Primer encuentro de Jesús con Lázaro de Betania

2-84-34 (2-49-513).- María Valtorta 
Reliquias de san Lázaro de Betania en Autun , Francia


* Una visita muy esperada por Lázaro quien ve en Jesús al “Esperado”.- 


■ Jesús y Simón Zelote caminan por un camino que se aleja de la calzada principal haciendo una “V”. Se dirigen hacia unos magníficos huertos de árboles frutales, y espléndidos campos de lino tan alto como un hombre, ya cercano a la siega; otros campos más lejanos parecen de color rosado a causa de las calabazas que se ven entre la amarillez de los rastrojos. Zelote dice: “Estamos ya en la propiedad de mi amigo. Como puedes ver, Maestro, la distancia estaba dentro de la prescripción de la Ley (1). Jamás me habría permitido un engaño contigo. Detrás de aquel huertecillo está el muro que circunda el jardín; dentro está la casa. Te he traído por este atajo precisamente para estar dentro de la distancia permitida”. Jesús: “¡Es muy rico tu amigo!”. Zelote: “Mucho. Pero no es feliz. Su casa tiene propiedades también en otras partes”. Jesús: “¿Es fariseo?”. Zelote: “Su padre no lo fue. Él… es muy observante. Ya te lo dije: un verdadero israelita”. 

■ Llegan a la sólida puerta de hierro forjado. Simón llama a la puerta con el pesado aldabón de bronce. Jesús observa: “Simón, es una hora todavía muy temprana para entrar”. Zelote: “¡Oh! Mi amigo, al no encontrar consuelo sino en su jardín y en los libros, se levanta nada más salir el sol. La noche es para él un tormento. Maestro, no tardes en darle una alegría”. Un criado abre la puerta. “Buenos días, Aseo. Di a tu patrón que Simón el Zelote ha venido con su Amigo”. El criado les invita a entrar diciendo: “Vuestro siervo os saluda. Entrad, que la casa de Lázaro está abierta para los amigos”. Luego se marcha corriendo. Simón, que conoce el lugar, se dirige no por el pasillo central sino por un sendero que entre rosales lleva a una pérgola de jazmines. ■ Y de allí, en efecto, sale Lázaro poco después. Está delgado y pálido, como siempre le he visto; alto, pelo corto ni abundante ni rizado, barba rasurada excepto en el mentón. Trae un vestido de lino blanquísimo y camina con fatiga, como quien está enfermo de las piernas

Cuando ve a Simón, le hace una señal de saludo afectuoso, y después como puede, corre hacia Jesús, se arrodilla inclinándose hasta el suelo para besar la orla de su vestido y dice: “No soy digno de tanto honor. Pero ya que tu santidad se humilla hasta mi miseria, ven, Señor mío, entra, y toma posesión de mi pobre casa”. Jesús: “Levántate, amigo y recibe mi paz”. Lázaro se levanta, besa la mano de Jesús, le mira con veneración no exenta de curiosidad. Caminan en dirección a la casa. Lázaro: “¡Cuánto te he esperado, Maestro! A cada amanecer me decía: «¡Hoy vendrá!», y a cada crepúsculo: «¡Hoy, tampoco le he visto!»”. Jesús: “¿Por qué me esperabas con ansia?”. 

Lázaro: “Porque… ■ ¿qué esperamos nosotros los de Israel sino a Ti?”. Jesús: “¿Y crees tú, que sea Yo el Esperado?”. Lázaro: “Simón jamás ha dicho mentiras, ni es muchacho que se exalte por quimeras. La edad y el dolor le han hecho maduro como un sabio. Y, además… aunque él no te hubiese conocido por lo que en realidad eres, tus obras habrían hablado y te habrían llamado «Santo». Quien hace las obras de Dios debe ser hombre de Dios, y Tú las haces; y las haces de modo que te proclaman el Hombre de Dios. Mi amigo fue a Ti, por la fama de milagros y obtuvo un milagro. Y sé que tu camino está cubierto de otros milagros. 

¿Por qué no creer entonces que Tú eres el Esperado? ¡Oh, es tan dulce creer lo bueno! Hay tantas cosas no buenas que debemos creerlas, por amor a la paz, por no poderlas cambiar; debemos mostrar que creemos muchas palabras falsas, que parecen halagos, alabanzas, benignidad, y son por el contrario sarcasmo y censura, veneno recubierto de miel; debemos mostrar que las creemos aun sabiendo que son veneno, censura y sarcasmo…, debemos hacerlo porque… no se puede actuar de otra manera y somos débiles contra todo un mundo que es fuerte, y estamos solos contra todo un mundo, que, como enemigo, está contra nosotros… ¿Por qué, entonces, tener dificultad en creer lo bueno? Pero es que, además, estamos en la plenitud de los tiempos y los signos de los tiempos se dan. Y cuanto pudiera faltar para robustecer la fe y hacerla impasible ante la duda, lo pone nuestra voluntad de creer y de aplacar nuestro corazón en la certeza de que la espera ha terminado y de que el Redentor está ya entre nosotros; está entre nosotros el Mesías… Aquel que devolverá la paz a Israel y a los hijos de Israel. 

Aquel que hará que muramos sin angustia, sabiendo que hemos sido redimidos y que vivamos sin ese aguijón de nostalgia por nuestros muertos… ¡Oh… los muertos! ¿Por qué sentir pena por ellos, sino porque ya no tienen a sus hijos y todavía no tienen a su Padre y Dios?”. ■ Jesús: “¿Hace mucho tiempo que se te murió el padre?”.Lázaro: “Hace tres años, y hace siete que murió mi madre. Pero ya hace algún tiempo que no los compadezco… Yo mismo quisiera estar donde creo que están ellos en espera del Cielo”. Jesús: “No hubieras entonces hospedado al Mesías”. Lázaro: “Es verdad. Ahora yo soy más que ellos porque te tengo… y el corazón se aplaca con esta alegría. Entra, Maestro. Concédeme la honra de que mi casa sea la tuya. Hoy es sábado y no puedo honrarte convidando a amigos…”. 


Jesús: “No lo deseo. Hoy soy todo para el amigo común de Simón y mío”.■ Entran en una bella sala donde los siervos están preparados para recibirlos. Dice Lázaro: “Os ruego que los sigáis. Podréis reponer fuerzas o tomar algún fresco antes de la comida matutina”. Y, mientras Jesús y Simón van a otro lugar, Lázaro da órdenes a sus siervos. Comprendo que la casa es rica, y señorial además de rica… Jesús bebe leche que Lázaro quiere personalmente servirle antes de los alimentos matinales.