Una historia del Purgatorio

El barón Juan Sturton,  noble inglés, era católico en el fondo del corazón, aunque, para guardar las apariencias y no verse perjudicado, asistía a los oficios protestantes. A pesar de la apariencia, escondía en su casa a un sacerdote católico, pensando que con eso tendría la posibilidad de reconciliarse con Dios en el último momento, antes de su muerte. Pero le sorprendió la muerte con un accidente, y como a menudo ocurre, por un justo decreto de Dios, no pudo realizar su conversión. Sin embargo, por la misericordia divina, teniendo en cuenta lo que había realizado por la Iglesia perseguida, le concedió la gracia de la contrición perfecta, pero le tocaría pagar caro su descuido culpable.

Muchos años  pasaron; su viuda de volvió a casar; tuvo niños, y es una de sus hijas, lady Arundell, quien cuenta este hecho, como testigo de cargo.

  « Un día, mi madre rogó al P.Corneille, jesuita de muchos méritos, que debía morir más tarde mártir de la fe católica, celebrar misa para el descanso del alma de Juan Sturton, su primer marido; aceptó la invitación, y cuando estaba en el altar, entre la consagración y el memento de los muertos, se quedó mucho tiempo en oración; después de la misa, hizo una exhortación en la cual contó que acababa de tener una visión: delante de él se extendía un bosque inmenso, que era sólo una hoguera vasta; en medio se agitaba el barón, dando gritos lamentables, llorando y acusándose de la vida culpable que había llevado. Después de haber hecho la confesión detallada de sus faltas, el desgraciado había acabado con las palabras que la Escritura ponía en la boca del mendigo. ¡ Piedad, piedad! ¡ Ustedes por lo menos son mis amigos, pues la mano del Señor me golpeó! Y había desaparecido.

  Mientras que el Padre Corneja contaba estas cosas, lloraba mucho, y toda la familia que lo escuchaba, en total de ochenta personas, también. De repente mientras que el padre hablaba, todos percibieron en la pared donde fue adosado el altar como un reflejo de ascuas, en señal de que lo que decía el padre era cierto. Su familia rezó por él, pero no se supo nada mas del infeliz!