Un Cisma Silencioso



Francisco a alta velocidad casi toma vuelo
10/23/2014
Por MARCELO GONZÁLEZ

(...)Un periodista liberal como Jean-Marie Guenois, vaticanista de Le Figaró, hombre que simpatiza con Francisco, ha hecho declaraciones notables:  existe en la Iglesia, dice, un cisma silencioso. “Hay ya en la Iglesia cismas de hecho entre muchos sacerdotes y fieles que no aceptan ya la fe católica sobre la Virgen María, la Eucaristía, por ejemplo, y que se llaman católicos cuando son, más que cristianos, auténticos, protestantes. (…) El Sínodo abre una crisis en la Iglesia en el sentido antiguo de la palabra, esto es, el imponer una elección o decisión. (…) El shock del Sínodo puede ser abra los ojos de algunos. Este nuevo papa no es solo eso, representa una nueva orientación”.

En otro lado afirma, con notable honestidad,  que el Papa Francisco, pese a su fraseología habitual de diálogo, escucha, etc. adopta procedimientos autoritarios. Hay otros ejemplos. La prensa laica ya muestra fisuras sobre el hasta ahora aclamado universalmente Papa Francisco.

El clero de la resistencia

Parece obvio destacar que personalidades como el Card. Burke, que se ha empleado a fondo para frenar los disparates del Sínodo, está en jaque, y su expulsión de la curia, sumada a su prestigio personal, lo constituye, digamos así, en el jefe de la oposición y en un futuro gran elector de papa. Al liberarlo del peso del Dicasterio, Francisco le libera también las manos para actuar y le quita la mordaza que todo curial romano se pone al aceptar el cargo. Es decir, en el próximo cónclave, ya hay un jefe de partido que oponer al “vicepapa” y probable candidato de Francisco, el Card. Rodríguez Maradiaga.

Pero no olvidemos el peso de las figuras que acompañaron a Burke: Müller, prefecto de la Fe; Pell, prefecto de la economía (y ya son tres cabezas de dicasterio). Mons. Gadecki, presidente de la Conferencia Episcopal Polaca, quien ha dicho: “Si no hubiera hablado, el Sínodo hubiera sido mucho peor”. El card. Ruini, el Card. Cafarra, el Card. de Paolis, y otros cuyas cabezas no asomaron tanto, pero sin duda respaldan estas posiciones y comparten estas preocupaciones. Sumemos una cantidad de obispos africanos y de todo el mundo. Hasta en la Argentina, hoy un desierto episcopal, un obispo cuyo nombre naturalmente debo reservar, ha comentado que el “cisma es inminente”.

Su propia dinámica “se lo lleva puesto”

Francisco está atado a una dinámica que lo empuja a alta velocidad contra un muro: la doctrina. Por ahora, a pesar de los horrores dichos en el Sínodo, él ha mantenido silencio sobre su postura, aunque sus hechos sean elocuentes. Sin embargo, en un momento deberá firmar y aprobar un documento de rango papal. Ahí está el muro.

Si busca una componenda, será repudiado por los liberales extremos que son su sostén. No parece tener vuelta atrás sobre posiciones tradicionales después de semejante Sínodo, promovido y alentado por él. Pero aún en tal supuesto, muy difícilmente ganaría la confianza de los prelados y fieles que han visto con espanto lo que se preparó y ejecutó con astucia de político maquiavélico para imponer sobre las mayorías unos temas y un tratamiento que ha sido muy resistido, si tenemos en cuenta que hay otra Iglesia en África, en Medio Oriente, en Europa Oriental, en Asia y aún en bolsones de resistencia europeos y americanos, al menos en esta materia tan sensible que no se ha podido expresar.

Un amigo cercano de Bergolio y confidente papal, el diputado Gustavo Vera, presidente de la Fundación Alameda, ha dicho en un programa de TV, a poco de la elección, que Francisco le había confesado: mi poder se limita a tener la plaza llena. Vera es un personaje pintoresco que se caracteriza por la franqueza con que habla. Tal vez no le haya hecho un favor a Francisco, pero sí a nosotros. Nos reveló cuál es su debilidad y cómo Francisco la conoce.  

Nuestra impresión, por si algo vale, es que Francisco ha quedado debilitado. Se ha jugado todo a octubre de 2015, y allí todos irán preparados para la guerra, si no estalla antes.  Si acaso no ha estallado ya.

No tiene freno, la inercia lo lleva a velocidad incontrolada y creciente contra un obstáculo imposible de remover para un papa, esto es, permanecer en la doctrina de Cristo. “Motus in fine velocior”.

Y, claro, no debemos olvidar que Dios puede decir “basta” en cualquier momento.