Otro milagro de María

Monasterio de Jasna Gora, Polonia

En 1625 un prolongado juicio en Varsovia terminó con la condena a morir ahogada de Ana, hija del campesino Bartlomiej y de su mujer Jadwiga. Ana había sido enviada a la ciudad a trabajar, para poder así ayudar con los gastos a sus padres. Era una buena chica y también pudo ser una buena servidora en la ciudad. Pero lamentablemente se enamoró de un hombre al que creyó sincero y cayó en pecado, quedando embarazada de un hombre que no pensaba siquiera en casarse con ella. Con un bebé nacido de madre soltera y llena de vergüenza, miedo y desesperación, Ana arrojó a la pobre criatura por una ventana al barranco al borde de un río cercano. Fue así juzgada y sentenciada a muerte.

Cuando los jueces enviaron al sacerdote a prepararla para la ejecución, éste la encontró sinceramente arrepentida y apenada, y le recomendó que se pusiera bajo la protección de Nuestra Señora de Czestochowa.

El día fijado para la ejecución, una curiosa multitud seguía a Ana al puente sobre el Vistula, y vieron al verdugo atar una gran piedra a la pierna de Ana para asegurarse de que quedaría sumergida en la profundidad del río.

Y ahí estaba ella, que cayó de rodillas ante la multitud, con los ojos llenos de lágrimas amargas y manifestando ante todos su dolor por el crimen cometido. Pidió perdón a Dios y solicitó la ayuda de Nuestra Señora de Czestochowa, prometiendo a cambio reformar su vida. Mas el verdugo tenía que cumplir su deber, a pesar de la simpatía que ahora manifestaba la multitud, y entonces arrojó a Ana al río. Se escuchó su grito al golpear el cuerpo contra el agua, y la multitud vio en silencio cómo el cuerpo era tragado por las aguas, tras lo cual la corriente siguió fluyendo mansamente como siempre.

Algunos testigos se quedaron ahí cerca de media hora mirando el fluir del Vistula hacia el mar. Parecían fascinados por la corriente de agua, sabiendo que allí debajo estaba la joven amarrada a la piedra. De repente hubo un rumor, y luego un grito. A lo lejos, los espectadores vieron abrirse la superficie del río con la forma de la muchacha emergiendo de la profundidad. Ella nadó hacia la costa fácilmente y subió a la orilla. ¡Había sobrevivido!

Ana explicó a los atónitos testigos que corrieron hacia ella, que cuando yacía ya en el fondo del río Nuestra Señora de Czestochowa se le había aparecido, y había sacado la piedra que ataba su pierna, indicándole que nadara hacia la costa.

Los jueces y todos los presentes cayeron de rodillas en oración y gratitud a María por el milagro. Más adelante Ana, su madre, y muchos de los testigos del milagro fueron a Jasna Gora e hicieron allí una solemne ofrenda, tras lo cual regresaron a sus hogares para llevar una vida ejemplar.