Encuentro de Jesús con el soldado romano Alejandro

Visiones de María Valtorta
 Encuentro con el soldado Alejandro en la Puerta de los Peces. 



.- ■ Simón Zelote observa: “Tarda Judas y también los pastores”. 
El soldado Alejandro, que ha estado escuchando atentamente, pregunta: “¿Esperas a alguien, Galileo?”. 
Jesús: “A algunos amigos”. 
Alejandro: “Ven al fresco, al «andrón», el sol quema desde el amanecer. ¿Vas a la ciudad?”. 
Jesús: “No, regreso a Galilea”.  Alejandro:  “¿A pie?”. 
Jesús: “Soy pobre. A pie”. 
Alejandro: “¿Tienes mujer?”. 
Jesús: “Tengo una Madre”. 
Alejandro: “También yo. Ven… si no te causamos repugnancia como a los demás”. 
Jesús: “Tan solo el pecado me causa repugnancia”.  El soldado le mira sorprendido y pensativo: “Nosotros nunca tendremos nada contra Ti. Jamás se levantará la espada contra Ti. Eres bueno. Pero los demás…”. 

■ Jesús está en el andrón. Juan mira hacia la ciudad. Simón está sentado sobre un bloque de piedra que hace de banco. 
Alejandro: “¿Cómo te llamas?”. 
“Jesús”. 
Alejandro: “¿Tú eres el que haces milagros a los enfermos? Pensaba que fueses tan sólo un mago… como nosotros tenemos, pero un mago bueno. Porque hay ciertos tipos… los nuestros no saben curar enfermos. ¿Cómo lo haces?”. Jesús sonríe y calla. Alejandro: “¿Empleas fórmulas mágicas? ¿Tienes ungüentos de la médula de los muertos, polvo de serpientes, piedras mágicas de las cuevas de los Pitones?”.
 Jesús: “Nada de eso. Tengo tan sólo mi poder”. 
Alejandro: “Entonces eres realmente santo. Nosotros tenemos arúspices y vestales… y algunos de ellos hacen prodigios… y dicen que son los más santos. ¿Qué piensas Tú?… ¡Son peores que los demás!”. 
Jesús: “Y si es así… ¿por qué los veneráis?”. 
Alejandro: “Porque… porque es la religión de Roma. Si un súbdito no respeta la religión de su Estado, ¿cómo puede respetar al Cesar y a la patria, y así, así otras tantas cosas?”. 
Jesús mira atentamente al soldado y le dice: “En verdad estás muy adelantado en el camino de la justicia. Prosigue, ¡soldado!, ■ y llegarás a conocer eso que tu alma añora tener, y no sabe darle un nombre”.
Alejandro: “¿El alma?… ¿Qué es?”. 
Jesús: “Cuando mueras, ¿a dónde irás?”. 
Alejandro: “Bueno… no lo sé. Si muero como héroe, iré a la hoguera de los héroes… y si llego a ser un pobre viejo, un nada, probablemente me pudra en mi cuartucho o al borde de un camino”.
Jesús:  “Esto por lo que respecta al cuerpo. Pero el alma ¿a dónde irá?”. Alejandro: “No sé si todos los hombres tienen alma o si la tienen solo los destinados por Júpiter a los Campos Elíseos después de una vida portentosa, si es que antes no se los lleva al Olimpo, como hizo con Rómulo”. J
esús: “Todos los hombres tienen un alma. Y ésta es lo que distingue al hombre del animal. ¿Te gustaría ser semejante a un caballo, a un pájaro, a un pez, carne que, muerta, es solo un montón de podredumbre?”. 
Alejandro: “¡Oh! ¡No! Soy hombre y prefiero serlo”. 
Jesús: “Pues bien, lo que hace que seas hombre, es el alma. Sin ella no serías más que un animal que habla”. 
Alejandro: “Y ¿dónde está?… ¿Cómo es?”.
Jesús: “No tiene cuerpo pero existe. Está en ti. Viene de quien creó el mundo y a Él vuelve después de la muerte del cuerpo”.
 Alejandro: “Viene del Dios de Israel, según vosotros”.
Jesús: “Del Dios único, Uno, Eterno, Señor Supremo y Creador del Universo”. Alejandro: “¿Y también un pobre soldado como yo, tiene alma y regresa ésta a Dios?”. 
Jesús: “Sí, también un pobre soldado, y Dios será amigo de su alma si ésta fue siempre buena, o la castigará si fue malvada”. ■ 
Juan anuncia: “Maestro, he aquí a Judas con los pastores y las mujeres…”. Jesús:  “Me voy, soldado, sé bueno”. 
Alejandro: “¿No te volveré a ver? Quisiera saber todavía…”. 
Jesús: “Estaré en Galilea hasta Septiembre. Si puedes, ven.  En Cafarnaúm o Nazaret cualquiera te puede dar razón de Mí. En Cafarnaúm, pregunta por Simón Pedro; en Nazaret, por María de José. Es mi Madre. Ven y te hablaré del Dios verdadero”. 
Alejandro: “Simón Pedro… María de José. Iré si puedo. Si regresas, acuérdate de Alejandro. Soy de la Centuria de Jerusalén”.