3 sugerencias

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Cosas mías, pero en las homilías intento aterrizar y ofrecer a mis feligreses sugerencias concretas por si les sirven de algo. 
Se me ocurrió, como digo, ofrecer tres sugerencias a los fieles:
PRIMERA. La que viene recogida en la segunda lectura de ayer mismo: “En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos”. Ser testigo del Resucitado en el mundo comienza por tratar de vivir cada momento según los mandamientos que hemos recibido. Que puedan decir de nosotros que somos buena gente, honrados, honestos, sinceros, trabajadores, respetuosos, generosos, capaces de ayudar sin esperar nada a cambio, cumplidores con las exigencias de nuestra fe. Es que de lo contrario no somos creíbles.
SEGUNDA. Es momento de dar testimonio con los signos materiales. Creyentes que tenemos en casa una imagen de María, un crucifijo. Que en el coche, la mesa del despacho, el taller o la oficina, la furgoneta o la tiendecita, el bar o el kiosko aparezca ese signo religioso que nos identifica, aunque muchos no lo comprendan. Momento de no sentir vergüenza ninguna por santiguarnos antes de comer en un restaurante, o rezar una pequeña plegaria antes de almorzar.
TERCERA. Testigos con la palabra, la reflexión, el consejo. Demasiadas veces nos encontramos ante situaciones difíciles en las que todos expresan su opinión. Un católico no puede caer en los tópicos buenistas que todo el mundo esgrime para quedar bien y aparecer como moderados, tolerantes, comprensivos y misericordiosos. Demasiado fácil limitarse a un “lo que tú veas”, “cada uno sabrá lo que tiene que hacer”, “hay que respetar”, “si ellos lo ven así”. Demasiado fácil y sobre todo muy peligroso. Un católico razona de otra manera: sabe aportar su razonamiento desde la fe, la doctrina, los mandamientos.
Y no solo eso. Un católico, especialmente cuando se trata de cosas que afectan a un creyente, no tiene más remedio que decir en algún momento que hay cosas, vidas, decisiones que ponen en peligro la salvación del alma. Es muy fuerte, pero quizá alguien recapacitó cuando estaba a punto de cometer un error gravísimo porque hubo quien le advirtió de que estaba poniendo en peligro la salvación de su alma.
¿Te das cuenta de que con esta decisión estás poniendo en peligro tu propia salvación? No nos atrevemos a decirlo… es fuerte, no tenemos costumbre de estas cosas. Pero ay de nosotros si todo lo damos por bueno y lo justificamos sin más para caer bien a los hombres. Mucho cuidado.