Cómo se limpia el alma en la Confesión

Jesús habla con Sor Faustina acerca del Sacramento de la Confesión en el que vamos al encuentro de Jesús Misericordioso, que quitará nuestros pecados del alma, por el poder de su Sangre derramada en la cruz.

Escribe así Sor Faustina:

“Hoy el Señor me dijo: Cuando te acercas a la confesión, a esta Fuente de Mi Misericordia, siempre fluye sobre tu alma la Sangre y el Agua que brotó de Mi Corazón y ennoblece tu alma”.

Cuando el alma se confiesa, se derraman sobre ella el Agua y la Sangre que brotaron del Corazón traspasado de Jesús; significa que confesarse es acercarse a Jesús crucificado y ponerse de rodillas ante Él, para que caiga sobre nosotros su Sangre y su Agua, que nos purifican –ennoblecen el alma, dice Jesús- y nos santifican, con la gracia divina que por ellos fluye: el Agua limpia; la Sangre santifica. 

Nos colocamos bajo los rayos misericordiosos de Jesús, el blanco, que simboliza el Agua y el rojo, que simboliza la Sangre. Así, se cumplen las palabras de Jesús, de que su Corazón traspasado, de donde brotaron la Sangre y el Agua, es la Fuente de la Misericordia: “De todas Mis llagas, como de arroyos, fluye la misericordia para las almas, pero la herida de Mi Corazón es la Fuente de la Misericordia sin límites, de esta fuente brotan todas las gracias para las almas”.

“Cada vez que vas a confesarte, sumérgete toda en Mi misericordia con gran confianza para que pueda derramar sobre tu alma la generosidad de Mi gracia”.

Una condición para que el alma pueda recibir con plenitud las gracias que del Sacramento se derivan, es la confianza en Jesús: confianza en su condición de ser Él Dios Hijo en Persona; confianza en su poder de quitar los pecados del mundo, de manera que el pecado del que me confieso, ya no está más en mi alma –esto, para no sentir escrúpulos y también para olvidar la vida pasada de pecador y comenzar la vida nueva de la gracia, la vida de los hijos de Dios

Jesús revela el misterio de su Presencia en la confesión: Jesús está Presente, escondido, invisible, pero Presente, en el sacerdote ministerial, quiere decir que lo que le decimos al sacerdote ministerial, no se lo decimos a él, sino a Jesús, a través de él.

“Aquí la miseria del alma se encuentra con el Dios de la misericordia. Di a las almas que de esta Fuente de la Misericordia las almas sacan gracias exclusivamente con el recipiente de confianza. Si su confianza es grande, Mi generosidad no conocerá límites. Los torrentes de Mi gracia inundan las almas humildes”.

La necesidad de la humildad, para recibir con plenitud las gracias que se derivan del Sacramento de la Confesión. Él mismo se lo dice a Sor Faustina: “En este sacramento, se producen los más grandes milagros”, pero para eso, es necesaria la humildad.

Recordemos que se han de confesar todos los pecados mortales y si no se recuerda su número exacto, al menos decir un número aproximado