Ofréceme todo lo que tienes, todo lo que eres

Jesús a A Ottavio Michelini 


A pesar de todo, las cosas cambiarán: mi Pasión y Muerte han traído al mundo tal fermento de vida por lo cual las fuerzas del Mal no prevalecerán.
Mi Pasión continúa en mi Cuerpo Místico. Los sufrimientos de los buenos, de los santos, de las almas víctimas han dado y darán sus frutos.
La Tierra será bañada por la sangre de nuevos mártires que anticiparán el alba radiante de una Iglesia renacida a nueva vida, de una Iglesia que tomará el puesto de maestra y de guía de los pueblos de todo el mundo.

Las fuerzas del Mal serán aplastadas bajo el talón de Aquella que, como ejército formado para la batalla, marcará otra espléndida victoria para la Cruz y para la Iglesia. La humanidad será devuelta al Padre que la ha querido bienaventurada por la eternidad.
Hijo mío, reza. Ofréceme, como siempre, todo lo que tienes, todo lo que eres.
Te bendigo, ámame.

6 de abril de 1976

ESTARÉ A TU LADO

Angel mío querido, que has sido puesto por Jesús a mi lado para asistirme y defenderme, yo pobre Sacerdote me reconozco culpable ante Ti de tantísimas culpas.
Habría debido amarte más, buscarte más, especialmente en los momentos difíciles de mi vida. Sin embargo mis muchas miserias, las necias preocupaciones humanas y la infidelidad han arrebatado a mi alma la luz indispensable para hacer el bien, han quitado a mi voluntad esa agilidad y firmeza para hacer frente a las astucias y a las insidias de la Serpiente, siempre al acecho y dispuesta a golpear con su veneno, y me han privado de tu ayuda.
Angel mío querido, perdona mi negligencia, mi culpable necedad.

Provee tú, vigilante custodio y centinela, a defenderme y a protegerme contra el asalto del infernal enemigo y de sus legiones.
Angel custodio mío, hazme sentir tu real y benéfica presencia, házmela sentir en la vida y en modo especial en la hora de la muerte.
Ahora, oh amigo de mi alma, si me quieres hablar, háblame. Con la Gracia Divina me dispongo a prestarte toda mi atención.

Amistad intensificada


“¡Si, hermano mío! No te asombre si te llamo de este modo.
Somos hijos del mismo Padre; somos miembros del mismo Cuerpo; vivimos de la misma linfa divina; somos objeto del Amor y estamos vivificados para los mismos fines: ¡la Gloria de Dios Omnipotente, su Reino, su soberana, divina Voluntad!.

Hermano, en un mensaje anterior me he presentado a ti, pero el lazo que nos une debe siempre aumentar, acrecentando así nuestra relación. Nuestra amistad puede y debe ser intensificada con nuestra voluntad recíproca.
Mira, si entras en una casa oscura, en ti es instintivo buscar la fuente de la luz, encendiendo un fósforo, accionando un interruptor.
¡Cuánta oscuridad tenéis en torno a vosotros hermano mío! ¿y entonces?
Tú búscame. Yo soy como el interruptor que, saltando, te haré inundar de luz divina.
De hecho, aun siendo tú Ministro de Dios, no conoces todos los medios de santificación.

Hermano mío, ¡eres Ministro del Omnipotente! Y Él, el Omnipotente te ha hecho participante de su divina Soberanía.
Si tú y los demás Sacerdotes fuerais conscientes de esta realidad, podríais verdaderamente dar la vuelta a la situación.
El atrevimiento de las fuerzas tenebrosas del mal disminuye en la medida en que crecéis en el proceso de vuestra santificación.

Cuanto más subáis vosotros sacerdotes en la luz de Dios, tanto más las fuerzas del mal descenderán y se hundirán en la oscuridad del Infierno.
Hermano, se necesita intensificar nuestras relaciones, se necesita una comunión no ficticia sino real. Lo exige la Voluntad divina a la que debemos reconocer humildemente y actuar. La prueba para ti, hermano, está en acción.
El Amor de Dios me ha puesto a tu lado para ayudarte a superarla. Estaré junto a ti para defenderte; la lucha tendrá momentos de dura aspereza.
¡Adelante sin temor, Jesús te llevará a la victoria!
Llámame y yo estaré junto a ti. Juntos recibamos la bendición de Él, Uno con el Padre y el Espíritu Santo.