María hace dulce la muerte a sus devotos

Si te desalientan los pecados de la vida pasada, María te asistirá, como lo hizo con Adolfo, conde de Alsacia, el cual, habiendo trocado el mundo por la religión de San Francisco, fue muy devoto de la Madre de Dios, como se refiere en la Crónica de la Orden; y estando ya en los últimos días de su vida, acordándose de los años mal empleados en el siglo,  y temeroso del rigor del tribunal divino, comenzó a desconsolarse y dudar de su salvación. 

Pero he aquí que María, la cual no duerme en las angustias de sus devotos, acompañada de muchos Santos, se le aparece, le conforta y le dice estas tiernas palabras: 

«Amado Adolfo, ¿cómo siendo mío temes la muerte?» Al instante se disipó todo el temor, y murió con indecible gozo. 

Animémonos también nosotros, aunque pecadores, esperando que, si ahora la servimos con fidelidad, se dignará entonces venir y asistirnos y consolamos con su amabilísima presencia, como Ella misma lo prometió a Santa Matilde, diciéndole: 

«A todos los que piadosamente me sirven quiero fídelísimamente asistirles como Madre piadosísima y consolarlos y ampararlos.» ¡Qué dulce consuelo tendremos cuando, ya cercanos a las puertas de la eternidad, y en aquel momento en que se ha de sentenciar la causa de nuestra salvación o condenación eterna, veamos a nuestro lado a la Reina del Cielo asistiéndonos, animándonos y prometiéndonos su protección! 


-Refiere el Padre Crasset, de la Compañía de Jesús, que Santa María Oñacense vio una vez que la Virgen Santísima estaba a la cabecera de la cama de una devota viuda de Villebroek, consolándola y mitigándole el ardor de una calentura muy ardiente. -

-San Juan de Dios, estando para morir, esperaba que llegase esta Señora, de quien había sido devotísimo; pero viendo que se tardaba, empezó a afligirse y a quejarse quizá. Pero cuando fue tiempo se. le apareció, y como reprendiéndole  le su poca confianza, le dijo estas dulces palabras: 

«Juan, no dejo Yo a los míos en esta hora»; como si le dijese: «¿Pensabas, acaso, que te había Yo de abandonar? 

¿No sabes que a la hora de la muerte no desamparo a los que me aman? No he venido antes porque no era tiempo; ahora que ya lo es, veme aquí, que vengo a llevarte conmigo al Cielo.» poco expiró el Santo, y voló a la gloria, donde estará dando gracias eternas a su amantísima ladre y Señora.