez años de edad. Estaba siempre en torno de Eva, y era tan halagador y zalamero, tan movedizo e interesado en mostrarse y rodear a Eva, que ésta encontraba gran placer en su compañía. Con todo, este animalito tenía para mí algo misteriosamente temible y aún lo tengo ahora así ante mis ojos. No he visto que ni Adán ni Eva lo tocasen. Había, en efecto, antes de la caída, un gran distanciamiento entre el hombre y los animales. 

Ni siquiera a los primeros hombres del mundo los he visto tocar a los animales, y aún cuando los animales eran mansos y más relacionados con los hombres, se conservaban los unos más alejados de los otros. Cuando Adán y Eva volvieron a aquel lugar resplandeciente, apareció una faz luminosa delante de ellos, como la de un hombre noble y severo, de blanca y luminosa cabellera, y me pareció que, indicándoles toda la naturaleza, se la entregaba y que algo, en cambio, les mandaba observar. Ellos no se mostraban cohibidos en su presencia y lo escuchaban sin mostrar temor alguno. Cuando este Ser desapareció me pareció que quedaron aún más contentos, más dichosos, y que entendían más y encontraban mayor orden en todo lo que veían en la naturaleza. 

Sentían un gran deseo de agradecer, y este sentimiento era mayor en Adán que en Eva, que encontraba más contento en su dicha y miraba más a las cosas que al agradecimiento a Dios. Ella no estaba tan abismada en Dios como Adán; ella tenía más su alma en la naturaleza. Creo que pasearon por el Paraíso terrenal tres veces. He visto a Adán dando gracias y maravillándose de la belleza de la creación, sobre la colinita luminosa donde había estado sumergido en sueño y en visiones, por obra de Dios, cuando fue creada Eva y sacada de su costado. Adán estaba solo debajo de los árboles. He visto a Eva acercarse al árbol de la ciencia como si quisiese pasar de largo. 

El animalito aquél estaba de nuevo con ella y me pareció aún más halagador, zalamero y movedizo. Eva estaba toda entusiasmada con el animalito y sentía gran gusto en estar en su compañía. El animal subió al árbol a una altura tal que su cabeza llegaba a la de Eva; se sostenía con los pies al árbol. Volvió la cabeza hacia Eva y habló. Dijo que si comían de la fruta del árbol serían libres y no más esclavos, y sabrían cómo sería la forma de su descendencia. Ellos sabían ya que tendrían descendencia; pero entendí que aún no sabían cómo Dios lo quería, y que si lo hubiesen sabido a pesar de ello hubiesen pecado, la redención no habría sido posible. Eva se mostraba cada vez más curiosa hacia las cosas que la serpiente le decía. Se produjo en ella algo que la sumió en oscuridad. Yo temblaba por ella. Miró ella hacia Adán, que estaba absorto debajo de los árboles. Ella lo llamó y él acudió a su llamado. 

Eva fue a su encuentro y luego retrocedió. Se notaba en ella una indecisión, una inquietud. Volviese como si quisiera pasar de largo el lugar del árbol; pero se acercó a él por el lado izquierdo y estuvo detrás de él cubierta por las hojas largas y caídas. El árbol era por arriba más ancho que por abajo y las hojas colgaban pesadamente hasta el suelo. Colgaba también en la parte donde se hallaba Eva una fruta de particular hermosura. Cuando Adán llegó al lugar, Eva lo tomó del brazo y señaló al animal que halaba, y Adán escuchó también sus palabras. Al tomarle del brazo fue la primera vez que lo hacía. Adán no la tocó, y vi que había ya oscuridad en ella. He visto que la serpiente señaló la fruta; pero no se atrevió a arrancársela para Eva.

 Pero no bien Eva manifestó deseos de tener la fruta, entonces la serpiente la desgajó y se la alcanzó a Eva. Era la fruta más hermosa del medio de un como racimo de cinco frutas juntas que colgaban del árbol. He visto que Eva se acercó a Adán con la fruta y se la dio, puesto que si el consentimiento de éste no se habría realizado la culpa y el pecado primero. He visto como que la fruta se partía en las manos de Adán y que él veía figuras adentro. Parecía que ellos llegaban a saber lo que les convenía ignorar. La parte interna de la fruta estaba cruzada con venas color de sangre. 

He visto cómo se oscurecían, perdiendo el resplandor que los envolvía y sus rostros perdieron la serenidad. Parecióme que hasta el sol se retiraba. La serpiente bajó al punto del árbol y huyó sobre sus cuatro patas. No vi comer la fruta, como se hace al presente, con la boca; pero la fruta desapareció de entre las manos. Entendí que Eva ya había pecado cuando la serpiente estaba en el árbol, puesto que la voluntad de Eva estaba ya con la serpiente. Supe entonces algo que no puedo ahora explicar debidamente. Era como si la serpiente fuese la figura y la representación exterior de la voluntad de Eva, como de un ser con el cual pudiesen ellos hacerlo y alcanzarlo todo. Dentro de esta voluntad (en figura) entró Satán. 

Por el gustar de la fruta prohibida no estaba aún completo el pecado; pero esta fruta de tal árbol, que echa sus ramas en la tierra y reproduce nuevas plantas de la misma especie, que hacen lo mismo luego al hincarse en el suelo, tiene en sí la significación de un trasplante y de una reproducción de su mismo poder, y esta reproducción es como un trasplante pecaminoso, apartado de Dios. De este modo se realizó, con la desobediencia y con el gustar de la fruta, la separación de la creatura de su Dios y la reproducción en sí y por sí, y el amor de sí, en la naturaleza humana. El hecho de gustar la fruta, que tenía en sí esta significación y este concepto, tuvo como consecuencia una reversión, una marcha hacia atrás en la naturaleza, y trajo el pecado y la muerte