El camino más corto al Paraíso

Jesús a Ottavio Michelini, Italia, 1975Resultado de imagen para kyoto

Ahora falta decirte unas palabras sobre el tercer camino, el más breve y corto para el Paraíso que ha sido escogido por tantas almas privilegiadas: es el camino del amor.
No es que haya sido abierto a las almas sólo en estos últimos tiempos. Siempre ha existido, igual que los otros dos.

María Magdalena escogió este camino y después de ella muchas otras almas. Pero en estos últimos tiempos ha sido redescubierto. Fue preferido y transitado por muchas almas y entre éstas Teresita del Niño Jesús.

Yo, hijo mío, me he inmolado a fin de que vosotros fuerais una cosa sola entre vosotros y Conmigo,  como Yo lo soy con el Padre y el Espiritu Santo.

El amor tiene dos dimensiones, la vertical que tiende hacia Dios y la ho­rizontal que tiende hacia el prójimo. Así es en Mí, así debe ser en vosotros.

Este amor debe estar por encima de todos los problemas de vuestra vida y si no fuera así no estaríais en el camino correcto. El amor une, el amor robustece.
Padre, Hijo y Espíritu Santo son Tres en Uno, el amor equivale por tanto a unidad, a unión.
El amor que une al alma a Dios y a los hermanos es fuego que purifica y que hace arder las escorias de la fragilidad humana. Mi espíritu es espíritu de amor que calienta, que ilumina y que vivifica: disuelve las sombras de la debilidad humana que se posan en el alma.
Pero el amor es también fuerza y po­tencia, como el hierro, fundido con el cemento; esas dos na­turalezas se funden y se transforman en un único e irrom­pible bloque contra el que en vano choca la fuerza de quien lo quisiera despedazar.

Así, amor divino y humano fundidos juntos unen las almas a  Dios y entre sí para formar un único bloque tan compacto que inútilmente  chocan contra él las fuerzas del Mal.

Hijo, esfuérzate en figurarte Mí Cuerpo Místico como debería de ser: un poderoso bloque formado por todos sus miembros unidos a la Cabeza, al que ninguna fuerza terrestre o infernal pudieran causarle ni un rasguño.

La Iglesia purificada y regenerada del futuro siglo será este cuerpo granítico al que ninguno podrá romper, es más, ni hacerle ni un rasguño.  Los caminos de Dios y los planes de Dios son muy di­ferentes de vuestros planes y de vuestros caminos.