Experiencia mística en Medjugorje

Valentina, de 29 años, es ucraniana. A primera vista, pareciera ser una jovencita muy “normal”. ¡Sin embargo, su historia está lejos de serlo! Nacida en un entorno ateo y signada por el férreo comunismo de aquellas regiones, creció en la pobreza material y el vacío espiritual. Cierto día, ella ganó una “green card”, en una especie de lotería al estilo americano, y le fue dada la oportunidad de viajar a los Estados Unidos y de vivir allí. Tan sólo tenía 18 años y en Ucrania trabajaba como peinadora. En vista de las horribles condiciones en las que vivía, decidió partir. Al principio, todo fue muy duro para ella, ya que no hablaba ni media palabra de inglés. Su trabajo no colmaba su existencia y una horrible sensación de vacío la invadía. Se hacía a sí misma la pregunta que la Reina de la Paz nos hizo a todos el 2 de julio pasado: “deténganse un momento a reflexionar sobre ustedes mismos y sobre la transitoriedad de esta vuestra vida terrena. Mediten luego acerca de la eternidad y sobre la eterna bienaventuranza. ¿Qué desean? ¿Por cuál camino quieren andar?”

En la oscuridad de su alma, ella no podía dejar de pensar que quizás existiera otra dimensión en la vida. Por ello hizo unas pocas tentativas de dirigirle algunas palabras al Padre celestial, que le era totalmente desconocido, y a quien su abuela ucraniana solía orar: “Si existes, si eres un padre, ¡demuéstramelo!” Por medio de esta plegaria ella recibió paz en su corazón. Despertó a la fe, y ésta fue creciendo día a día. Valentina se convirtió en una ferviente católica.

Un día conoció a unos peregrinos que volvían de Medjugorje. Sus testimonios provocaron en ella un profundo deseo de viajar ella también a esa tierra bendita. En el 2007 emprendió finalmente el viaje. Allí, la presencia de María se adueñó de tal modo de su corazón que se sintió fuertemente movida a concluir un “trato” con ella. Mientras rezaba su rosario ante la imagen del Cristo resucitado, Valentina consagró su vida a una gran misión: la de orar por los jóvenes de su país y traerlos a Medjugorje. Por su lado, la Divina Providencia se encargaría de abrir las puertas y los corazones. ¡Finalmente ha encontrado su vocación!

Valentina emprende el regreso hacia su pensión, muy feliz, y en el camino se encuentra con un desconocido que le dice a boca de jarro: “Le pido disculpas si lo que estoy por decirle le parece ridículo, pero ¡debo decírselo! Siento que usted está llamada a traer jóvenes de su país aquí, a conducirlos a la Virgen. Por eso la he buscado para que usted sepa que deseo financiar esta misión”. ¡Valentina no lo puede creer! ¡Ella apenas acababa de tomar el compromiso ante Jesús resucitado!

Regresa a su país natal para poner manos a la obra y organiza la primera peregrinación en el 2008. ¡Todos los jóvenes de su parroquia responden a su llamado! La pureza de su corazón, su juventud, su determinación, y sobre todo la unción del Espíritu Santo que reposa sobre ella, le abren los corazones. Ella le dedica mucho tiempo a la oración. Muy pronto, siente especial predilección por los más pobres y Dios la introduce en el ambiente médico donde encuentra mucha miseria moral. Los enfermos están abandonados.

Con la ayuda de la Providencia empieza a crear hospicios donde los enfermos terminales puedan recuperar su dignidad. La Madre Teresa de Calcuta le sirve de fuente de inspiración. También les propone a médicos ateos que vayan a Medjugorje. Es así como ella desembarca allí un día de junio del 2011 con 50 peregrinos médicos, todos ateos. ¡Los médicos presentes son abortistas profesionales! Pero Valentina sabe que la Gospa invita a todos sus hijos, sin excepción, a cobijarse bajo su manto maternal.

Entre ellos se encuentra ginecóloga, de unos sesenta años bien cumplidos. Con todo el grupo ella sube a la Colina de las Apariciones. Valentina ha preparado su plan infalible inspirado por la Virgen para todos sus peregrinos ateos o no. Al llegar arriba, ¡todo el mundo se consagra al Corazón Inmaculado de María! La ginecóloga acata la propuesta. Esa misma noche en la pensión, ella reúne a todos sus colegas peregrinos porque quiere compartir con ellos algo importante. Su garganta se le cierra, habla con dificultad; ella, la gran capa de todos los servicios de su hospital...

“Apenas puse un pie sobre la colina, dijo, todo cambió ante mi vista. Las piedras desaparecieron. De repente la colina se cubrió de los huesos y calaveras de todos los niños que he abortado durante 40 años. Observen estas manos... ¡Estas son las manos que han matado a una ciudad entera! La médica llora y en la sala los pañuelos aparecen uno tras otro. Todos los abortistas presentes reflexionan en silencio. En su mayoría regresarán cambiados, convertidos, decididos a acabar con los abortos y a caminar hacia Dios.

Valentina continúa con su bella misión. Al día de hoy ha llevado a 400 médicos abortistas. Su último grupo de 50 partió de Medj el 29 de agosto pasado. Ella no les hace pagar el viaje, porque no quiere que dinero de sangre inocente tenga algo que ver en todo esto. ¿Cómo se las arregla? Cada viaje es un nuevo desafío, el dinero le cae del cielo en el momento en que debe pagar los pasajes de estos acaudalados médicos. Desde entonces, muchos hospitales han dejado de practicar el aborto y la eutanasia. Valentina persigue un propósito: el de “limpiar” a todos los hospitales de Ucrania de estas prácticas fatales y poner en su reemplazo la bendición de Dios. Devolver a los médicos y al cuerpo médico la dignidad de su profesión. Hoy en día, ¡tantas manos que han matado a inocentes han sido transformadas, porque el Cielo las utiliza para proteger la vida! Ver www.chaliceofmercy.org

Nunca vi girar el sol en Medjugorje, ¡pero ese milagro, todo el mundo lo puede constatar! Valentina está convencida de que no va a limitarse solamente a Ucrania. ¡Oremos por ella y por sus amigos para que estén protegidos! ¡Y pidamos para Francia y todos los países ese celo ardiente y esa fe viva que han trasladado y seguirán trasladando muchas montañas!