por L. Padilla
Siguiendo la analogía del juicio particular, el aviso es algo que puede y debe ser preparado interiormente. El hecho de que después del aviso seguiremos viviendo, no debe llenarnos de simple espera. Esta sería más propia de hombres insensatos que dejan escapar un gran tesoro de sus manos; por eso y para obtener el máximo provecho de esta gracia única en la historia de la salvación, es más razonable actuar del mismo modo que si nos dieran la noticia de que nos vamos a morir en una fecha cercana y determinada. Aún en el caso de que tuviéramos una vida espiritual activa, esa noticia nos espolearía a poner los medios para mejorar en lo posible antes de aquel día. Con mucha mayor razón se daría esta actitud en el caso de que nuestra vida sea de tibieza o abandono espiritual.
Nuestro Señor nos pide que estemos preparados para este juicio Suyo con el fin de que esta confrontación de nuestro personal estado interior frente a Su infinita belleza, obtenga el máximo fruto de acercamiento espiritual a Dios, y sea lo menos traumática posible para nosotros.
Para ello nos sugiere que nos examinemos más cada día y recemos en reparación, sobre todo aquellos que hemos tenido la gracia de conocer el mensaje mariano desde hace ya algunos años, porque a mayor talento mayor responsabilidad.
Dice
“¿Veis ya lo importante que son estos tiempos? No esperéis a este juicio en pequeño, debéis empezar a mirar a vosotros mismos más de cerca para poder ver vuestras faltas y arrepentiros. Sois afortunados de tener la fe necesaria para leer, creer y aceptar este mensaje; no debéis apartaros de él con indiferencia. Debéis examinaros más cada día y rezar en reparación. Todos vosotros sed como el ciego. Cada día deberíais gritar “Señor, abre mis ojos”, y mi Hijo abrirá vuestros ojos para que podáis ver vuestra miseria y os arrepintáis” (6 de junio de 1993).
Y en otra ocasión el Señor dijo: