¿Qué es lo que más envidiamos los protestantes de los católicos?


(...).Había firmado mi Universidad de Alcalá un acuerdo con la Universidad de Tampere de Finlandia y desde tan lejanas tierras se había descolgado mi alumno finlandés, para colgarse de mi cuello literalmente, porque como no era un Erasmus y no venía a hacer ninguna asignatura reglada sino un trabajo de investigación, me había elegido de director y eran tan continuas sus consultas, que no exagero si digo que de aquel trabajo tengo yo más parte en el mérito o en el demérito que el nominado estudiante finlandés.
Y de tan continuo trato llegamos a establecer una cierta amistad, tanto que un día me soltó a bocajarro lo siguiente:
- Profesor, nosotros en Finlandia somos casi todos protestantes, pero eso para nosotros ha dejado de ser una religión para convertirse en un elemento cultural. En definitiva, que casi todos los finlandeses somos protestantes, como aquí en España son ustedes casi todos toreros.
Y después de reírle la gracia, me quedé a la espera de la pregunta, porque como ya le conocía, sabía cómo era su modo de proceder. Y así fue, tras la gracia el interrogatorio. Me pidió permiso para hacerme una pregunta y se lo di, sin sospechar que me iba a poner en un compromiso.
-  Profesor ¿A que no sabe qué es lo que más envidiamos los protestantes de los católicos?
Y como yo no quería responder, empecé a divagar hasta que se dio cuenta de que no estaba a dispuesto a contestar y lo hizo él:
- Pues lo que más admiramos los protestantes de los católicos es el matrimonio indisoluble. Mire, mi padre ya se ha casado cuatro veces y con la señora que convive ahora, ella va por el tercer matrimonio.
Y a continuación, me explicó que su caso en Finlandia estaba muy generalizado, y que en el grupo de sus amigos y conocidos no había ninguno que no tuviera padres divorciados. Después se le puso la cara muy seria porque le salió a flote el dolor intenso de tantos años, al relatarme todo eso que está detrás de los divorcios y que todos sabemos, pero de lo que nadie habla, a pesar de que el divorcio es la causa del mayor sufrimiento moral de nuestra sociedad.
Ya hace mucho tiempo que el matrimonio cristiano sufre un ataque frontal desde los ámbitos civiles, pero lo que no podíamos sospechar es que a este ataque si iban a sumar elementos de la Iglesia, con motivo de la celebración del tan traído y llevado sínodo, que no sé qué frutos dará al final, pero sustos ya nos va dando unos cuantos.
Por eso hay que echar mano de la Historia para entender lo que pasa. No, no está en juego solo el Sacramento de la Eucaristía, que ya es poner mucho en juego, sino que lo que algunos pretenden es socavar los cimientos de la familia cristiana, esa institución vital que la doctrina define como la Iglesia Doméstica, sin la cual es imposible el progreso de la Iglesia Católica. Y al igual que Lutero empezó atacando a la Eucaristía y a la castidad, que es el sustrato de todas las virtudes, ahora algunos pretenden hacer lo mismo. Y que coincidencia que todos estos elementos de la Iglesia Católica son también grandes admiradores de Lutero.
Pues dejemos hablar al admirado Lutero, para lo que voy a transcribir unos párrafos del conocido libro de Jacques Maritain, titulado Tres reformadores, en el que expone el concepto y la actitud ante la castidad, que tuvieron Lutero y sus primeros seguidores:
«Es sabido que los sacerdotes y religiosos reformados se dedicaron, a veces formando verdaderas bandas a arrancar a las religiosas de sus claustros para hacerlas sus “esposas”. Una vez realizada la evasión del convento llegaban a hacer cosas inauditas: ejercían una especie de comercio de religiosas profanadas y las ponían literalmente en venta. ‘Nueve nos han llegado –escribía un sacerdote apóstata a otro- son bellas, graciosas y todas nobles; no hay ninguna de cincuenta años. A ti querido hermano, te he destinado la mayor para mujer legítima; pero si quieres otra más joven, podrás elegir entre la más bellas’ (Denifle-Paquier, I, 27-28)».
Y Lutero no tuvo inconveniente blasfemar a la vez que atacaba la castidad. No es una opinión gratuita. Esto es lo que pasó, sigo citando a Maritain:
«Después de un rapto de religiosas que tuvo lugar la noche del Sabado santo de 1523, Lutero llamó al burgués Koppe, organizador de esta proeza, “bienaventurado ladrón, y le escribió: Lo mismo que Cristo, habéis sacado a esas pobres almas de la prisión de la tiranía humana; lo habéis hecho en una fecha providencialmente indicada, en este momento de Pascua en que Cristo ha destruido la prisión de los suyos»
Y como consecuencia del análisis de estos textos, Maritain concluye:
«Es curioso señalar que el resultado de esta guerra contra la virginidad cristiana fue un innoble desprecio hacía la mujer: ‘La obra y la palabra de Dios nos dicen claramente que las mujeres deben servir o la matrimonio o a la prostitución».
Y tras elegir este cita del Sermón sobre el matrimonio de Lutero, Maritain añade: ‘¡Y sólo cito lo que puede transcribirse’.
Poco a poco –escribe Denifle-, Lutero pensó, habló y escribió bajo la influencia de una delectación lujuriosa; de ahí salieron esos escritos contra la castidad a los cuales solo cabe hallar parangón y aun difícilmente entre los más depravados escritores. Desde este punto de vista es harto característica la sacrílega mezcolanza de impudicia y evangelismo, de la cual parece ser el inventor».
Así es que a lo mejor además de la abuela de mi amigo, también va tener razón aquel otro que dijo que el que no sabe historia, está condenado a repetirla.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.