¿Cómo mantener la paz en la familia?

Para aclarar cómo se debería de vivir la paz en las familias, S. Francisco de Sales afirma en “Introducción a la vida devota”que entre los esposos:
“la mutua condescendencia ha de ser tan grande, que jamás se enojen ambos a la vez, para que no asome entre ellos la disensión y la discordia. Las abejas no pueden permanecer allí donde se producen ecos, resonancias y retumbos de voces, ni el Espíritu Santo en una casa donde haya disputas, réplicas, gritos y altercados.” (Parte III, cap. 38)
¿Más fácil dicho que hecho? Ese santo obispo tardó 19 años en controlar su temperamento, pero lo logró, no escondiéndose de los conflictos, sino combatiendo los insultos explicando con dulzura la doctrina de la Iglesia. Eso hacía también Sta. Mónica cuando sufría callada el mal genio de su esposo, que nunca le pegó porque ella sabía esperar el momento oportuno para expresar su punto de vista cuando él estuviera tranquilo. Ella hizo caso a las palabras del Señor: “Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura” (Mt. 6, 33) y al cabo de los años su discreción logró con la ayuda de Dios la conversión de su esposo y de su hijo, el futuro S. Agustín.
Las tormentas del mal humor nos cierran a la gracia divina, pero en cada hogar hay detalles que podrían parecer insignificantes o pasar desapercibidos que son fundamentales para la buena marcha de la vida familiar porque evitan tales conflictos. Eso no significa que todo esté perfectamente recogido en todo momento, que se siga una rutina a la perfección todos los días y que cada comida sea de cinco platos. No es el orden en sí lo que hace que un lugar se transforme en un hogar (aunque cierto orden sea necesario) sino que haya detalles que demuestren la caridad que une a la familia, cosas que se hacen para que otros pasen un día mejor y que la familia esté en paz.
Puede ser algo tan sencillo (y difícil) como seguir algunas reglas fundamentales determinadas por la familia como dejar ciertas cosas en su sitio para que otros no se vuelvan locos buscándolas, tener al menos una hora fija en la que la familia se reúne para comer, rezar juntos en momentos determinados… Si alguien nos molesta, en vez de confrontarle con ira deberíamos de hacer lo posible para mitigar la situación (tomándonos el tiempo para calmarnos antes de hablar, por ejemplo), recordando que podría haber motivos desconocidos para los comportamientos inesperados de uno mismo o de otros.
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No olvidemos expulsar a los espíritus malignos que se instalan en la casa y que son origen de muchas peleas y rencillas, rociando diariamente los dormitorios y demás habitaciones con agua bendita