Perdonado por intercesión de María



Un hombre casado vivía en desgracia de Dios; La mujer era buena, y no pudiendo apartarle del mal camino, le rogó que, a lo menos, siempre que hallase alguna imagen de la Virgen le rezase una Avemaria. El tomó el consejo, y yendo una noche a ofender a Dios vio una lámpara encendida delante de una de sus imágenes con el Niño en los brazos.

Le rezó su Avemaria; pero, al acabarla, notó que el Niño estaba todo llagado, y de las heridas corriendo sangre.

Admirado y compungido por conocer que sus culpas eran la causa, empezó a llorar; pero viendo que el Señor le volvía las espaldas, lleno de confusión se dirige a la Virgen, diciendo: «Madre de misericordia, vuestro Hijo me desecha, pero en Vos, que sois Madre suya y tan compasiva, tengo abogada.

Favorecedme y pedidle por mí.» La Virgen le respondió desde la imagen: «Madre de misericordia me llamáis los pecadores; pero me hacéis Madre de miseria renovando la Pasión de mi Hijo y mis dolores.»

Con todo, como Ella no acierta a despedir desconsolado a ninguno de los que llegan a su puertas, se puso a pedir a su Santísimo Hijo que se dignase perdonarle. Mostraba el Señor repugnancia, pero la benignísima Señora dejándole en el nicho, se le puso de rodillas, diciendo: «Hijo mío, no me levanto de aquí hasta que perdones a este pecador.»

Entonces respondió Jesús: «Madre mía, nada puedo negaros; pues queréis que le perdone, le perdono por amor vuestro.

Traedle a que bese mis llagas.» Con esta licencia se acercó él, y, conforme las iba besando, se iban cerrando y quedando sanas.

Al fin de todo le dio el Niño un abrazo, y desde aquella hora mudó el hombre de vida, pasando santamente lo restante de ella y amando con ternura a su Protectora, por quien alcanzó gracia tan especial.


Glorias de María