Medjugorje: Era un vip… y en mi vida hice siempre lo que quise


31/03/2014 – 

clip_image001TESTIMONIO DE ADRIAN
Era la oveja perdida, pero Él me vino 
a buscar
Hace poco más de tres años encontré al Señor y mi vida ha 
cambiado, he encontrado la felicidad, la tranquilidad y la paz.  
Siempre había buscado la felicidad de mil maneras, incluso 
aunque a veces supusiera poner en riesgo mi propia vida.
Soy Colibas Conte Adrian, tengo 35 años y vivo en la provincia de Verona 
desde hace unos tres años.
Mi infancia fue muy “movidita”.  Mi familia, católica solo de nombre, nunca 
me dijo que Dios existía y no recuerdo haber visto nunca crucifijos o 
imágenes sagradas en las paredes de mi casa.
Mi abuelo era inglés, mi abuela medio inglesa y medio alemana, mi madre 
alemana y mi padre rumano; podéis imaginaros el resultado: yo, Conte.
Recibía más amor de los extraños que de mi familia; envidiaba a los niños 
pobres, ellos al menos eran felices porque recibían caricias de su madre, les 
hablaba, les daba el beso de buenas noches…
Hice artes marciales durante muchos años; a los 13 ya formaba parte del
 mejor equipo de la serie A y en seguida me seleccionaron para el equipo 
nacional.  Gracias al deporte viajé por casi todo el mundo.  A los 17 años fui 
cocinero en Roma en uno de los mejores restaurantes de la guía Michelin y 
también sumiller. A los 19 años era guardia del cuerpo VIP de los 
personajes televisivos y después “gorila”, persona encargada de alejar a los 
clientes molestos.  Hice este trabajo durante 7 años.
Estaba entre gente muy rica, en contacto con la droga, el sexo…En mi 
vida no faltaba nunca el dinero, las mujeres, los coches, etc…, lo tenía todo, 
¿qué os parece?Estuve con más de 300 mujeres, y ¡qué mujeres!, de todas 
las razas y de todas las edades Para la mí la mujer no era otra cosa más 
que un objeto que usaba para satisfacer mi deseo, nada más.
Era machista, orgulloso, astuto y jugaba con cualquiera, para mí el universo 
de la mujer era un juego de niños.
Al cabo de un tiempo entré a formar parte de un club de motoristas.¿Os 
acordáis de aquellas bandas que mandaban en el territorio, un poco 
como en el Bronx?Incluso allí, en pocos años llegué a lo más altoe hice muchas
 más cosas que una persona en 30 años: las mujeres, las peleas, el dinero,
 las drogas, el alcohol. Me hacía respetar a fuerza de golpes.En aquel mundo 
solo el que era fuerte salíaadelante.  Me conocían en todos lados, incluso
 en el extranjero; iba siempre armado.  Era un guerrero invencible; 
conseguía tumbar y someter a hombres grandes como montañas. De 
cualquier forma siempre me hice respetar.
Hace cuatro años conocí a mi ángel, era bellísimo, dos bellos ojos y puedo
 decir que por primera vez en mi vida me enamoré. No me había pasado 
nunca.
Se llamaba Catya y era todo lo contrario de lo que era yo.  Iba a la Iglesia, 
no le preocupaba ir a todos lados conmigo.  Cierto que no era el tipo de mujer
 con la que siempre me había relacionado, pero me impresionó su espontaneidad, 
su simplicidad, a veces cohibida, y por eso me gustaba…, pero además
 ¡era guapísima!
Nos fuimos a vivir juntos, a pesar de que fue un poco difícil porque a
 mí me invitabana todos lados; yo quería ir siempre… era un vip, ¿no?
A ella le costaba un poco venir conmigo porque la gente con la que salíamos 
era un tanto particular…
De vez en cuando, el domingo por la tarde la acompañaba al Santuario 
de la Comuna de Ostiglia (Mn), pero yo no entraba en la Iglesia, me iba al
 bar de enfrente.  El fraile franciscano que me veía me invitaba a entrar pero
 yo le contestaba que no tenía tiempo para perder.  Imagínate alguien como
 yo, con botas, tejanos con cadenas, chaleco de piel lleno de parches, 
sombrero de cowboy, delante del fraile franciscano con su túnica y su barba…
Siempre había tomado mis decisiones solo, nunca obligado por nadie, ni siquiera
 por ella.Así sucedió aquel mes de junio de 2008, un domingo muy
 caluroso, acompañé a mi ángel a la Misa de 18h y me fui al bar de siempre,
 a 10 metros del Santuario, a esperar que terminara la Misa.Hacía demasiado
 calor y el bar no tenía aire acondicionado; sabiendo que en la Iglesia sí 
había aire acondicionado, entré de puntillas y me senté al lado de Catya.
Aquel día el fraile estaba leyendo la “parábola del hijo pródigo”.  Sentí que 
la Misa era toda para mí, empecé a llorar.  Yo que era un tipo duro, yo que 
no había llorado nunca en mi vida, no podía parar de llorar, y la gente me 
miraba…  ¿Qué me estaba pasando?Me sentía pequeño, sucio, miserable, 
en el lugar equivocado.  Me hubiera gustado escapar pero estaba inmovilizado.
En las palabras del Evangelio, entendía que Jesús me estaba hablando 
a mí, imagínate, ¿quién lo habría dicho nunca?Era como si en la Iglesia 
estuviéramos solo el fraile y yo…, y después Jesús que me estaba diciendo
 todo esto.
Al acabar la Misa le dije a mi ángel que me quería confesar.  Me miró 
desconcertada y no creía lo que estaba oyendo.  Me dijo que me quería 
acompañar pero le contesté que quería ir solo.¡Qué vergüenza!, la gente 
continuaba mirándome pero ya no me importaba, sentía la necesidad 
de confesarme.Al entrar en el confesionario, ¿a quién me encontré enfrente? 
Al fraile del que siempre me había burlado…Me abrazó fuerte y lloró 
también él porque no me reconocía.  ¿Dónde estaba aquel Conte arrogante, 
astuto, orgulloso, a punto siempre de pelearme?Con paciente simplicidad me 
explicó lo que tenía que decirle, pues hacía veinte años que no me confesaba. 
 Tras sollozos y llantos abrí mi corazón y se lo dije todo; podéis imaginaros 
lo que tuvo que escuchar, ¡pobre fraile!Estuve dentro durante tres horas y 
la gente no dejaba de llamar porque, lo supe después, era un fraile muy 
apreciado. Pero ese día no estaba para nadie… ¡solo para mí!Cuando hablaba 
de Dios las expresiones eran siempre pobres, pero aquel día Jesús me renovó
 como persona, como hombre y como cristiano.Aquel día encontré paz, 
felicidad, tranquilidad y me sentía por fin libre, a pesar de haber hecho 
siempre lo que quería durante toda mi vida.
Fuera me esperaba mi ángel, quien nada más verme se dio cuenta de 
que había cambiado.  Nos pusimos a llorar.Le dije que había encontrado 
a Jesús y que era cierto que existía. No os cuento lo contenta que estaba.
Desde entonces mi vida cambió, yo cambié…, empecé a salir menos, a ir 
menos a reuniones de moteros, menos aperitivos en la ciudad, a los bares y
 empecé a respetarla más, a escucharla y entendí que con ella no me
 había equivocado, que la amaba porque también ella es una hija de Dios.
“Gracias Jesús por haberme dado a mi ángel, gracias porque aquel día estabas
 allí para mí, Tú eres mi amigo, mi consejero y mi Dios.Ahora que te he 
encontrado no quiero separarme nunca más de Ti”.
Nuestra vida de pareja cambió, íbamos juntos a Misa todos los domingos, 
porque vi que Jesús estaba presente siempre, incluso cuando no lo quería 
o no lo sabía. Era fantástico.Nuestra convivencia era perfecta, el trabajo 
me daba muchas satisfacciones y mucho dinero… ¿qué más podía querer
 en esta vida?
En el mes de marzo fui a por trabajo a un pueblecito de montaña, perdido, 
en la provincia de Lucca, en la Toscana.Entré en un quiosco para 
comprar el periódico deportivo y vi, polvoriento y revuelto entre otros
 periódicos, un fascículo con el título: “la Virgen de Medjugorje llama a 
los jóvenes”, y en la portada había una foto de Ella que era guapísima.
Lo compré y lo escondí en medio del periódico, por miedo a la crítica 
de mis compañeros, pero lo vieron enseguida porque viajábamos juntos, 
dormíamos los tres en un albergue y compartíamos la misma habitación 
durante dos semanas.Se reían y no creían que alguien como yo pudiera 
leer cosas como esa.Lo leí en dos días.  Me hizo llorar pero sentí que todo 
era verdad y me intrigaron mucho los mensajes, los videntes y la Virgen…
Al volver a casa le dije a Catya que tenía la intención de ir a Medjugorje.
Estaba tan contenta y tan feliz que rápidamente me dijo que sí.Nadie nos 
había dicho nada de las apariciones, no habíamos oído hablar nunca, para 
mí estaba todo en el libro y era todo nuevo.No sabíamos ni siquiera dónde 
estaba Medjugorje; pero yo que había dado la vuelta al mundo en moto 
con un mapita, ¿cómo no iba a encontrar Medjugorje?
En agosto 2009 nos fuimos a Medjugorje: mi ángel y yo en coche.
Llegamos a Medjugorje a las 16h.  Era el 13 de agosto.No sabíamos 
que necesitábamos auriculares para seguir la Misa en italiano. La escuchábamos
 al aire libre, en la carpa que haydetrás de la Iglesia.En mi corazón seguía
 diciéndole a la Virgen que quería verla, que quería conocerla.En el mismo
 instante que estaba pensando esto me abrazó.Cumplió mi deseo.  No puedo
 explicar la alegría que sentí, y una felicidad indescriptible.
Lo primero que piensas es que te estás volviendo loco.  Abrí los ojos y no 
vi a nadie a mi lado, los volví a cerrar y dije: “Virgencita, si estás quiero verte”.  
Me volvió a abrazar; en ese momento rompí a llorar, caí de rodillas y lo único 
que fui capaz de decir fue “Mamá”, no me dio un bofetón, no me maltrató…, 
me abrazó.Fue lo más bonito que me pasó en mi vida.Por primera vez en 
mi vida llamé a mi madre, me sentía amado y descubrí que la Madre de
 Jesús era también mi madre.  Fantástico…, a partir de ahora la llamaré
 Mamá y punto.
Recuerdo que Catya lloraba también y me contó que la “Madre” también
 la había abrazado.Al día siguiente fuimos a rezar el Vía Crucis 
al monte Krizevac.Incluso aquel día, Dios lo había planeado todo para mí.
Empezamos el Vía Crucis y cada estación era un calvario para mí, porque 
revivía mi vida tan equivocada, hubiera querido escapar del monte.  Me 
avergonzaba de mí mismo, me sentía tan pequeño que en un momento dado 
dejé de rezar, pero continuaba viendo mi vida pasada.Me quería morir…, 
estaba tan decepcionado conmigo mismo.Llegando a la cima, donde está l
a cruz,  la abracé y lloraba tan fuerte que me ahogaba. Después del 
llanto, que continuaba, le pedí perdón al Señor por cómo me había 
comportado en mi vida, aunque nadie me había dicho antes que Jesús estaba 
vivo y que sin Él la vida estaba vacía.
“Señor, quiero cambiar de vida”.  En mi corazón una voz me decía: “Esta es 
tu vida, eres libre de vivirla como te parezca, a ti te toca vivirla bien o mal,
 Yo te amo así como eres, incluso cuando sabes que no lo estás haciendo bien”.
Le pedí a Jesús que me ayudara y le prometí que mejoraría.
“Señor, siempre he complacido a los hombres, pero ahora quiero complacerte
 a Ti.  Ayúdame, dime lo que debo hacer y lo haré.”
Aquel día Jesús me cambió el corazón y con él toda mi vida, sanó incluso mis 
heridas más profundas.Al día siguiente, en el cobertizo amarillo, escuchando
 el testimonio de la vidente Marija, mientras le decía interiormente al
 Señor que quería complacerle, Marija desde la otra parte de la sala dice: “aquí
 hay alguien que quiere complacer al Señor pero no puede porque comete
 actos impuros”.Me lo decía a mí. Miré a mi ángel y le dije que a partir 
de ese momento íbamos a vivir la castidad.No sé si la decisión la tomé 
yo o si “alguien” me la susurró, pero era lo que yo quería.
En Medjugorje recibimos el don de la castidad, que llevamos adelante durante
quince meses hasta que nos casamos el 6 de noviembre de 2010.En Medjugorje
 y desde que la “Madre” me abrazó, me siento querido, con aquel amor que 
nunca había recibido, ni siquiera de mis padres.En Medjugorje fui curado de
 todas mis enfermedades: orgullo, presunción, impureza, dureza…Desde 
entonces tengo una gran fe y junto a mi ángel rezamos el rosario a diario 
(incluso tres rosarios al día como pide la “Madre”), ayunamos a pan y agua 
como penitencia los miércoles y viernes; somos felices porque cada 
día nos consagramos al Corazón Inmaculado de María.  Nuestro camino
 cotidiano es con los pobres, con los menos afortunados, y hemos 
entendido que nuestra felicidad proviene de Él.  Ayudar al prójimo te da la 
felicidad y así haces la voluntad del Padre.Ahora soy un discípulo y esta es
 mi vida: hablar a los demás de Jesús, de su “Madre” y mi “Madre” y 
de nuestro buen Dios.
Desde entonces nuestra vida ha cambiado;vamos,como pareja, a los 
grupos de oración anunciando a Jesús y damos testimonio de Él con nuestra
 vida.  Nos llegan continuamente invitaciones de parroquias, de frailes y 
de tantos otros que quieren entender, sentir.Hemos descubierto que el Rosario 
es la oración más poderosa que existe y vemos los milagros que hace.
Hemos descubierto también que cada conversión, cada persona con la que 
hablamos que vuelve al buen camino, no es por nuestro mérito sino por el
 “Suyo”; nosotros somos únicamente instrumentos de sus manos.
Es mi decisión seguir los pasos de Jesús, pero es una elección dictada por el 
amor y punto. Es Él quien salvará mi alma. Entiendo que es lo mínimo que
 puedo hacer por Él, entregarle mi vida; incluso sabiendo que me salvaré 
por la misericordia divina y no por méritos propios, quiero tener algo que 
ofrecerle cuando me presente delante de Él.He entendido que la oración hace 
que nuestra vida esté llena y nos deja saborear aquí en la tierra un poco del 
Paraíso; que sin oración y penitencia estamos en la oscuridad.La vida con sus
 pros y sus contras no nos da más miedo, pero la afrontamos de forma distinta
 y no habrá nadie en el mundo que nos aleje del Señor.
He perdido muchos amigos, pero no dejo de conocer muchos nuevos amigos, 
y estos son verdaderos.  Desde pequeño siempre buscaba la felicidad y ahora
 la he encontrado.La fe es aquel tesoro que debes mantener firme, 
puedes compartirla con los demás, pero no debes perderla.Solo Dios puede 
hacernos felices y darnos todo lo que deseemos, incluso más: la salvación.
“Gracias Dios mío porque nos das a tu “Madre” para advertirnos, para 
hacernos crecer en la fe, fe que nos lleva a Jesús”.
He visto que Dios te hace libre para escoger, para creer o no, pero sin fe no se 
puede vivir.  He entendido que la conversión es diaria.  Que siendo 
creyente perdonas a quien te ha hecho daño e incluso le puedes llegar a querer.
Yo solo de este modo he sido capaz de perdonar a mis padres, a mis hermanos, 
a mis amigos; y si ninguno de ellos quiere volver a verme, basta dejar
hacer al Señor y Él me orientará y me enseñará el camino adecuado.
Confío en que quien lea estas líneas pueda entender quién es Dios, que el 
amor que nos tiene es infinito y tenemos la esperanza que da servir a
 los demás.  “Gracias Señor por haberte vuelto hacia este gran pecador, 
gracias por acogerme en Medjugorje; he pasado de guerrero invencible 
a ser un pecador amado, gracias por haberme hecho cristiano; ahora puedo 
vivir bien, feliz y con un amor inmenso y concreto que me acompaña cada 
día de mi vida.  Míos, solo son los pecados, porque todo lo demás lo hago 
por Ti y por Tu Gloria.
 Traducción del italiano a cargo del equipo de www.virgendemedjugorje.org
Fuente: http://medjugorjetuttiigiorni.blogspot.it/