Ideas sobre el silencio y la oración

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El camino que nos conduce a nosotros mismos, a nuestro hombre interior es el camino del silencio y con él, la facilidad para la escucha.


La práctica del silencio exterior, sin olvidar que el “tesoro” lo tengo dentro de mi, lleva a amar también el silencio interior y a poder escuchar al Maestro.

La persona que pierde el tiempo, que no se centra en nada, que todo le resbala, que nada la conmueve, parece dominada por el aburrimiento, por la inquietud,... Esa situación incompatible con el silencio y con la escucha.

No es verdadera la afirmación “no conecto con Dios” porque Dios sí conecta siempre con nosotros, si nosotros lo deseamos. Otra cosa distinta es que deseemos una oración de afectos que Dios no tiene por que darnos. A los pequeños se les da un alimento blando que los mayores ya no necesitan. Siempre conectamos con Dios pero hemos de tener en cuenta que no siempre le escuchamos de la misma manera. Hemos de vivir la fe y de fe.

El silencio se desea y se busca no para estar solo sino para amar y el amor siempre es elocuente, aunque no siempre del mismo modo. El amor se manifiesta con palabras, obras o silencios.

Para hacer bien las cosas. Para terminarlas a conciencia. Para hacerlas con rectitud de intención nos es indispensable el silencio. El atolondramiento de las prisas ruidosas ordinariamente no deja terminar bien lo que tenemos entre manos y en medio de ese barullo no oímos.

La oración de contemplación exige el arte de tener calma, de tener ese silencio recogido en Dios para mirarle, contemplarle, escucharle.